San José Obrero vuelve a su barrio entre vítores, sevillanas y palmas

La imagen del Santo entró en su parroquia en torno a la medianoche de este lunes

Su transcurrir por el centro dejó estampas inolvidables para este barrio sevillano

Siete horas de procesión y todo un barrio volcado con su patrón

No olvidarán mientras vivan los hermanos de San José Obrero este catorce de mayo. Esta joven pero más que asentada cofradía regaló a sus hermanos y devotos un fin de semana que quedará grabado en la retina de su propia historia. Más de siete horas de procesión para poner el broche de oro al Pregón de las Glorias, acto que presidió este Santo en la Catedral de Sevilla. Tras la celebración de la misa matutina en la seo hispalense, el cortejo regresó a las calles quince minutos antes de las cinco de la tarde en busca del Ayuntamiento, donde fue recibido de manera institucional por la corporación municipal. No faltaron las mantillas, que le imprimieron al cortejo ese aire popular, auténtico, de barrio, que tanto se añora en nuestra religiosidad popular.

Tras la comparecencia de la Banda de Coria del Río, que interpretó marchas procesionales al Santo en su discurrir por el andén consistorial, la comitiva subió la Cuesta del Rosario y tomó la calle Ángel María Camacho para no interferir en la preparación de la salida de la Salud de San Isidoro. Marchas clásicas y reconocibles por parte de la Agrupación de los Gitanos, que acompañó en todo momento al paso a excepción del tramo de Santa Ángela a San Román, cuando tomó el relevo la Agrupación María Santísima de las Angustias. Una generosa petalada despidió al Santo en la Alfalfa, una vez interpretadas las primeras sevillanas de la tarde. A partir de ahí, todo se fue tornando en una mezcla de nostalgia tildada de satisfacción, sabedores sus hermanos de lo irrepetible de esta procesión.

Visitó el Divino Carpintero el convento de Santa Ángela y la parroquia de San Román antes de acceder a la calle Sol y poco a poco adentrarse su propia feligresía. Pasó precisamente San José Obrero ante la Basílica de María Auxiliadora, donde la imagen recibió culto antes de ser trasladado a su barrio actual. Cayó la noche y el ambiente se alimentó de familiaridad y cercanía. Las puertas abiertas a la brisa de mayo, las colgaduras perfectamente dispuestas, las sevillanas y petaladas desde los balcones preparados con un esmero desmedido... Todo volvió recuperó, en suma, su sentido: porque nada más auténtico y veraz, nada con más necesidad de ser preservado y cuidado que la devoción de nuestros barrios. Toda raíz permanece en estos detalles. San José Obrero, y lo decimos con el corazón en la mano, ha conquistado la ciudad a base de humildad, sencillez y humanidad. No hace falta más. Se cumplió el sueño.

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