San Miguel: la joya desgajada
La Priostía
Las hermandades del Amor, Carretería, Pasión y Soledad de San Lorenzo pasaron por esta parroquia
Un retablo sevillano en Galicia y otros restos del convento de San Francisco
Hoy sería (casi) impensable que un edificio de tanta importancia fuera derribado, pero en plena efervescencia revolucionaria y con el clima de convulsión política existente tras La Gloriosa, la junta revolucionaria y el desencanto y hambre de los vecinos hizo que el "hay muchas iglesias" se impusiera al conservancionismo y una joya como la iglesia de San Miguel de Sevilla sucumbió a la piqueta. Era necesario modernizar la ciudad y crear espacios amplios como la nueva plaza del Duque de la Victoria. Era un tiempo nuevo que necesitaba alejarse del conservadurismo clerical.
Las naves gótico-mudéjares desaparecieron y solo quedó el recuerdo de la calle San Miguel, pero las devociones que albergó la desaparecida parroquia continúan. La Soledad, la hermandad de Pasión o la del Amor comparten a la desaparecida parroquia en su itinerario histórico por los templos de la ciudad. Una de las imágenes que aún se conservan es la del arcángel que daba nombre al templo. Una obra del siglo XVII realizada por Francisco Dionisio de Ribas y que actualmente posee la Hermandad del Silencio. De hecho, la iglesia de San Antonio Abad y la parroquia de la Magdalena, donde está su importante archivo, conservan una parte del legado de San Miguel, que también pervive en la Capilla Real y la parroquia de Los Rosales.
La devoción al arcángel jefe de los ejércitos de Dios, protector frente al mal y las injusticias, fue muy popular en Sevilla durante siglos. Se trata, además, de una devoción presente en las tres religiones del libro: cristiana, judía e islámica. Raro es el templo en el que no existe una imagen del arcángel. Tanto es así que se llegó a crear una ruta en Sevilla con este tema. No sólo había una parroquia dedicada al ángel, sino que se puso su nombre al antiguo colegio que fue sede de la escuelas de latín y árabes fundadas por el rey Alfonso X el Sabio y hoy es residencia de Canónigos, dando nombre de San Miguel a la puerta del Nacimiento de la Catedral situada en su frente.
San Miguel es de las primeras parroquias que se fundan en la Sevilla de Fernando III y recconstruida durante el reinado de Pedro I de Castilla tras el terremoto de 1356. Otro seismo, esta vez el famoso de Lisboa en 1755, hizo que fuera sometida a obras de rehabilitación que duraron dos años aunque, según un artículo del historiador Álvaro Pastor Torres publicado en Atrio en 1995, la estructura básica del templo aguantó bien el envite. Casi un siglo después, el 6 de octubre de 1868, la junta revolucionaria nacida tras La Gloriosa suprime la parroquia y ordena su demolición, que comenzó el 8 de noviembre y tres años después, aún no había terminado.
Se ponía punto final a una parte importante de seis siglos de historia de Sevilla. Cincuenta años antes de ser derribada, San Miguel fue refugio de la hermandad del Amor donde llegó tras la disolución de las comunidades religiosas promulgada por José I Bonaparte que la empujó a salir de los Terceros. Allí compartió, como ahora en el Salvador, sede con la hermandad de Pasión, que llegó a la desaparecida parroquia después de que el convento casa grande de la Merced, actual Museo de Bellas Artes, fuera transformado en pinacoteca con la desamortización.
Pero no sólo fue lugar de hermandades en el convulso siglo XIX, en 1587 San Miguel tenía entre sus naves a los hermanos de La Carretería, que estuvieron hasta que en 1592 se trasladaron al recién construido Colegio de San Francisco de Paula (lugar ocupado hoy en día por la Iglesia del Sagrado Corazón en la calle Jesús del Gran Poder).
La Soledad también pasó por esta parroquia. Llegó tras la destrucción de su capilla en el convento casa grande del Carmen por los franceses. Permaneció en San Miguel hasta 1868, cuando se instaló definitivamente en San Lorenzo.
Una iglesia con tres puertas
San Miguel era típicamente gótico mudéjar. Un edificio de piedra y ladrillo con tres naves de longitud desigual y con la central de mayor anchura, que se cubrían con bóvedas de crucería, y un profundo presbiterio, que contó con dos retablos mayores sucesivos, uno realizado por Francisco Dionisio de Ribas, de 1675, y otro de Juan de Astorga, de 1829, cuya figura central era la imágen del arcángel San Miguel realizada por Ribas. Las tres puertas -dos laterales y otra a los pies del templo- daban cuenta de su importancia.
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