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Santa Marta en Sevilla: Devoción, leyenda e iconografía del 29J

Tradiciones

La santa que da nombre a la cofradía del Lunes Santo tiene una peculiar representación en varios municipios

Sus cultos en San Andrés pregonan, con el olor a nardo, la llegada de agosto

Un devoto reza a Santa Marta, en la parroquia de San Andrés. / José Ángel García

Acaba julio en Sevilla con olores que pregonan un nuevo agosto. Hay días de verano marcados por su peculiar liturgia. El 29J amanece con el perfume que regalan los nardos en la parroquia de San Andrés. Pocos aromas están tan llenos de recuerdos. Santa Marta es la protagonista de una jornada que, al coincidir con viernes, sirve de éxodo para muchos sevillanos que buscan su destino de vacaciones. Pero hay muchos otros que no renuncian a la visita de esta fecha en la que se recuerda a la fiel servidora de Jesús y patrona de los hosteleros, colectivo de continua reivindicación.

La cofradía del Lunes Santo la tiene como titular. Es la que le da nombre y la que está en sus orígenes gremiales. En el centro del presbiterio, rodeada de la flor cuyo olor lo embriaga todo, se alza la imagen que talló Sebastián Santos para representar a esta antigua vecina de Betania que, según la tradición oral, acabó sus días en la Provenza francesa con sus hermanos, predicando la palabra del Maestro.

De esta comarca gala surgió una leyenda y de ella, la curiosa iconografía con la que se la representa en múltiples municipios y que detalla el historiador del Arte Nacho Sánchez Rico en las redes sociales. La gesta ocurrió en la ciudad de Tarancón, donde los vecinos vivían atemorizados por un dragón que les hacía la existencia un poco complicada. Una situación insufrible a la que puso remedio la santa afanada en las labores domésticas (así lo dicen los evangelios). Tomó agua bendita, la vertió en un acetre y con un hisopo se la roció a la fiera que, una vez domada, se convirtió en animal de compañía de esta mujer. Precedente ancestral de empoderamiento femenino.

Santa Marta, imagen de Sebastián Santos para la cofradía a la que da nombre. / José Ángel García

El milagro, que bien pudiera haber servido de trama central para una nueva temporada de Juego de Tronos, dio origen a la iconografía con la que se la representa en pueblos como La Algaba, localidad ribereña en la que ejerce el patronazgo desde 1600, cuando obró otro bien comunitario: poner fin a la epidemia de peste que asolaba al municipio. A esta protectora se le dedica cada 28 y 29 de julio el famoso toque de clarín para que a los vecinos no se les olvide tan importante fecha. Algo parecido a lo que Facebook nos recuerda cada amanecer con cumpleaños ajenos y efemérides diversas. Tanto siglos ejerciendo de patrona le ha valido la concesión de las llaves de oro de la localidad. Distinción por domar las fieras del tiempo.

Por cierto, que el dragón acabó siendo conocido por su gentilicio y se le puso nombre femenino, que por algo lo domó una mujer: La Tarasca. Su representación fue habitual, como componente pagano, en la procesión del Corpus de Sevilla. Tradición que sobrevive en algunas ciudades, como Granada, donde es vestida y peinada por jóvenes promesas de la estética y el diseño. Este año, incluso, ha estrenado manicura.

Veneración en Santa Marta el 29 de julio. / José Ángel García

También es patrona de Los Molares, cuya imagen talló Francisco Buiza y protagoniza una de las procesiones más concurridas del verano en la provincia sevillana, donde resulta muy aconsejable hacer rutas, al caer la tarde, para conocer estas manifestaciones de religiosidad popular que cuentan su historia por siglos. Eso sí, el precio del combustible les hará sufrir cierta penitencia en el bolsillo.

Pero de todos los momentos del 29J, éste que les escribe se sigue quedando con la mañana en esa plazuela que sirve de atrio a la parroquia de San Andrés. El olor a nardos, la visita de las devotas, el aleteo de abanicos y esa santa que, con acetre e hisopo, es capaz de domar las almas más indómitas. Incluso aquéllas que, como la mía, reniegan del verano. Marta siempre apaciguando la fiera que llevamos dentro.

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