Tres emblemáticas marchas que fueron prohibidas en la Semana Santa de Sevilla
Un recorrido por la historia y redención de tres composiciones musicales que, tras ser vetadas, han vuelto a ocupar un lugar esencial en la Semana Santa de Sevilla
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La música procesional, tan intrínseca a la Semana Santa sevillana como la cera derretida sobre el adoquín o el incienso suspendido en el aire, no es solo acompañamiento. Compuestas en su mayoría en el siglo XX, estas marchas constituyen un verdadero patrimonio sonoro, con un valor artístico incalculable que ha trascendido generaciones. Son un elemento más del cortejo, completando la imagen y el espíritu de las cofradías.
No obstante, algunas de estas joyas musicales han atravesado etapas de silencio, marginación e incluso prohibición. Durante la posguerra en los años 40 bajo el mandato del cardenal Segura, se impuso una línea más rigurosa en lo relativo a las expresiones de fe, exigiendo mayor solemnidad a los cortejos procesionales. Tres marchas ejemplifican cómo una obra puede resurgir de la censura sufrida durante dicha época.
Pasan los Campanilleros
Compuesta en 1924 por Manuel López Farfán, Capitán Músico del Regimiento de Infantería Soria 9, Pasan los Campanilleros supuso un antes y un después en la historia de la música cofrade. Su estreno, el Domingo de Ramos de aquel año tras la Virgen del Socorro de la Hermandad del Amor, fue un auténtico acontecimiento.
Por primera vez, una marcha procesional incorporaba un ritmo novedoso, un aire melódico distinto, e incluso una parte cantada que rompía los esquemas tradicionales.
Dedicada al Cristo de las Siete Palabras, la pieza se popularizó rápidamente, pero no tardaría en sufrir modificaciones e interpretaciones poco fieles a su esencia original. Las autoridades eclesiásticas consideraron que la pieza tenía tintes excesivamente folclóricos y generaba retrasos por los movimientos acompasados de los palios. La marcha fue prohibida en la Carrera Oficial en los años 40, aunque seguía sonando en otros puntos del recorrido.
En los años 60, las bandas eliminaron su célebre trío final, reiterando el pasaje de las campanillas. La Cruz Roja, bajo la dirección de Enrique García, impuso una versión peculiar que incluso se interpretó tras misterios, algo inusual hasta entonces.
No fue hasta 1996 cuando, en la madrugada de Viernes Santo, la Hermandad de la Macarena rompió con décadas de censura y devolvió la marcha a su sitio de honor en la Campana. Desde entonces, Pasan los Campanilleros ha recuperado el respeto que le corresponde como obra pionera.
El Dulce Nombre
Menos conocida, pero igualmente significativa, es El Dulce Nombre, otra genialidad de López Farfán que vio la luz en 1925, en plena relación del compositor con la Hermandad del Dulce Nombre, entonces radicada en la parroquia de San Román. Esta pieza, de espíritu alegre y popular, gozó de un enorme éxito tras su estreno.
Farfán se permitió interesantes innovaciones musicales: desde guiños temáticos a la ópera Carmen de Bizet, hasta la sorprendente inclusión de un instrumento poco habitual como la ocarina, cuya dulzura melódica otorgaba a la marcha un sello distintivo. Como si esto fuera poco, incorporó también una sección coral, cantada por los propios músicos e incluso por el público, generando un ambiente festivo que contrastaba con la sobriedad de otras marchas.
Sin embargo, esta popularidad no fue del agrado de todos. En 1943, se decretó su prohibición, alegando que la “algarabía” generada no se correspondía con el decoro requerido durante la estación de penitencia. La marcha cayó en el olvido durante décadas, hasta que en los años 90 fue redescubierta en el archivo de la Hermandad por el hermano José Luis González. Gracias a testimonios orales y partituras rescatadas, El Dulce Nombre volvió a sonar tras su Dolorosa en 2004. Aunque aún se interpreta con discreción, su vuelta representa una victoria sobre la censura.
Alma de Dios
El tercer caso es quizá el más curioso. Alma de Dios, cuya melodía original proviene de la comedia lírica homónima de José Serrano (1907), fue adaptada por el maestro Manuel Rodríguez Ruiz para las primeras agrupaciones musicales sevillanas. En realidad, el fragmento adaptado proviene de una canción húngara: “Canta, mendigo errante, cantos de tu niñez”.
La melodía, solemne y cargada de musicalidad fue adoptada con entusiasmo por bandas como la Agrupación Musical Santa María Magdalena de Arahal. A lo largo de los años 60 y 70, se convirtió en una pieza fundamental dentro del naciente género de agrupación musical, que comenzaba a incorporar nuevos instrumentos como saxofones, gaitas o platillos.
Pero en 1982, el Consejo General de Hermandades y Cofradías ordenó su retirada del repertorio. Consideraban que la pieza tenía tintes regionalistas y modernos, impropios del recogimiento requerido. También vetaron el uso del xilófono y otros instrumentos “no litúrgicos”, provocando una reacción airada entre los músicos y cofrades.
Alma de Dios fue rescatada en 1994 por la Agrupación Musical Virgen de los Reyes, que la grabó e incluyó en su disco Consuelo Gitano. Desde entonces, ha sido revalorizada hasta convertirse en una de las marchas imprescindibles del repertorio de agrupación musical en Sevilla, interpretada habitualmente por agrupaciones como Redención o la propia Arahal.
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