Los cuatro Sábados Santos de Eduardo Jordá

Viernes Santo. El poeta mallorquín afincado en Sevilla habla del Sábado Santo como “el día más largo de la Historia” en su selección de poemas ‘Doce Lunas’

Eduardo Jordá, durante la presentación de ‘Doce Lunas’.
Eduardo Jordá, durante la presentación de ‘Doce Lunas’. / Juan Carlos Vázquez
Francisco Correal

29 de marzo 2024 - 06:00

Doce Lunas. El ciclo lunar con el que los indios norteamericanos dividían el año. “Y en marzo el resplandor de las glicinas / nos tienta en los jardines, anunciando / la vida que se ajusta a nuestros sueños”. Con esas dos palabras, ‘Doce Lunas’, Eduardo Jordá abre y cierra su último libro. Una selección hecha por él mismo de los que considera sus mejores 56 poemas, editado por la Fundación José Manuel Lara en la colección Vandalia que dirige Jacobo Cortines. Lo abre porque así lo titula. Lo cierra porque es el poema que clausura este poemario que recorre varias décadas de su vida.

Jordá nació en 1961 en Palma de Mallorca y llegó a Sevilla en 1989. Un camino a la inversa del que hizo Melchor Gaspar de Jovellanos (1744-1811), asturiano de cuna que llega a Sevilla en 1767 para ocupar la plaza de magistrado y ser después alcalde de crimen y oidor. Está en Sevilla hasta 1778 y algo más de dos décadas después, Godoy, que antes le había ofrecido ser embajador en Rusia, ordena su detención y su prisión en Mallorca, primero en el monasterio de la Cartuja de Jesús de Nazaret de Valldemosa (donde residirá el poeta Jordá) y después en el castillo de Bellver.

En el libro Doce Lunas hay un programa poético de Semana Santa. El 9 de abril de 1917, Lunes Santo, muere durante la Primera Guerra Mundial el poeta galés Edward Thomas cuando era teniente de artillería. Se había ganado la vida escribiendo a destajo críticas literarias y libros por encargo. Le inspiró a Jordá el poema ‘Edward Thomas, Lunes Santo de 1917’. La copia que conserva del poema ‘Mirlo’ está fechada el Jueves Santo de 2007. Cada poema lo acompaña de una historia de su gestación y en éste dice estar convencido de que Mozart “tarareaba con los mirlos”. Por la fecha del encuentro del original deduce que “aquel mirlo se hizo presente durante la oración en el huerto”. No consta que Eduardo Jordá sea hermano de Monte-Sión.

En Eduardo Jordá hay cuatro Sábados Santos. El que disfrutará en el día de mañana, 35 Semanas Santas después de su azarosa llegada a Sevilla, aunque su primer recuerdo tenga más relación con la Feria que con la Pasión. El segundo es el poema titulado ‘Sábado Santo’. Sus versos no habrían desentonado leídos desde el atril del teatro de la Maestranza. “Es la tierra voraz que nunca miente / la que ahora nos gobierna. No tenemos / ya más que sus escribas y chivatos, / sus soldados, sus dados traicioneros / y sus treinta monedas. Eso es todo”.

El tercer Sábado Santo de Eduardo Jordá es la explicación de dicho poema, que encuentra en George Steiner, que decía que “el Sábado Santo es el día más raro en toda la historia del mundo occidental”. “Es el día más largo”, sigue Jordá, “el día en que ni la Historia ni las Escrituras ni los mitos nos explican lo que ha ocurrido”. “El Viernes Santo representa lo que no queremos”, dice más adelante. El Domingo de Pascua, justo lo contrario: lo que anhelamos, lo que esperamos, lo que soñamos”. Por medio, “ese Sábado Santo del que nada sabemos”: el sábado del silencio, de la espera, de la duda, del temor, “de la incertidumbre, de la desesperación, de la nada”. En ese texto habla Jordá de la Canina, símbolo de la hermandad del Santo Entierro a la que se refirió con rechifla chestertoniana el pregonero Juan Miguel Vega.

