Roma, la cuenta atrás más ilusionante de los hermanos de El Cachorro

Tan solo cinco meses separan a la Hermandad de El Cachorro del Jubileo en la ciudad eterna

El Cachorro irá a Roma en 2025 tras la aprobación del cabildo extraordinario

Los hermanos de El Cachorro hablan del Jubileo a tan solo cinco meses de ir a Roma

Antes que en Roma, Sevilla proclamó. Así lo cantaba Silvio, el gran rockero. Hablaba de la Virgen, pero bien podría ser El Cachorro. Menos de cinco meses separan Castilla del más inmenso Vaticano. En Triana no hay nadie sin el nervio que entra por el cuerpo cuando va a pasar algo que deseas con todas tus fuerzas. Desde el hermano más antiguo de la corporación, hasta el más joven de ellos. Todos desean ver la imagen que el Jubileo nos va a regalar. Nos, porque no solo a ellos, sino a Sevilla. Y a cualquiera. 

Charlas con ellos y, como decía aquella, el brillo de los ojos no se opera. La emoción sale por las gargantas de unos hermanos –jóvenes, mucho– que hablan con ilsuión de lo que van a vivir. Para ellos, esto es lo más grande que podrán contemplar. ‘‘Yo pensaba que después de la salida de la Virgen no habría nada más grande. Después vino la Magna. Pero es que ahora voy a ver al Señor en Roma’’. Antonio y Manuel narraban esto con la ilusión de las primeras veces. Y, pese a tres, siempre ha sido la primera, y nunca pensó vivirse. 

Entre conversaciones, anécdotas, historias, estos amigos relataban la travesía que había sido encontrar vuelo, buscar alojamiento. Al día siguiente de anunciar la ida del Cristo de la Expiración a Roma, los hoteles estaban casi al 100% de su ocupación. Eso solo lo consiguen los grandes artistas, las admiraciones más profundas, y el Señor. Y la Esperanza, por supuesto, los vecinos malagueños mucho han tenido que ver en este lleno tan absoluto. 

Hablaba Esteban de su familia. Recordaba a su abuelos, a sus padres. El Cachorro es ellos. Es emocionante escuchar a gente tan joven hablar con esta devoción de algo que ya es su casa. Como María, que en un hilo de voz casi temblorosa, y con una sonrisa digna de museo, hablaba de su padre, de lo que le ha enseñado él del Señor. Hablaba de vivencias que ya valen una vida en tan solo 17 años. O como Reyes, que con la mirada iluminaba relataba la ilusión de vivir la inmensidad de lo que viene con su hermano y con sus amigos.

Ese grupo de chicos de la Hermandad trianera son una familia. Así lo hacen saber. Se notaba en la ilusión con la que contaban que iban a vivir juntos algo tan inmenso. El viaje empezó cuando aquel día de mayo salieron tan tarde de un cabildo que jamás debió durar hasta la madrugada. Comenzó al sacar unos billetes de avión a los pocos días a ciegas, sin saber cómo iba a ser. Sin saber cómo se iba a ejecutar. ¿Pero qué importa eso? El viaje de unos jóvenes que, con cierta melancolía, comentaban cómo ellos tienen la dicha de ir, pero dejan a otros muchos por el camino, asegurando que a todos, sin excepción, los llevan en sus pensamientos. Las Hermandades también son ese cariño de quienes recuerdan a los suyos en cualquier rincón del mundo. 

Entre historia e historia, el sol se fue poniendo. Mientras tanto, era imposible dejar de lado una charla que te cautivaba en cada palabra. Impresiona mucho escuchar cosas tan sinceras, tan profundas, tan reales, de quienes –por edad– menos deben haber vivido en su Hermandad. Pero, como siempre dicen, la edad tan solo es un número, y estos cinco jóvenes que emprenden uno de los viajes de sus vidas en tan solo cinco meses saben muy bien de lo que hablaban. Saben, a la perfección, todo lo que está por venir. Y saben, sin duda, que la historia se está escribiendo en tinta de oro en el pergamino de su Hermandad, en el de sus vidas. 

Roma no es Sevilla. Y para las cofradías tenemos una personalidad incomparable. La incertidumbre de qué pensarán en Italia es levemente sonora en la imaginación. La certeza de que el año que viene habrá más de un italiano viendo a El Cachorro, también. 

Quedan cinco. Y restando. Sevilla aún tiene muy presente la Magna, donde también estuvo el Señor. Unos hermanos que no van a tener tiempo para descansar pero, que a buen seguro, tampoco querrán. Unos jóvenes que se acuestan con esa sensación tan característica de cuando algo te ilusiona, con el pensamiento de que serán ellos quienes le acompañarán en la ciudad eterna. Las hojas de sus calendarios se van tachando día a día con el nervio y la certeza de todo lo que está por llegar, aunque inconscientes, tal y como confesaban, de lo que van a vivir. Es complicado imaginarlo. Se verá el gran Coliseo, la inmensidad de San Pedro, un foro romano que bien parece de película. Muchas estampas que harán eco en la memoria. Pero, en especial, brillará la felicidad de la gente de la calle Castilla, que da sombra a todo lo demás. Se verá a El Cachorro. Y ante eso, es difícil decir nada. 

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