Una tarde como las de otros tiempos
El Carmen Doloroso se arriesgó con los pronósticos en contra y el día se recompuso con seis cofradías en las calles Descontrol tras una llovizna poco después de las 22 horas
FUE un Miércoles Santo raro, como los de otros tiempos, cuando no se utilizaban los pronósticos meteorológicos como dogma de fe. Tocaba otro día de mirar al cielo. A mediodía, en Nervión, ya se vieron las primeras lágrimas. La Sed había desistido de iniciar su largo recorrido, que tenía una duración prevista de 14 horas y 30 minutos en las calles. A esa hora se manejaban pronósticos que daban no sólo lloviznas, sino también chubascos, a diversas horas del día, más probables antes de las seis de la tarde, pero también posibles en horario nocturno y al filo de la madrugada. Cae un chaparrón en Nervión, apenas se ha anunciado que la cofradía no sale. El Cristo de la Sed y la Virgen de Consolación no irán este año a la Catedral.
En San Bernardo se notaba ambiente tenso. Los nazarenos van llegando a la parroquia desde los más diversos lugares de Sevilla. El ambiente festivo del Miércoles Santo no es tan animado como otras veces, aunque se percibe en los bares del barrio y en el entorno incluso de la Puerta de la Carne. Poco después de las dos de la tarde, cuando la cofradía ya ha anunciado que no sale, cae otro chaparrón de confirmación. El Cristo de la Salud y la Virgen del Refugio se mueven en el interior del templo, a hombros de sus costaleros y a sones de marchas interpretadas al órgano. Nos tenemos que conformar con los recuerdos de otros años.
Cuando la gente se teme lo peor, es recomendable apurar las mañanas para ver los templos. Eso es lo que hacían muchos en el centro. En las visitas participa el arzobispo, Juan José Asenjo, y también el alcalde, Juan Ignacio Zoido, cuando sus ocupaciones se lo permiten. También vimos en San Pedro al pregonero, Francisco Javier Segura.
Cerca de allí, en la capilla de San Andrés, la cola para ver los pasos de los Panaderos llega casi a la esquina de Orfila con Laraña. El paso del Prendimiento lleva esta vez lirios morados y la Virgen de Regla un amplio surtido de flores blancas. En San Martín está otro paso de misterio que esta vez también lleva lirios, el de la Lanzada, mientras la Virgen del Buen Fin tiene una combinación de rosas y otras flores varias, con parecido a otros pasos que ya dispuestas en ramilletes cónicos.
De vez en cuando llueve, para que nadie lo olvide. El Miércoles Santo no es de los días más difíciles para moverse, ni de los más fáciles tampoco. Hay dos templos cercanos en el barrio de San Vicente. En el convento franciscano de San Antonio de Padua están el Cristo del Buen Fin y la Virgen de la Palma. Cerca de allí, en la parroquia de San Vicente, está el añejo misterio de las Siete Palabras. Vamos a terminar esta mañana en el Baratillo, con el misterio de la Piedad y la Virgen de la Caridad. En el Baratillo pasa como en la capilla de San Andrés, que no se cabe.
Tras las decisiones de la Sed y San Bernardo, a primeras horas de la tarde, estaba por ver lo que hacía El Carmen Doloroso. El día cambió el signo negativo en Omnium Sanctorum. La cofradía decidió arriesgarse, tras retrasar la salida más de una hora, a pesar de los pronósticos que alertaban de lluvias probables hacia las seis de la tarde. Ni siquiera recortaron el itinerario, sino que pasaron por el bulevar de la Alameda de Hércules, lleno de público por cierto. La cofradía va tomando un sesgo claro carmelitano. En la presidencia del paso de la Virgen iban representaciones de la Marina, así como los priores de los carmelitas descalzos del Santo Ángel y los carmelitas calzados del Buen Suceso.
Otra cofradía de vinculación frailuna, en este caso franciscana, como es el Buen Fin, optó por la prudencia y no salió. Parecía que sólo tendríamos un Miércoles Santo con el Carmen Doloroso, hasta que la Lanzada y el Baratillo se apuntaron a salir con riesgo, tras retrasar su salida a las seis y media de la tarde.
Hubo mucha, muchísima suerte, en esas horas de la tarde. Cuando el paso de misterio de La Lanzada acababa de salir del tramo estrecho de la calle Cervantes, por donde había acortado su itinerario, estaba lloviendo en varios municipios cercanos, entre ellos Dos Hermanas, y también en algunos barrios del sur de Sevilla. A esa hora estaba la Piedad en la calle Adriano.
Con esos ánimos, el Cristo de Burgos salía por la puerta de San Pedro a las ocho de la tarde, siempre bajo un cielo de nubes negras. También optaron por salir las Siete Palabras y los Panaderos. La noche parecía salvada, hasta que poco después de las 22 horas una llovizna (que también estaba anunciada por la Aemet) y que duró unos 15 minutos, no perdonó y creó el descontrol.
El Baratillo acortó por Fray Ceferino, refugió a la Piedad bajo el Arco del Postigo y la Caridad en la Catedral, por lo que la cofradía quedó dividida. los nazarenos de la Virgen se volvieron hacia detrás y poco después hacia delante, un tanto desconcertados.
Pero lo peor ocurrió en la Campana, cuando los Panaderos decidió suspender su estación y volver a la capilla, subiendo por Martín Villa. Pese a ello, le tocaron varias marchas al paso de misterio que se recreó a base de bien en la Campana, mientras la Lanzada aguardaba en la calle Cuna, imposibilitada de seguir hacia su templo. Fue un gesto muy criticado por las muchas personas que lo estaban presenciando, por lo que supone de falta de solidaridad. Aunque lo compensaron con un gran esfuerzo en el paso de la Virgen de Regla. Fue un día como los de antes, y una jornada que casi acaba a ciriazos por las esquinas, como en aquellos viejos tiempos.
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