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Catequesis en una plaza

Reliquias de la provincia

La mañana del Viernes Santo en Marchena destaca por la celebración del Mandato, un acto ancestral que protagoniza la Hermandad de Jesús

Antigua foto de la Verónica mostrando el paño con el rostro de Jesús. La imagen es del archivo de Juan Torres. / Fotografías Tomadas Del Libro 'El Mandato, Una Catequesis Plástica En Marchena'.
Diego J. Geniz

13 de marzo 2017 - 00:00

Nace esta sección con la intención de dar a conocer varias tradiciones peculiares que se han logrado mantener en la provincia pese al influjo de la ortodoxia hispalense. Costumbres de siglos que se han sabido conservar y que, en la mayoría de la ocasiones, suponen una catequesis pública en los días santos. Muchas de ellas, incluso, tuvieron su origen en la capital sevillana, donde las restricciones de la carrera oficial y la proliferación de cofradías provocaron su pérdida. Las seleccionadas para estas cinco entregas son sólo algunas de las que muchos municipios celebran llegada la semana de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo.

Marchena es la localidad elegida para iniciar esta página de los lunes cuaresmales. Una población que puede presumir de poseer una de las Semanas Santas más ricas, no sólo en el aspecto patrimonial -con sus característicos pasos de piña y palios de plata, al margen de valiosas imágenes sagradas-, sino por una idiosincrasia inalterada a lo largo de los siglos. Hablar de los días de la Pasión en este municipio de la Campiña sevillana merecería una serie completa, pues son numerosas las tradiciones propias que conserva y que la hacen única, como las centurias romanas, las saetas marcheneras, el Niño Pasionista del Dulce Nombre de Jesús, el dosel del Cristo de San Pedro, la cruz plateada del Cristo de Vera-Cruz, las moleeras a la Soledad o las visitas a los templos el Domingo de Pascua. De ellos, hoy nos centramos en un acto que tiene lugar la mañana del Viernes Santo protagonizado por la Hermandad de Jesús Nazareno: el Mandato.

La imagen de Jesús Nazareno posee un dispositivo en el brazo derecho para bendecirLos nazarenos portan lienzos pictóricos en los que se representan escenas bíblicas

Para hablar de esta tradición hay que remontarse muchos siglos atrás. El profesor de Historia del Arte Manuel Antonio Ramos publicó hace dos años un libro sobre dicha celebración, que lleva por título El Mandato. Una catequesis plástica en Marchena. En él refiere que el origen de estas representaciones se encuentra en la Edad Media, aunque fue tras el Concilio de Trento y dentro de la cultura barroca que tanto protagonismo otorgó al teatro cuando se generalizaron. El fin no era otro que el de dar a conocer la Pasión de Cristo a una población que por aquel entonces sufría un alto grado de analfabetismo. Leer y escribir eran privilegios reservados para personas pudientes, de ahí que se aleccionara a las clases más humildes -al pueblo- sobre el martirio que padeció Jesucristo mediante la pintura, la imaginería y el teatro.

El Mandato ha sufrido varias modificaciones a lo largo de la historia, aunque su esencia se mantiene igual. El lugar de celebración es la Plaza Ducal, que antiguamente era el centro de Marchena. No obstante, hay documentos que demuestran que en algunas ocasiones se desarrolló en otros enclaves, como la antigua Plaza de la Cárcel (hoy de Miguel de Cervantes), la Plaza de San Andrés o la parroquia de San Miguel. Estos cambios obedecían a las obras que se acometían en el escenario habitual o por motivos de incertidumbre social, como es el caso del referido templo, donde tuvo lugar durante los años de la guerra civil. La Plaza Ducal es así conocida porque durante varios siglos acogió el Palacio de los duques de Arcos (del que aún quedan algunos restos) y la Casa Consistorial. Presenta una arquitectura peculiar, uniforme y donde se alternan varios arcos. Su configuración recuerda a las plazas cerradas castellanas, como la de Salamanca y Madrid, aunque de menor tamaño y con el predominio de la cal en las fachadas.

