Tres devociones del antiguo Reino de Sevilla en la Magna: Setefilla, Valme y Consolación
Leyenda e historia se entremezclan en estos referentes de la religiosidad popular de la Archidiócesis
Tuvieron origen medieval y fueron adaptadas para ser vestidas
Valme, Consolación y Setefilla estarán en veneración en la parroquia del Sagrario en las vísperas de la magna
Es, sin duda, uno de los alicientes para contemplar la procesión magna con la que el próximo 8 de diciembre se clausurará en Sevilla el II Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular. La participación de tres imágenes marianas de la provincia en este acontecimiento cofradiero propicia una magnífica ocasión para conocer la devoción que se les profesa en los municipios donde son veneradas desde hace siglos. La Virgen de Setefilla, de Lora del Río; la de Valme, de Dos Hermanas; y la de Consolación, de Utrera, aglutinan buena parte de la historia religiosa del antiguo Reino de Sevilla. Las costumbres creadas en torno a ellas y el importante patrimonio que han atesorado justifican con creces su inclusión en el cortejo.
En este reportaje analizamos el origen y las tradiciones de estas devociones de referencia en la Archidiócesis de Sevilla que, de forma extraordinaria, son veneradas estos días en la capital. Lo han hecho en la parroquia del Sagrario desde el lunes 2 de diciembre, mientras que cada jornada del Congreso han presidido el Altar del Jubileo de la Catedral. El miércoles 4 lo hizo la Virgen de Valme, el jueves 5 la de Setefilla y el viernes 6, Consolación de Utrera. Las tres, por cierto, coronadas canónicamente.
La primera de ellas en participar en la procesión será la Virgen de Setefilla, patrona de Lora del Río, municipio que sirve de frontera entre la Vega sevillana y la Sierra Morena (antigua Sierra Norte). Como tantas imágenes marianas, su origen se encuentra a medio camino entre la leyenda y la historia. Según la tradición oral, este icono permanecía oculto en un pozo del primitivo poblado de Setefilla, donde fue guardada durante la invasión árabe. Una vez reconquistados estos territorios por Fernando III, sería descubierta y volvería a recibir culto. La historia, sin embargo, con menor carga literaria, sitúa el origen devocional de la patrona loreña a finales de la Edad Media, cuando el Rey santo entrega estos territorios (formados por siete poblados, de ahí su nombre, siete villas) a la orden de San Juan del Hospital de Jerusalén.
Desde la Reconquista
Se trata de una imagen de origen gótico, de 71 centímetros de altura. Con el paso del tiempo -como ocurrió con muchas otras de hechura similar- fue adaptada a virgen vestidera, emulando la indumentaria que lucían entonces las reinas y damas de la corte de los Austrias. La trayectoria de la la Virgen de Setefilla es común a otras -como Gracia de Carmona o Valle de Écija- del antiguo Reino de Sevilla. Su origen se remonta a la Reconquista, cuando ante la falta de talleres religiosos se traen imágenes de otros territorios cristianos para fomentar la devoción mariana, tras distintos concilios en los que la Iglesia reconoce a María como mediadora ante Dios. Este papel avala la figura de los monarcas, considerados vicarios de la divinidad y la Virgen, intercesora de su poder.
Su advocación primitiva, que aún conserva, es la de Nuestra Señora de la Encarnación, de ahí que sus primeras fiestas se celebraran el 25 de marzo, cuando la Iglesia conmemora la Anunciación de la Virgen. Ya de entonces existen referencias de los festejos que, similares a las romerías actuales, tenían lugar en el santuario donde se le rinde culto, en la Sierra Morena de Sevilla. Un lugar de importancia estratégica, al divisarse desde él la Vega y la campiña sevillanas, además de las comarcas cordobesas más cercanas. Su romería pasó a celebrarse en 1587 el 8 de septiembre, festividad de la Natividad de la Virgen, fecha que se mantiene hoy día.
La imagen actual es una reproducción de la primitiva, realizada por Agustín Sánchez-Cid (el mismo autor del actual Cristo de San Agustín), al perderse la original en los infaustos días de la guerra civil de 1936. Sí pudo conservarse su rico patrimonio, en el que destacan varios ternos, como el de terciopelo corintio (de finales del siglo XIX), y los atributos de reina, como la corona de oro (Juan Ruiz, 1800) y la ráfaga, también de principios de la centuria decimonónica.
No debe pasarse por alto el paso en el que procesiona. La imagen la cobija el templete más antiguo de la provincia, labrado por el platero Diego Gallegos en 1696. De base rectangular y con cuatro columnas, está rematado por una semicúpula con decoración barroca, que culmina en una linterna, de donde pende una campana, cuyo sonido está ligado al rito más peculiar de esta imagen: las idas y venidas a Lora. Estos traslados están precedidos de la salida del Viejo, término con el que se denomina al hermano de más edad, quien llevado en una silla gestatoria pide al párroco del municipio y al hermano mayor de la corporación que la Serranita Hermosa regrese al municipio, al haber transcurrido cinco años desde que fuera devuelta a su ermita. El traslado de ida suele tener lugar en mayo. El templete de la Virgen es cubierto por los descendientes de una saga familiar, la de Diego Martínez. Es portado durante 11 kilómetros mediante pujas (que, además de un fin organizativo, generan importantes ingresos económicos para la hermandad) hasta que llega al pueblo. Allí, una vez descubierta de nuevo la patrona, es conducida hasta la parroquia de la Asunción, donde permanecerá en veneración un mínimo de dos Corpus. Los loreños cubren sus cabezas con pañuelos blancos -dispuestos a la bandolera- en esta tradición, una de las más peculiares de la provincia, donde no cesan los vítores a María Santísima.
