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La tradición por encima del miedo

El especialista Jaime Rodríguez Sacristán aporta una serie de consejos para afrontar las secuelas del pánico sufrido en la Madrugada

Jaime Rodríguez Sacristán. / Belén Vargas
Diego J. Geniz

16 de abril 2017 - 02:40

Anteponer la tradición, la historia y la devoción al miedo. Se trata, en resumen, del consejo dado por el psiquiatra Jaime Rodríguez Sacristán a los niños que padecieron la pasada Madrugada las consecuencias de las avalanchas de público. Este especialista en Psiquiatría Infantil recomienda a los padres, e incluso a los maestros, que traten con sumo cuidado los próximos días este asunto, de manera que deje el mínimo trauma en los menores y en éstos se genere la ilusión para salir en las cofradías en 2018.

"Hay que hacerles ver que situaciones como las vividas en la Madrugada pueden ocurrir en otros ámbitos, en cualquier concentración de personas", explica Rodríguez Sacristán, quien incide en que por encima de todo hay que concienciarles de que "la tradición, la historia y la devoción por unas imágenes debe vencer al miedo". "Hay que anteponer esos valores al pánico", mantiene este especialista, que detalla que el proceso para que el temor desaparezca en los niños ha de adecuarse "a las circunstancias de cada uno". "Hay niños que son muy fuertes y otros que son más sensibles. Si los padres no se sienten capaces de acabar con el pánico generado en ellos, siempre resulta conveniente acudir a un profesional de la Psicología para que los traten", advierte Rodríguez Sacristán.

El pánico es una reacción cerebral. "Se genera en una zona del cerebro que provoca el descontrol en un individuo", mantiene este profesional. La forma de afrontarlo depende de cada persona. "Ahí influyen la edad y los genes", asegura Rodríguez Sacristán, que explica que las personas que más lo padecen lo heredan de los padres.

Quienes hayan vivido sucesos como los de la pasada Madrugada suelen sufrir días posteriores problemas de angustia. "Les cuesta conciliar el sueño. Si duermen, lo hacen pocas horas. Tampoco tienen apetito". Son los síntomas que, según este psiquiatra, presentan quienes se enfrentan a este tipo de situaciones. "Por tal motivo, siempre es recomendable ponerse en manos de un especialista si observamos que el problema persiste. Hasta que no se acabe con esa sensación de angustia, no solucionaremos el problema", destaca el psiquiatra.

A este reconocido especialista, no obstante, lo que más le sorprende es que en la Semana Santa no se haya producido una situación como ésta hasta el año 2000, y ello pese a haber pasado por los 80 y principios de los 90, la época en la que la fiesta vivió su masificación. "Sucesos como éstos son relativamente habituales en una dinámica de grandes grupos", destaca el especialista. El hecho de que hasta el inicio del presente siglo no haya sucedido algo así -y tras varias centurias de historia- demuestra también un cambio social en aspectos tan fundamentales para la convivencia como son la educación y el valor del respeto.

Esta explicación lleva a analizar el perfil de quienes, presuntamente, generaron el pánico en las calles la pasada Madrugada. "Es un error generalizar. No se puede afirmar de manera tan rotunda que son grupos antirreligiosos", subraya Rodríguez Sacristán. Para este especialista, los pequeños grupos que provocaron las avalanchas no actúan por motivos de ideología. "No tienen filosofía", agrega. "No son personas antirreligiosas, sino antisociales, caracterizados por una falta de respeto a los valores transmitidos", argumenta este psiquiatra sevillano.

"Lo único que une a estas personas es una conducta impulsiva y delictiva. No estamos ante individuos inteligentes, capaces de trazar un arduo plan para hacer añicos la noche más importante de Sevilla. Se aprovechan de la facilidad de generar el pánico en las personas, tras los sucesos del año 2000, para provocar las estampidas. Así se creen valientes", explica el psiquiatra.

Para solucionar el problema, al margen de las medidas de seguridad, el proceso es largo. "No es un remedio inmediato ni a medio plazo. Se necesitan muchos años para trabajar con estas personas e inculcarles la importancia de respetar los valores de la convivencia social", concluye.

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