La cofradía de Jesús Nazareno la componen tres pasos. El primero lo preside la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno, obra datada entre finales del siglo XVI y el primer tercio del XVII. Ha sufrido diversas intervenciones. Presenta la peculiaridad de ser una imagen autómata, cuyo brazo derecho posee un dispositivo para realizar la bendición, parte final del Mandato. El segundo paso es el de San Juan Evangelista (obra restaurada por Manuel Guzmán Bejarano en la década de los 60 del pasado siglo, que lo alteró notablemente) y en el tercero los costaleros portan a la Virgen de las Lágrimas, una delicada imagen del escultor sevillano Manuel Gutiérrez Cano, de 1860. El palio, azul y plata, perteneció a la cofradía hispalense de San Esteban. Los tres pasos salen de la iglesia de San Miguel en plena Madrugada del Viernes Santo. Llegan a la plaza donde se representa el Mandato entre las 10:00 y las 10:30. Entran entonces en escena los protagonistas de este relato, un elenco de personajes conformado por hermanos de la corporación y las propias sagradas imágenes.

El acto comienza con la llegada de la centuria a la Plaza Ducal. Está formada por romanos a pie, a caballo y la banda de cornetas y tambores que acompaña a Nuestro Padre Jesús Nazareno. Cruzan la plaza en diagonal y se dirigen al arco de la Amargura. A continuación, el paso del Señor sale del antiguo arco palaciego y se coloca frente a las viejas casas consistoriales. En ese momento, sale al balcón otro personaje: el predicador, encarnado por un sacerdote que narra la escena en la que Judas traiciona a Cristo. Es el turno del soldado romano que lee la sentencia -plasmada en un pergamino- por la que Pilatos condena a Jesús a muerte. Los costaleros del Señor avanzan un trecho para representar las tres caídas. Para ello, se levanta la trasera del paso tres veces. Le toca el turno al paso de San Juan. La imagen del Discípulo Amado sale del arco que lleva a la antigua Plaza de la Cárcel. Se coloca frente al del Señor y vuelve de nuevo al punto de partida, donde ya se encuentra el paso de la Virgen de las Lágrimas. Tras avisar a la Madre del Nazareno, los costaleros de la Dolorosa caminan junto a los de San Juan hasta el encuentro con Jesús, con lo que se representa el camino de la Amargura. Los tres pasos giran y se colocan frente al antiguo Consistorio.

La Verónica se convierte en protagonista de la segunda parte del Mandato. Esta figura que relatan los evangelios apócrifos, encarnada por una joven de la localidad (hay lista de espera de 50 mujeres para este papel), llega bajo palio hasta el paso del Nazareno, al que sube por unas escaleras. Una vez en lo alto, se acerca al rostro del Señor y simula que le limpia el rostro con un paño que, a continuación, despliega y tiene estampada la cara de Jesús. Posteriormente, interviene el Ángel, representado por un niño de entre 8 y 11 años al que aún no le haya cambiado la voz. Se encarga de leer la sentencia buena, es decir, la voluntad de Dios de sacrificar a su Hijo para redimir al hombre.

Los textos que se leen, similares a los que se interpretan en actos muy parecidos en otros puntos de la provincia, parecen beber de los escritos de la venerable sor María de Jesús Ágreda, que incluyó en su libro Mística ciudad de Dios, publicado en 1670.

En la parte final, de nuevo la imagen de Jesús Nazareno cobra protagonismo. En este caso, al bendecir con su mano derecha al pueblo, un gesto que se enmarca dentro de la herencia teatral del barroco. Antes de que el paso del Señor abandone la plaza, la centuria romana se arrodilla ante Jesús y le rinde honores. A partir de entonces, se forma la cofradía, en la que los nazarenos portan los tradicionales pasos, esto es, lienzos pictóricos prendidos al cuello en los que se representan las escenas del Antiguo Testamento, la Pasión de Cristo y los misterios marianos.

El Mandato, en suma, consiste en una representación en la que se conjugan cuatro factores claves para transmitir el mensaje catequético de la Pasión de Cristo: las imágenes sagradas, los personajes que intervienen, la arquitectura de la plaza donde se desarrolla (con sus balcones y arcos) y el pueblo de Marchena, espectador activo que cada año revive una de las tradiciones por las que merece la pena desplazarse hasta esta monumental localidad de la Campiña la mañana del Viernes Santo. Un acto ancestral para el que en 2013 surgió la iniciativa de comenzar el proceso para que sea declarado por la Unesco Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Razones tiene de sobra para ello.

La bendición de Jesús.

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