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La salida de la Redención en 2022: 'La Saeta' para un exilio

El jubileo de la pestaña

Una de las imágenes más esperadas del Lunes Santo la protagoniza la Redención, que ha salido de la iglesia de los Gitanos con constantes referencias a la cofradía de la Madrugada

El misterio del Señor de la Redención, antes de salir del templo de los Gitanos. / Antonio Pizarro

Reconozco que si no hubiera sido por mi amiga Charo Padilla, musa de muchos oyentes cofradieros, me hubiera resultado muy complicado averiguar por dónde se entraba ayer al santuario de los Gitanos. Este templo, antigua iglesia del Valle, ha sido testigo de una de las novedades de la Semana Santa de 2022: la salida, por obras en su sede canónica, de la Hermandad de la Redención, así llamada por las nuevas generaciones, aunque ya saben que desde su fundación ha recibido otros nombres, Rocío y Beso de Judas. De ambas formas la he conocido, así que ya pueden calcular el número de canas que pueblan en demasía mi cabellera.

A lo que iba. Pues que estaba la Padilla, con chaqueta blanca impoluta, dándole indicaciones a un técnico de Canal Sur cuando me vio y me abrió una pequeña puerta lateral. Al poner un pie en el interior del templo me recibe la mirada, un tanto desconfiada, de Ángelita Yruela, sentada en una de las sillas del presbiterio. “¡Charo, cierra esa puerta!”, le dice a la reportera, veterana en retransmitir las salidas y entradas desde Santiago. Yruela es leyenda viva de la Semana Santa –su nombre permanece ligado a la historia de esta corporación– y quiere evitar que aquello se convierta en un "coladero de gente".

El interior del santuario de los Gitanos está colmatado de nazarenos cuando falta casi una hora para que la cofradía se ponga en la calle. El primer impacto visual se lo lleva el paso de misterio. Las flores verdes que lo adornan se han hecho virales desde el domingo por la mañana. Adivinar el nombre de cada una de ellas requiere de grandes dosis de conocimiento de botánica. O de botica, porque, como advierte la siempre acertada Ángelita Yruela, más que flores parecen medicinas: Hipericum, antulium, mubucela, barbatus y safari. Menos mal que también hay rosas y orquídeas, especies más comunes en la lengua de los mortales.

Nazarenos de la Redención por los Jardines del Valle. / Antonio Pizarro

El hermano mayor, Manuel Cuvillo, lo tiene claro tras dos años de pandemia:“Si no llueve, nuestra obligación es hacer estación de penitencia”. El cielo está de color panza de burra y sopla un viento muy malaje. Pero el riesgo de precipitación aún queda lejos, según los partes meteorológicos que todos consultamos en estos días de miradas a las alturas.

Cuvillo porta dos medallas, la suya y la de su padre, con la silueta de la Virgen del Rocío, patrona de Almonte, cuyo nombre comparte la dolorosa de la corporación penitencial. Es de 1959, como el antifaz de pana, con un verde distinto al de todos. El peso de la historia que también se denota en las palabras que pronuncia desde el presbiterio, antes de que el cortejo salga: “¡Vivan los hermanos del Rocío!”.

El logro de un canónigo

Hablando de historia, allí se encuentra Amalia Montero, camarera de la Virgen del Rocío desde 1991. En estas tres décadas largas ha disfrutado de “muchas vivencias”. Posee el número 65 en la corporación. “Desde entonces, todas las juntas me han mantenido en este cargo de confianza”, menciona esta sevillana de 78 años. “No me importa decir la edad, ni que estoy soltera”, añade esta hermana de la Redención sin que el periodista haya hecho pregunta al respecto.

Pero si hay un nombre que Amalia quiere que un servidor escriba es el del cura Eugenio Hernández Bastos. “No ponga cura, diga que era canónigo de la Catedral y que gracias a él tenemos esta hermandad tan maravillosa”, refiere orgullosa. Cuando se le pregunta por cómo ha cambiado aquella cofradía que conoció en su juventud –de escasos nazarenos y bordados– a ésta de ahora, exclama un “puff”, acentuado con un constante meneo de cabeza. “¡No se puede imaginar usted de que forma!”, apostilla.

La Virgen del Rocío tras salir del santuario de los Gitanos. / Antonio Pizarro

Por allí se ve, de paisano, a Sergio Rico, quien en su día fuera portero del Sevilla (es algo que me indica uno de los presentes, pues el fútbol no es precisamente mi pasión). También diviso a Fran Rivera, costalero de la Redención, portando cajas de cirios. Curiosa coincidencia, pues su hija, Tana, es hermana de los Gitanos, corporación anfitriona. Ya saben, siempre viene bien una pincelada de prensa rosa, que no sólo de cofradías vive el capillita.

Varios hermanos de los Gitanos disfrutan de una vista privilegiada desde la galería alta del templo. Entre ellas está Sandra G. Hermosilla, que aunque su piel es nacarada cual policromía del XVIII, siente en calé todo el año (esto último me ha quedado muy racial). Los primeros sones musicales van dedicados a la cofradía de la Madrugada. Suena la marcha La Saeta, inspirada en el poema de Antonio Machado y al que Serrat le puso música en 1969, unos años en los que a la Redención aún se le llamaba Rocío y sus nazarenos apenas superaban el centenar. Historia de una cofradía que escribe el capítulo de su exilio con olor a canela y clavo. (A ver quién supera un final tan tópico).

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