Santa Marta, el beso con el que julio se despide en Sevilla
La imagen que talló Sebastián Santos recibe la veneración de los devotos en un día marcado por el bochorno
El olor a nardos que decoran el altar llega hasta la Plaza Fernando de Herrera
¿Estáis puestos para el maratón de la Magna?
Antes de que agosto se apodere del calendario sevillano -y con él el éxodo masivo a las playas-, hay un beso que dar en San Andrés. La parroquia a la que antecede la Plaza Fernando de Herrera, famosa por los veladores del bar donde se comen los mejores flamenquines de la ciudad, está abierta de par en par. De su interior sale un olor a nardos que pregonan la cercanía del 15 de agosto. Heraldos del amanecer más hermoso.
Es 29 de julio y Santa Marta está de besamano. Se celebra su festividad. En el centro del presbiterio, la sagrada imagen que talló Sebastián Santos. Desde que se abren las puertas a las diez de la mañana hay devotas que acuden a este ritual veraniego. Todas lo hacen con abanico en mano, pues resulta complicado estar a pie parado sin remover el aire.
La noche ha sido de las que llaman tropical. Ha resultado difícil conciliar el sueño sin ventilador o aire acondicionado. La mañana no mejora mucho. Cielos cubiertos y un chaparrón de barro que lo ensucia todo. El bochorno es insoportable. Parece faltar el aire.
San Andrés en un remanso de tranquilidad, donde rezar y reposar mientras desaparece el sudor de la frente. Los mismos que tendría la santa de Betania, acostumbrada a las faenas domésticas y a dejarlo todo pulcro cuando en su casa recibía al Señor. Dicen de ella que venció al dragón en la provenza francesa. Animal que, en el imaginario colectivo, expulsa fuego por la boca, como lo hacen las calles en esta mañana aún temprana.
Santa Marta: acetre, hisopo y mano en la que se posan los besos con los que julio expira. Un señuelo de Lunes Santo en mitad de la canícula.
También te puede interesar
Lo último
Investigación y Tecnología
Los beneficios del yoga invertido que potencian la concentración y ayuda a reducir el estrés