La revolución de Cyrta en la restauración textil. El I+D+i entre Feria y Parras

El jubileo de la pestaña

Cerca de la Macarena se encuentra esta empresa fundada por dos emprendedores que han aportado nuevos métodos para conservar los bordados

Pablo Portillo analiza el estado de una pieza bordada a través de un microscopio de última generación.
Pablo Portillo analiza el estado de una pieza bordada a través de un microscopio de última generación. / Antonio Pizarro

A la hora en la que usted lee este artículo, en condiciones normales, la Virgen de la Esperanza se habría adentrado en la calle Feria, espina dorsal de la zona norte del casco antiguo que, sirviéndome de la geografía cofradiera, comienza en San Juan de la Palma y termina en el arco de color albero. Esta calle me la recorría todos los días cuando iba al colegio. De punta a punta. Por la mañana y por la tarde. Su epidermis (expresión cursi donde las haya) ha cambiado desde que era un escolar. De aquellos negocios que guardaban cierto encanto decadente –los muy modernos lo llaman ahora estilo vintage– a los de estética millennial, acordes con un nuevo vecindario que jamás, en aquellos años, hubiera imaginado por estos lares. Eran tiempos de cuadernos, bolígrafos y lápices en la mochila.

Un lápiz es precisamente lo que me entrega Pablo Pérez en cuanto piso el local de Cyrta, la empresa que fundó con su amigo y tocayo Pablo Portillo en 2016 y que se encuentra en la calle Torres, entre Feria y Parras, el meollo macareno. Sacar un bolígrafo en estas dependencias es como activar una bomba detonadora. “La tinta debe evitarse a toda costa”, refiere este joven, quien, como su compañero, estudió la especialidad de Restauración en la Facultad de Bellas Artes de Sevilla. De allí pasaron a la escuela Mariano Timón, en Palencia, la única que ofrece la titulación en conservación y restauración de bienes culturales textiles. Los años de erasmus en Italia les permitieron trabajar en empresas que se dedicaban a tal menester.

Hace cinco años decidieron embarcarse en una aventura que, a tenor de los resultados, les ha salido bastante bien. Los dos Pablos son un ejemplo de emprendimiento. Pero el de verdad, no el que suelen fagocitar en sus discursos los políticos. “Nuestro padrino en este proyecto ha sido el trabajo y nuestra madrina, la constancia”. Una frase bien aprendida que acaba de pronunciar Pablo Portillo mientras le pasa el material de trabajo a Maite Romo, compañera de faena.

Maite Romo repara el tejido base de un palio de respeto.
Maite Romo repara el tejido base de un palio de respeto. / Antonio Pizarro

La imagen convencional que tengo sobre los textiles cofradieros me hizo pensar que me encontraría con algo similar a un habitual taller de bordados. Nada más lejos de la realidad. El salón de Cyrta es parecido a un laboratorio biológico donde se estudia el ADN del oro, el terciopelo y cualquier otro tejido que llegue a sus manos, incluido el delicado tul de los encajes. Su labor consiste, precisamente, en eso: en conservar y restaurar de modo científico esta parte del patrimonio de las hermandades.

La primera pieza que le encomendaron fue el vestido del Niño Jesús de la Virgen del Rosario, titular de las Siete Palabras. Una de las últimas que ha salido del taller ha sido la saya de los corbatas que la Macarena luce estos días en el altar montado para la Semana Santa. La crisis del Covid apenas les ha afectado, gracias en parte a las ayudas que las hermandades han recibido por parte de la Consejería de Cultura para restaurar el patrimonio.

El objetivo principal de esta triada de expertos es que las piezas se mantengan, dentro de lo posible, en su concepción original, lo que atañe a todos los elementos que la componen: bordados, tejido de base, encaje que remata el perímetro e, incluso, el forro. Para ello emplean técnicas que restauran las zonas deterioradas y que garantizan una correcta conservación, así como un instrumental de última generación que evita daños y aporta información.

Pablo Pérez restaura el bordado del siglo XIX de un manto.
Pablo Pérez restaura el bordado del siglo XIX de un manto. / Antonio Pizarro

Es el caso de un microscopio que, conectado a un ordenador, permite a través de imágenes conocer el origen de una pieza y las alteraciones sufridas a lo largo de los años. Inteligencia artificial al servicio del patrimonio. O lo que es lo mismo, I+D+i para dar a cada pieza el tratamiento personalizado a la hora de reparar daños y deterioros por culpa del paso del tiempo, del uso y de la incorrecta conservación.

Acabada mi visita al taller de Cyrta, le devuelvo el instrumental de escritura a Pablo Pérez. Desando las calles donde un día escribí mi infancia. Entre la Amargura y la Esperanza. El lápiz, siempre corto, de la niñez.

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