La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Más allá de la voz de la Laura Gallego
Cumplir el propósito con el que fue creado. Los sevillanos ya puede rezar ante el Crucificado de la Clemencia, una de las obras capitales de Juan Martínez Montañés, como hiciera el arcediano Mateo Vázquez de Leca, quien encargó la imagen para su oratorio privado el 5 de abril de 1603. El Cabildo Catedral ha decidido abrir la capilla de San Andrés para la oración mientras el Templo Metropolitano permanezca abierto. Para ello ha sido fundamental las reformas que se han acometido en los últimos tiempos en este espacio por parte de los responsables del edificio. Las personas que acudan a rezar dispondrán de un folleto informativo y código QR de descarga.
"El Cabildo ha querido seguir el esquema trazado por el canónigo y Arcediano de Carmona según reza en el contrato que éste estableció con el artista y que dejaba claro el encargo de un crucificado que mirase "a cualquier persona que estuviera orando a el pie de Él". Así ha anunciado la Catedral la apertura de la Capilla de San Andrés para la oración.
La Catedral finalizó en junio de 2020 la remodelación de esta capilla, unos trabajos acometidos mientras el Cristo de la Clemencia, también conocido como de los Cálices, permaneció expuesto en el Museo de Bellas Artes con motivo de la gran exposición dedicada a Martínez Montañés. Los trabajos de reorganización fueron aprobados por la Comisión Provincial de Patrimonio Histórico.
Por una parte, se procedió a retirar el retablo del Sagrado Corazón de Jesús, que permanecía oculto por un telón que servía de fondo para el Cristo de la Clemencia, que, según informó entonces la Catedral, "aparecía en una disposición forzada y poco adecuada a las características de tan notable obra e impidiendo realizar las tareas imprescindibles de mantenimiento".
Retirado el retablo, se desplazó el altar de alabastro que lo completaba hasta disponerlo adosado a la pared sur de la capilla. Con esta actuación se pudo recuperar su espacialidad original, disponiendo al Cristo con su dosel sobre la desnuda pared de piedra de la capilla, con una austeridad formal que refuerza el dramatismo de la magistral obra de Martínez Montañés.
La capilla se completó con la nueva disposición del grupo escultórico funerario de los Pérez de Guzmán, cuatro esculturas que desde mediados del XVIII se dispusieron alineadas junto a la pared occidental de la capilla, sobre un banco corrido, "en una desafortunada composición que no permitía contemplar tan valiosas piezas y que hacían además ininteligible la propuesta general de este espacio". Las esculturas se trasladaron junto al acceso a la capilla, disponiéndolas de dos en dos, con los pies hacia el centro, reforzando la axialidad que impone la posición del Cristo. El caballero y su padre se sitúan en el flanco derecho y la esposa y su hijo en el flanco izquierdo.
Con todo ello, se consiguió reforzar la intensidad dramática de la contemplación del Cristo de la Clemencia a tantos devotos que oran ante él, que ahora lo podrán hacer desde el interior de la capilla.
El Cristo de la Clemencia fue un encargo del arcediano de Carmona y canónigo de la Catedral de Sevilla Mateo Vázquez de Leca. El canónigo impuso a Montañés una serie de características para la talla, además de las condiciones técnicas habituales.
En el Concierto para realizar un crucifijo entre Juan Martínez Montañés y don Mateo Vázquez de Leca, arcediano de Carmona y canónigo de Sevilla, de fecha cinco de mayo de 1603, redactado por Juan de Tordesillas, escribano público, se dice: "Item es condición que el dicho Cristo a de estar enclavado en la cruz arriba dicha con dos clavos en los pies y uno en cada mano, que por todo an de ser quatro clavos". Y se añade "Item es condición que el dicho Cristo crucificado a de ser mucho mejor que uno que los dias passados ise para las provincias del Pirú de las Yndias".
Vázquez de Leca donó pronto la imagen del Cricificado. En 1614 fue entregado al monasterio de Santa María de las Cuevas, donde fue depositado en la capillla del Nacimiento, en un primer luga; en la de Santa Ana, dos años después.
En la Cartuja permanecería hasta inicios del siglo XIX, como narra Rafael de Besa Gutiérrez en su publicación El Cristo de la Clemencia: Itinerario de una imagen excepcional. Con motivo de la invasión francesa, en abril de 1811 sería trasladado al Alcázar. Regresó a la Cartuja el 13 de octubre de 1813.
De nuevo tendría que abandonar la capilla de Santa Ana, en esta ocasión para no regresar más, con motivo de la Desamortización de Mendizábal, en 1835. Cuenta Rafael de Besa que probablemente en 1836 el Cristo estuviera guardado en un almacén de la calle Colcheros a la espera de la creación del museo de la ciudad.
En 1836, con motivo de la amenaza de la guerra carlista, el Crucificado, junto a otras obras, fue llevado a la Catedral, donde quedaría por unos años. En 1841 se inicia la recogida de las obras para llevarlas al nuevo Museo de Bellas Artes que se había creado en el antiguo convento Casa Grande de la Merced. En 1842 ya hay testimonios de la presencia del Cristo en el museo.
Pronto se dieron cuenta los responsables de la Comisión de Monumentos que el Museo de Bellas Artes no era el mejor lugar para una obra de estas características. López Cepero -cuenta Rafael de Besa- vicepresidente de la comisión pide en 1845 el traslado a la Catedral: "Solo en aquel templo era donde podía lucir su mérito y no en el Museo por carecer de un sitio tan a propósito como el que allí tenía; á mas de que la veneración que en Sevilla se le tributa hacia necesaria dicha traslación".
La reina Isabel II aceptó la petición. La confirmación oficial del traslado llegó el 11 de abril de 1845, cuando se remitió una real orden al deán de la Catedral. La fecha elegida para el traslado fue el 31 de mayo de 1845. "En toda la documentación del proceso siempre queda claro que el carácter del traslado era en calidad de depósito, por lo que en ningún momento se renuncia por parte del museo a la propiedad del Cristo de la Clemencia", señala Rafael de Besa.
El Cristo de la Clemencia volvió en 174 años después al Museo de Bellas Artes de Sevilla, en noviembre de 2019. Desde el antiguo convento Casa Grande la Merced salió el Crucificado el 31 de mayo de 1845 con destino a la Catedral sevillana, donde ha permanecido depositado desde entonces.
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