Análisis
Santiago Carbó
Tras un buen año en lo macroeconómico, en 2025 hará falta mucho más
Restauración
Tras varios meses de restauración, los hermanos de la cofradía de San Lorenzo ya pueden contemplar el resultado de los trabajos acometidos sobre el manto de salida procesional de la Virgen de la Soledad, una de las piezas claves para comprender el bordado decimonónico de la ciudad. La obra fue depositada en el taller de CYRTA allá por el mes de abril y este mismo viernes ha quedado expuesta en la capilla de la corporación.
La empresa restauradora, además, ofrecerá esta noche, al término del tercer día de triduo a la Virgen de Rocamador, una charla informativa acerca de todo el proceso de intervención, un proyecto que ha permitido devolver el estado óptimo a la pieza. También será bendecido un nuevo manto de vistas para la dolorosa.
La restauración ha sido sufragada gracias a la subvención concedida por la Consejería de Cultura, Turismo y Deporte de la Junta de Andalucía, que tanto soporte económico están ofreciendo a diferentes proyectos de las cofradías sevillanas, como la restauración del Simpecado de la Macarena, el retablo mayor de la capilla del Museo o el azulejo del Santísimo Cristo del Amor en la calle Villegas.
En el año 1866 empieza a gestarse la ejecución de un manto bordado para Nuestra Señora de la Soledad. La autoría del mismo era desconocida hasta una reciente investigación, si bien venía atribuyéndose, sin fundamento alguno, a Teresa del Castillo. Ya en 1998 se apuntaba que podría deberse a la firma de Josefa Antúnez, pues una noticia aparecida en el diario El Porvenir de 28 de marzo de 1867 menciona como su autora a «la Señora de Muñiz» y la mencionada bordadora firmaba a veces como «Josefa Antúnez de Muñiz». La aparición de documentos en la Hermandad de la Columna y Azotes en los que Antonio Muñiz firmaba como esposo de Josefa Antúnez recibos por trabajos de la artista corrobora la teoría y certifica bien a las claras que fue la mayor de las hermanas Antúnez quien ejecutase la pieza, que se dilató en el tiempo ocho años.
Dificultades económicas hicieron que la prenda no se concluyese y su estreno el Viernes Santo de 1867 fuese sólo parcial. Los pagos fueron prolongándose en el tiempo hasta 1872, y no se continuó el bordado, abriéndose una suscripción entre los hermanos para poder culminar la obra. Por fin, en 1875 se concluiría el manto, sobre el que han intervenido los talleres de Guillermo Carrasquilla en 1954 y Rosario Bernardino en 1988.
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