Reivindicaciones históricas en las cofradías: cuando la Madrugada se sobrepuso al Consejo de Castilla
Historia
A finales del XVIII se decretó la extinción del Gran Poder y la Carretería por pleitos entre ambas corporaciones
La autoridad impuso incluso la incautación de todos los bienes
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Diríamos que la sevillana Madrugada del Viernes Santo requeriría infinidad de artículos, capítulos y volúmenes para sintetizarla de manera pormenorizada. Desde prácticamente finales del siglo XVI nos consta documentalmente que ciertas cofradías de nuestra ciudad realizaban su estación de penitencia en esta jornada tan emblemática y significada, aunque desde sus inicios se mantuvo en el punto de mira de la autoridad por los conflictos que en ocasiones generaba: pleitos, órdenes de paso, antigüedad, imposiciones civiles...
Sabemos que antes de 1570, gracias a los testimonios del Abad Gordillo, la cofradía del Silencio salía en la Madrugada, donde se ha mantenido inalterable durante varios siglos hasta hoy. Le acompañaron puntualmente la Esperanza (que regresaría a finales del XIX) y otras cofradías hoy insospechadas como la O, la Exaltación, las Tres Caídas de San Isidoro o Los Negritos. Incluso Pasión, que en 1623 (año de la Reducción de cofradías) salió junto al Silencio. No obstante, numerosas vicisitudes se ciñeron sobre nuestras hermandades, especialmente en el delicado siglo XVIII, en el que el pensamiento ilustrado desplegó sus disposiciones en la fiesta mayor. Ya en el 1700 se prohibió el uso de las túnicas de nazareno en San Antonio Abad (se recuperarían en 1718) e incluso se impuso la obligación de no procesionar de noche, por lo que las cofradías, a través de la, diríamos, picaresca lingüística sevillana, consiguieron recuperar sus horarios habituales. El "alba", hora fijada para la salida de los cortejos, consiguió adelantarse hasta las dos de la mañana, antesala precisamente de la amanecida, esto es, la madrugada.
Cuando Carlos III asciende al trono en 1759 sus ideas ilustradas también se visualizaron en las cofradías que, ajenas a todo gobierno establecido, continuaron con su día a día. Sin embargo, a finales de este siglo, llegó al Consejo de Castilla (órgano estructural de la monarquía hispánica) que dos cofradías andaban pleiteando desde hacía algunos años: la Carretería y el Gran Poder. La primera de ellas salió por primera vez en procesión en 1613, haciéndolo siempre en la Madrugada, mientras que el Gran Poder lo hacía en la tarde del Jueves Santo, hasta que en 1777 se incorpora a la noche del Viernes, pero curiosamente llovió y uno pudo salir. En el citado año, además, una Real Orden suspendió la salida del Silencio por la prohibición de salir de noche.
Pleitos y el Consejo
En 1788 la Macarena, cuya primera estación de penitencia está fechada en 1624, dejó de salir por una orden que indicaba la extinción de las cofradías que no tuvieran Autorización Real, lo que motivó la fusión con el Rosario de San Gil. Aquel año de 1788 fue la primera vez que el Gran Poder salió segunda gracias a un acuerdo con la cofradía macarena. Es en el año 1791 cuando, por primera vez, coinciden en una misma Madrugada la Carretería y el Gran Poder, comenzando entre ellas un pleito por el orden de paso y la antigüedad. Cinco años más tarde, en 1796, ambas corporaciones alcanzaron un acuerdo para turnarse el orden de paso cada año, pero el Consejo de Castilla decidió el 23 de septiembre de 1798 la extinción de ambas cofradías, con la orden de retirada de capillas, imágenes, ornamentos y todo tipo de bienes.
Finalmente, gracias al acuerdo adoptado entre ambas cofradías, el Consejo de Castilla decidió invalidar el decreto de extinción, por lo que se consiguió recuperar todo tipo de pertenencias. La Carretería abandonaría para siempre la Madrugada en 1853, pasando a formar parte de la tarde del Viernes Santo junto a otra cofradía que, durante el siglo XIX, también salió en la noche mágica de la ciudad: la O. A finales de la centuria decimonónica se incorporan el Calvario, la Esperanza de Triana (ya definitivamente) y Los Gitanos. El resto lo conocen ustedes de sobra.
Todos estos datos han sido consultados tanto en las propias fuentes del Abad como en el exhaustivo trabajo que Álvaro Dávila-Armero realizó en su día para la revista Nazarenos, en su número nueve.
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