La trágica dedicatoria de El lirio tronchado, la marcha que suena todos los años tras la Candelaria
La Cruz Roja suele interpretarla siempre en la calle Cuna al paso de la Virgen de San Nicolás
Fue compuesta en 1929 por Manuel Borrego y cuenta con una dedicatoria especial a la vez que dolorosa
Cristo de la Sangre, la marcha que Cebrián compuso para Toledo y que suena en Sevilla
Como ha ocurrido con otros tantos autores, la producción musical de Manuel Borrego (Huévar del Aljarafe, 1899) no ha sido justamente reconocida ni valorada en el género de la música procesional por parte de las hermandades. Sin embargo, es esencial conocer la música de Borrego para comprender la evolución del género a través de los tiempos. Se trata, sin temor a equivocarnos, de uno de los compositores de más calidad y rotundidad que han compuesto para nuestra fiesta mayor. Borrego, quien ocupó plaza de fliscorno en la Música del Regimiento de Soria nº 9 al frente de Manuel López Farfán, fundó y dirigió varias bandas de música en el Aljarafe.
Quizás el no dedicar específicamente sus marchas a algunas imágenes devocionales eclipsó buena parte de su obra, amén de la ausencia y desaparición de numerosas partituras. Mater Lacrimosa, El Varal de los Dolores, Salus Infirmorum... Tras estos títulos tan genéricos se esconden devociones como la Soledad de San Buenaventura (la primera) o la Salud de San Gonzalo (la última, que solo se ha interpretado este año una vez y en la Carrera Oficial). Precisamente, entre las más de veinte marchas que llevan el sello de Borrego sobresale una en concreto, por desgracia poco conocida, que también cuenta con un título enigmático, casi metafórico, desgarrador cuando se descifra: El lirio tronchado.
Compuesta en 1929 -se trata, por tanto, de una de las primeras que escribe, con tan solo treinta años, y en la que aún no desarrolla todo su potencial-, el autor volcó en ella uno de los padecimientos más crueles por los que atraviesa el ser humano: la pérdida de un ser querido. Manuel Borrego dedica esta marcha a Manuela Moreno Borrego, su prima, que falleció con tan solo 15 años de edad, por causas que hoy desconocemos. En cambio, lejos de ser una composición fúnebre, Borrego acude a una melodía casi infantil, dulzona y tierna, incluso animosa en su trío final -que es sensacional- para recordar a su prima.
Esta marcha, que ha sonado algunos años tras el palio de la Hiniesta, suele escucharse casi todos los años tras la Virgen de la Candelaria en la tarde-noche del Martes Santo y siempre en el mismo lugar: la calle Cuna. No sabemos si por tradición o por alguna razón en especial -invocamos a los queridos amigos de la banda y hermandad a que arrojen algo de luz al asunto- pero es una apuesta segura. Y, además, se llevarán los cofrades al zurrón de los recuerdos una chicotá distinta, con personalidad, de otro tiempo. De las que hacen falta. De las que ayudan a la pervivencia de la fiesta. Una vez más, las experiencias personales y la Semana Santa vienen a ser, en suma, lo mismo.
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