Y hay un cuarto Sábado de una santidad laica justo una semana después del día que procesionan El Sol, Los Servitas, La Trinidad, El Santo Entierro y La Soledad de San Lorenzo. El 6 de abril, primer sábado del nuevo mes, el Mallorca disputa en Sevilla la final de la Copa del Rey frente al Athletic de Bilbao, que lleva cuatro décadas sin ganarla desde el doblete de Javier Clemente el año 1984 de Orwell y Platini.

El poeta es el primogénito de seis hermanos. Su padre ejerció la medicina y llegó a ser médico del Mallorca. Es la cuarta final que jugará el equipo balear. Perdió por la mínima la de 1991 frente al Atlético de Madrid. Empató con el Barcelona, que le venció en los penalties en 1998 y ganó la de 2003 al Recreativo de Huelva. Esta vez será en el estadio de la Cartuja, que no es monasterio ni presidio como el que recibió al ilustrado Jovellanos. Ha habido puentes balompédicos entre ambas ciudades: del Mallorca vino Lorenzo Serra Ferrer al Betis con el portero Toni Prats; del Sevilla pasó al equipo insular el Tronco Magdaleno, Pichichi de Segunda cuando jugó en el Burgos.

En el libro ‘Doce Lunas’ hay dos referencias balompédicas, además del propio sello editorial. Vandalia no es sólo una firma de credibilidad en la poesía de la mano de Jacobo Cortines; es el nombre del equipo de fútbol de la localidad granadina de Peligros. Para que digan de los vándalos. La primera aparece en el poema ‘La ladera del Lascar’. El Lascar es un volcán que el poeta descubre cerca del desierto de Atacama en noviembre de 2000 para su libro Norte Grande. Allí vio “un pequeñísimo campo de fútbol en el que había una única portería”, cerca del cementerio. Cabo Sardâo es el título de un poema y de un equipo de fútbol del Alentejo portugués. Una localidad con un faro que se fundó en 1915, dos años antes de la muerte del poeta galés Edward Thomas. “Una de las porterías estaba a menos de diez metros del precipicio”, escribe. “¿Cómo se podía lanzar un balón contra aquel viento?”.

El libro se lo dedica a María José y a los hijos de ambos, Vera y Miguel. Le puso Vera a su hija por Nabokov, “que cada vez me gusta menos”. Sevilla no estaba en el cuaderno de bitácora de este poeta, traductor y autor de libros de viajes. Su primer viaje a la Península fue para comprar una raqueta de tenis en Andorra. Y el primer río que conocerá en su vida no fue el Guadalquivir, sino un río de la Alta Austria, en un pueblo llamado Gaspoltshofen al que con 13 años lo mandó su padre a la casa de un amigo médico.

Doce Lunas. Y la de Parasceve que marca los días de la Semana Santa. Uno de sus libros se llamaba Ciudades de paso. Esta reedición imaginaria lo titula Ciudades de pasos con retranca cofrade. Una Semana Santa en un libro donde reconoce el magisterio de Robert Graves, residente en Mallorca, el autor de Yo, Claudio. El poeta vivió en París, en Londres, pero eligió Sevilla. En sus poemas están el Lunes Santo, el Jueves Santo, el Sábado Santo y en el Diario de Sevilla ha publicado esta semana un artículo titulado ‘Miércoles Santo’. “… ninguno de esos ideólogos ha caído en la cuenta de que ese milagro conceptual (la idea de ‘construir pueblo’) sólo lo ha conseguido la Semana Santa, y lo ha logrado sin estudiar a Lenin o a Gramsci, y sin aplicar el materialismo dialéctico y sin más herramientas que la memoria compartida y la vida de las hermandades”. Y en un campo de fútbol con una sola portería y a diez metros del precipicio.

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