Cuenta atrás en la calle Pureza. Así fueron las otras restauraciones de la Esperanza de Triana
Restauración
La dolorosa se repondrá al culto este sábado tras la restauración conservativa de Pedro Manzano
La hipótesis de que su hechura fuera anterior al XIX ha cobrado fuerza los últimos años
José Ordóñez fijó los rasgos básicos que hoy la definen
Ya hay fecha para la reposición al culto de la Esperanza de Triana
La Esperanza de Triana se repondrá al culto este sábado. Lo hará tras la restauración conservativa a la que ha sido sometida por Pedro Manzano. Será la quinta documentada sobre esta sagrada imagen, cuyo origen es una de las mayores incógnitas que guarda la Semana Santa de Sevilla. El informe redactado por Manzano tras esta última intervención, que se dará a conocer en próximas fechas a los hermanos de la corporación de la Madrugada, aporta más datos sobre su hechura primitiva y responde a algunas hipótesis planteadas estos años.
La actual configuración de esta dolorosa -uno de los iconos devocionales de referencia en la religiosidad popular andaluza- es la consecuencia de una larga y compleja historia material, según apunta el historiador del Arte Ignacio Sánchez Rico. La primera atribución de la imagen la realiza Féliz González de León, que la asigna a Juan de Astorga. José Bermejo y Carballo apunta una fecha para su autoria: 1816, año en que se inaugura la Capilla de los Marineros, sede canónica actual de la hermandad.
Pero aquí surge una hipótesis muy interesante, ya que estudios recientes (anteriores a la restauración de Manzano) habían planteado que el imaginero romántico pudo partir de una talla anterior, por los paralelismos establecidos con otras obras dieciochescas.
1898. Gumersindo Jiménez Astorga
En la configuración de la actual imagen influyen dos hechos históricos. Por un lado, el incendio acaecido el 2 de mayo de 1898, que obligó a que la dolorosa fuera restaurada por Gumersindo Jiménez Astorga. En esta intervención, el sobrino nieto de Juan de Astorga actuó sobre el modelado de la mascarilla (le fijó las facciones actuales) y aplicó sobre el rostro una policromía de tonos claros y fríos (acordes al gusto romántico), que contrastaba con la impronta conocida antes del incendio, que presentaba una tez más morena. Al no ser del agrado de los hermanos, en 1912 se le encomienda una nueva intervención a José Ordóñez.
1912. José Ordóñez
Esta restauración tendrá especial trascendencia no sólo en la corporación trianera, sino en la forma de concebir la Semana Santa en general. Ordóñez se centra en la policromía y define los rasgos básicos que hoy definen a la dolorosa de la calle Pureza. Le aporta un tono mucho más cálido, aumenta el grosor de las cejas y sombrea los párpados. Crea el precedente de la Virgen castiza, un modelo acorde con el regionalismo que ya empeza a imperar en la ciudad y que tanto se repitió después en las dolorosas.
1929. Castillo Lastrucci
El segundo acontecimiento que influye en la historia material de la Esperanza de Triana será la Exposición Iberoamericana de 1929, culmen del regionalismo. Con motivo de esta cita histórica, se celebra en la iglesia del Salvador una exposición magna en la que participa la dolorosa. Previamente, la imagen es restaurada en el taller de Antonio Castillo Lastrucci. Esta restauración es algo mayor que la de 1912, si tomamos al pie de la letra el ambiguo texto del libro de Toma de Razón del propio escultor, encabezado con el epígrafe Restauraciones, en el que aparece la siguiente anotación: “1929, Virgen de la Esperanza, ponerle mascarilla y manos, 500 (pesetas)”. Lo que sí resulta evidente es que realizó una nueva policromía que intensificó aún más los rasgos castizos que ya le había impreso Ordóñez en 1912.
1989. Álvarez Duarte
La última restauración de importancia se acomete en 1989 por parte del imaginero Luis Álvarez Duarte, debido al progresivo oscurecimiento que había sufrido la policromía. La imagen, durante 60 años, no había tenido intervenciones de importancia, sólo modificaciones en su postura, al inclinarla hacia delante en 1936 y sustituirle el candelero y los brazos articulados en 1981. Previamente se constituyó una comisión presidida por el catedrático en Historia del Arte José Hernández Díaz.
La restauración consistió en sanear debidamente el aparejo y la estructura interna de la imagen y aplicar una nueva policromía al rostro, con la que se trataba de imitar las carnaciones que aplicó Castillo a finales de los años 20. Se tomó como referencia la de las manos que no se habían oscurecido. La Virgen de la Esperanza firmaba, así, el penúltimo capítulo de su compleja historia material.
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