Las velas rizadas. El vergel de la cera
El Aprendiz
Cerería La Esperanza empezó con este oficio en 1976, al frente del cual está Mari Ángeles Sánchez con seis mujeres
Del obrador salen al año más de 2.000 ramos para hermandades de toda España
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Vivieron su exilio durante más de una década. El neomisticismo de finales de los 90 y principios del siglo actual las desterró de algunos pasos de palio. Ahora vuelven a estar en auge. No sólo en Semana Santa, sino en traslados y hasta en altares de culto. Y con formatos de antaño o actualizados. Son las velas rizadas. O los ramos de cera (a gusto del hablante). Un oficio artesanal que tiene en la Cerería la Esperanza, en Umbrete, uno de sus mayores baluartes. Un auténtico vergel de la cera.
En este taller la mujer rompió el techo de cristal hace décadas. Al frente del obrador se encuentra Mari Ángeles Sánchez, quien aprendió el oficio a los nueve años. Sus padres comenzaron con el arte de la vela rizada en 1976. Cuando salía del colegio, por las tardes, le enseñaban cómo cubrir los alambres y a hacer las hojas planas. Cuando se produjo el relevo generacional, tomó los mandos de esta labor tan minuciosa, que requiere de muchas horas y de un trabajo en cadena.
Mari Ángeles Sáchez nos recibe en la planta superior de la nave que la Cerería la Esperanza posee en un polígono industrial, a la entrada de Umbrete. En las instalaciones inferiores se elaboran los cirios, actividad en la que la empresa familiar se introdujo a finales de los 90. El local está climatizado para hacer frente a las altas temperaturas en verano. La demanda de velas rizadas dura todo el año, pero es en esta época, en las largas vísperas de la Semana Santa, cuando la actividad se vuelve frenética.
Un tratado de botánica
Prueba de ello son las múltiples bandejas que colmatan el espacio. Podría decirse que se trata de un auténtico tratado sobre botánica.Toda la flora está presente en estas baldas, etiquetadas con el nombre de las cofradías para las que se elaboran. Los ramos ya terminados cuelgan del techo, preservados en sus plásticos. El olor a cera llega a ser hipnotizador. Engancha.
"Tenemos más de 60 moldes para hacer flores y hojas", explica Mari Ángeles mientras presenta a su grupo de empleadas: Isa, Marinieves, Ángela, Inma, Eli y otra Marinieves. La mayoría de estas jóvenes son de Benacazón. Sonríen al pícaro fotógrafo. Cada una tiene una función. Las tres primeras se encargan de introducir los moldes en la cera. Se trata de piezas de madera, realizadas por su hermano Manolo Sánchez, que contienen la forma y el dibujo que se les dará a las flores y hojas. "La temperatura cambia según el tipo de molde", precisa esta artesana, quien indica que "la cera no puede estar hirviendo, ya que las piezas han de tener una textura mínima para que no queden totalmente transparentes". "Las más finas se usan para tapar los alambres", añade.
Una vez sacados de la cera líquida, los moldes se enfrían en un recipiente con agua. Luego se retira la capa de cera. Llega el momento del primer montaje, el de las especies florales. Una de las trabajadoras moldea con las manos y coloca los pistilos. Otra, monta las piezas en el alambre y añade la simulación de las semillas. Eli se encarga de las rosas y claveles, las flores más complicadas por el número de elementos que requieren. "Algunas rosas llevan dos piezas de moldes. Otras, 11", especifica Mari Ángeles. La que más contiene es la especial que hacen -de tamaño XXL-para la Esperanza de Triana. Se emplean en dicho modelo casi medio centenar de pétalos por cada unidad, lo que le otorga un sello inconfundible.
La encargada de las velas rizadas es la responsable del montaje final del ramo. En los de mayor altura (los que van en las marías o escoltando a las dolorosas), además del cirio que hace de columna vertebral, se le añade un palo de madera, con la intención de otorgarle la mayor estabilidad posible. "En este trabajo siempre se usa la cera pura de abeja, al ser la que mayor flexibilidad ofrece". Las cadenetas que cuelgan, y que proporcionan ese movimiento tan característico a estas obras, se cosen con hilo de algodón, que permite ese vaivén, a la par que ofrece resistencia.
Hasta en Panamá
La primera clienta de Cerería la Esperanza fue la Hermandad de la Hiniesta. "Son los que conservan el modelo clásico de vela rizada", indica Mari Ángeles. Después llegaron los Negritos. Así empezó a crecer la lista. En la capital proveen, además de las mencionadas, a la Estrella (que volvió a recuperar estas piezas después de años de ausencia tras estrenarse el palio de Garduño), el Polígono de San Pablo, la Candelaria, San Esteban o Montesión. La cuenta sigue en la provincia y en toda Andalucía. Llega a cofradías de Madrid, Zaragoza, Ciudad Real e, incluso, de Panamá. Así hasta 800 hermandades. "Al año hacemos más de 2.000 ramos", abunda Sánchez.
Pero no sólo del ámbito cofradiero les llegan pedidos. También del mundo de la moda. "La firma Louis Vuitton, para una muestra internacional en la que montaron un paso de palio, nos pidió nuestras creaciones", recuerda la artesana.
Puede decirse con total acierto que esta artesanía vive ahora una nueva edad de oro.Tras varias décadas en las que el neomisticismo las eliminó de los pasos, han regresado. Y con fuerza. Tanto que ya se cuelan en los exornos de las denominadas cofradías "serias". Hay una revisión de los modelos. Muchos priostes apuestan por formatos antiguos, en los que el ramo aparece dividido en secciones. Una de las pioneras en esta recuperación fue la Hermandad de los Gitanos. La Estrella los usa ahora para sus traslados. Aunque también hay quienes mantienen el tipo clásico, pero "tuneándolo". Para ello, se emplean todo tipo de añadidos: desde el nácar y el cristal hasta la más variopinta (y muy colorida) bisutería. La fantasía de la cera.
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