Esta forma tan peculiar de portar a la Virgen de Setefilla -que tanto recuerda a la de la Virgen del Rocío de Almonte, pues ambos municipios pertenecieron al Reino de Sevilla- se podrá contemplar este 8 de diciembre, cuando la devotísima imagen acabe el recorrido oficial de la Magna y comience su traslado hasta la parroquia de San Andrés, donde finalizará la procesión extraordinaria en un entorno bellamente engalanado para la ocasión.
"¡Váleme, Señora!"
La segunda imagen de la provincia en participar en este culto extraordinario es la de Valme, protectora de Dos Hermanas. La figura de Fernando III vuelve a ser clave para explicar el origen de esta advocación, una de las más extendidas en Andalucía, en parte gracias a su romería, cada tercer domingo de octubre, que reúne a miles de peregrinos. De nuevo, la leyenda entronca con la historia. El rey santo, días antes de tomar Sevilla, se encomendó a una pequeña talla mariana que lo acompañaba en las ballatas con la súplica de "¡Váleme, Señora!". Imploración con promesa incluida de, si le ayudaba a conquistar la antigua Isbilya, le construiría una capilla en su honor en aquel lugar, donde la dejaría depositada junto al pendón que le arrebatase a los musulmanes.
Dicho y hecho. Este templo, situado en el pago del Cortijo de Cuarto, quedaría por siempre vinculado a la devoción nazarena. En su devenir, sufrió los estragos de la invasión francesa, que lo dejó postrado en el olvido. Dos apellidos fueron fundamentales en revitalizar la ermita en el siglo XIX. La de la novelista Celia Bölh de Faber (Fernán Caballero), que dio a conocer la historia de esta imagen fernandina en la novela La familia de Alvareda (1856), y los duques de Montpensier, que financiaron su restauración. La hermana y cuñado de Isabel II tuvieron especial presencia y notoriedad en la religiosidad popular andaluza, al revitalizar y propagar bastantes tradiciones, como el Rocío y la Semana Santa de Sevilla. En 1894, con la sagrada imagen ya en la parroquia de la Magdalena de Dos Hermanas, se organizó la primera romería.
Este icono, también gótico, mide 68 centímetros de altura. Sostiene a su Hijo -que porta una paloma- en la rodilla izquierda, mientras que en la derecha lleva una flor. Como en los tres casos que nos ocupan, fue mutilada a partir del siglo XVI para ser adaptada a virgen vestidera. El aspecto que presenta actualmente se debe al espíritu academicista que empezó a imperar a finales del siglo XIX. Una línea de actuación que perseguía presentar las imágenes tal fueron concebidas originalmente. La restitución fue posible mediante el trabajo del escultor Adolfo López y el pintor Virgilio Mattoni. Actualmente presenta una simbiosis de ambos periodos, como ocurre con varias imágenes letíficas de la capital, caso de la Virgen del Amparo o la Reina de Todos los Santos. La talla no aparece vestida por completo, sólo cubierta por manto y toca.
Procesiona sobre jamuga realizada por Fernando Marmolejo en la década de los 70, de similar hechura a la de la Virgen de los Reyes. Desde 2023 -cuando se cumplieron 775 años de la Reconquista de Sevilla- cuenta con un nuevo paso (diseñado por Javier Sánchez de los Reyes) en el que destaca su templete, en cuya ejecución (en estilo neogótico) han participado Orfebrería Juan Lozano y el taller de bordados Santa Clara. Lo iluminan cuatro candelabros de guardabrisas. Es la segunda vez que este conjunto se contemplará en la ciudad hispalense, tras la procesión también extraordinaria en el otoño del año pasado para celebrar la referida efeméride.
La protectora de Dos Hermanas estará acompañada musicalmente por la banda de Santa Ana, de la localidad nazarena. Una vez que concluya su participación en el recorrido oficial, recorrerá las calles del centro de Sevilla hasta su entrada en la iglesia del Salvador, donde estará expuesta en veneración el día siguiente.
Una lámpara de aceite
La tercera imagen de la provincia en el recorrido oficial es la Virgen de Consolación, patrona de Utrera, cuya devoción traspasó siglos pasados las fronteras españolas. No en vano, se considera que su romería tuvo tal fama como la actual del Rocío, una de las más multitudinarias. Aunque se estima que este icono mariano pudo venir de la capital, lo cierto es que otro milagro contribuyó a extender su culto: la famosa lámpara de aceite que se mantuvo durante semanas encendida sin explicación alguna. La posición estratégica de su santuario, en el camino entre Sevilla y Cádiz -en época floreciente tras el Descubrimiento de América- propició que se fundaran hasta 40 hermandades filiales que la veneraban, algunas, incluso, de Portugal.
Se trata, como las dos anteriores, de una imagen gótica, transformada siglos después para ser vestida a la moda de los Austrias con un riquísimo ajuar que ha ido atesorando. Entre las piezas que conforman su indumentaria, no puede pasarse por alto el famoso barquito que porta en su mano derecha, fruto de un exvoto entregado por el capitán Rodrigo de Salinas, debido a la devoción que a la Virgen de Consolación le profesaban quienes se embarcaban en la Carrera de Indias. Por cierto, este característico enser era en su origen un perfumador.
Para la procesión magna, se recupera el baldaquino que labrase en 1964 Fernando Marmolejo para su coronación canónica. Está formado por cuatro varales, dintel y bóveda. La peana en la que se encuentra entronizada la sagrada imagen es regalo de la Hermandad de la Macarena, cuya dolorosa se coronó el mismo año que la Patrona de Utrera. La Asociación Musical Álvarez Quintero será la que la acompañe en esta jornada histórica por la capital. Tras el recorrido oficial, iniciará el regreso hasta la iglesia de Nuestra Señora de Consolación (Los Terceros), sede de la Hermandad de la Cena.
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