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El reconocimiento a una devoción universal

50 aniversario de la coronación de la Esperanza Macarena

La Macarena tuvo que recorrer un largo camino hasta lograr la coronación canónica de la Esperanza. Su pueblo la coronó en 1913 en una ceremonia inolvidable.

El reconocimiento a una devoción universal
Juan Parejo

23 de mayo 2014 - 18:18

Un reconocimiento que tardó demasiado en llegar. No fue un camino fácil el que tuvo que recorrer la Hermandad de la Macarena hasta lograr la coronación canónica de la Virgen de la Esperanza. Desde la década de los años 40 del pasado siglo se produjeron algunos intentos, con más o menos fuerza, encaminados a este fin. En 1955, el general Bohórquez, hermano mayor de la corporación, anunció que se iniciarían las gestiones para lograr la ansiada coronación. Lo hizo espoleado por la coronación de la Virgen de la Amargura, acontecida un año antes, que supuso un reto y, por qué no decirlo, una motivación más para los macarenos. En los siguientes tres años, como explica el historiador Hilario Arenas en el libro editado por la corporación en 1989 por el 25 aniversario, se realizaron diferentes gestiones sin éxito. Fue a partir de 1958 cuando se retomó el empeño con más decisión. Fueron muchos los que contribuyeron a alcanzar el sueño macareno, pero hay dos nombres propios a destacar: el del hermano mayor, Ricardo Zubiría; y el del mayordomo de la Esperanza, Manuel Távora. Ellos capitanearon una gesta en la que tuvieron que sortear numerosos obstáculos, entre ellos el más importante: los recelos del cardenal Bueno Monreal. La buena nueva fue dada en Roma el 17 de febrero de 1963.

Pero mucho antes que la Santa Sede reconociera con la coronación canónica lo que la Macarena representaba para sus fieles y devotos, su pueblo, sus hermanos, coronaron a la Esperanza en el año 1913. Sin esta coronación popular no se entendería la coronación canónica. La Macarena ha sido coronada hasta tres veces. En el año 1913 fue el cardenal Almaraz y Santos quien acudió a San Gil para bendecir el oro ofrendado por su barrio, soñado por el genio de Rodríguez Ojeda, y cincelado por la familia Reyes, que el canónigo Juan Francisco Muñoz y Pabón impuso a la Dolorosa. “A mayor honra y gloria de la Santísima Virgen de la Esperanza”. Así comenzaba la convocatoria de la hermandad para el acto que tuvo lugar en la iglesia de San Gil el 14 de marzo de 1913, Viernes de Dolores. Fue la primera corona de oro de una Dolorosa y fue una auténtica revolución por su novedoso diseño, por el material empleado y por la técnica con la que se realizó. Las crónicas de aquel día relatan la fiesta que se vivió en el barrio.

La segunda coronación de la Virgen de la Esperanza tuvo lugar el 27 de febrero de 1937. La hermandad había entregado su valiosa corona de oro al frente nacional durante la Guerra Civil. Una vez recuperada por el empeño de los sevillanos, el cardenal Ilundáin se la impuso de nuevo a la Virgen para gloria y júbilo de sus hermanos.

La Virgen de la Esperanza ya había sido coronada en dos ocasiones. Su devoción seguía extendiéndose más allá de las fronteras de Sevilla hasta hacerse universal. Había llegado el momento de solicitar la coronación canónica. Los primeros intentos resultaron infructuosos, algo que no llegaban a comprender los macarenos. Enfrascados en la construcción de su nuevo templo, inaugurado en 1949, la petición de la coronación se dejó a un lado hasta que se retomó en 1955, como relata Arenas: “Hasta el año 1955, ante el cúmulo de obstáculos que se presentaban, se conformaron los macarenos, complacidos en que la reina ya estaba coronada; pero el hecho de que el propio arzobispo de Sevilla, cardenal Segura, recomendara a los cofrades de la Amargura que la corona de oro que preparaban para su Virgen sirviera para la coronación, a celebrar el 21 de noviembre de 1954, y la concesión del título de pontificia para la hermandad, supuso para ellos un reto”.

Las conversaciones mantenidas entre 1955 y 1958 no dieron resultado. “Todo eran posibilidades, quizás, acasos y esperas a un mejor momento”. Fue entonces cuando Ricardo Zubiría y Manuel Távora tomaron las riendas. El 17 de noviembre de 1958 se produjo un hecho de suma importancia. Durante una visita pastoral a la feligresía de San Gil, Bueno Monreal es requerido urgentemente para que contacte de inmediato con la Nunciatura Apostólica. En el despacho del hermano mayor de la Macarena acababa de conocer que había sido creado cardenal. Zubiría y Távora vieron una ocasión ideal para ahondar en el asunto que les desvelaba: “Felicitaron al prelado y le dijeron que no podía demorarse por más tiempo la concesión del título de basílica ni la coronación canónica. Al día siguiente, onomástica de la Macarena, el nuevo cardenal de Sevilla, acompañado del conde Franchi di Cavallieri, legado pontificio, visitó el besamanos. Manuel Távora volvió a abogar por la coronación, mientras Zubiría el entregaba la limosna acostumbrada en aquel día. Bueno Monreal, sonriente, le hizo saber que el asunto de la basílica podría resultar factible, pero la coronación era de imposible consecución”. Zubiría llegó a acompañar incluso al prelado en su viaje a Roma para la ceremonia de imposición del galero, pero también se volvió de vacío.

A partir de entonces la junta de gobierno cambió de estrategia y puso en marcha la denominada Ofensiva de la Caridad. La hermandad se volcó en múltiples iniciativas caritativas, incluso se llegaron a crear las Escuelas Nocturnas de la Macarena. “La Ofensiva de la Caridad comenzó a derretir los hielos de la incomprensión...”. Como cuenta Arenas, la visita de la esposa del jefe del Estado, Carmen Polo de Franco, y el ministro Ullastres en mayo de 1961, pudo resultar determinante. Tras la conversación de Távora con los visitantes y una entrevista que mantuvo con los cofrades granadinos del Rosario, que habían coronado a su Virgen el día 13 de mayo anterior, pudo conocer qué se ocultaba tras las negativas de los organismos diocesanos a la coronación. El mayordomo consiguió que la junta de gobierno le delegara las gestiones oportunas para conseguirla finalmente.

Mientras tanto, en febrero de 1962, el hermano mayor volvió a visitar a Bueno Monreal. Las sospechas que ya existían en la hermandad se corroboraron. El cardenal se negó esta vez de manera categórica: no era partidario de coronar a la Macarena porque sólo era una imagen de candelero y temía que el resto de las cofradías pretendieran lo mismo. El hermano mayor estuvo muy hábil, como resume Arenas: “Le hizo ver las circunstancias que concurrieron en la coronación de la Amargura. También era una imagen de candelero. Su hermandad, cien años más moderna que la Macarena; la devoción, menos extendida; y el expediente incoado por el propio cardenal Segura se resolvió en menos de once meses cuando la Macarena llevaba ya ocho años aguardando el inicio de las gestiones”.

Bueno Monreal le dijo entonces al hermano mayor que era necesario que la solicitud la representara el propio Consejo de Cofradías y fuera refrendada por todas las hermandades. “Zubiría comenzó a comprender las sospechas que abrigaba Távora y el verdadero obstáculo que impedía la coronación”. El Consejo se adhirió sin contemplaciones a la solicitud, pero de las 51 cofradías de Sevilla sólo 29 respondieron.

Pese a ello, la hermandad siguió las indicaciones del cardenal y el oficial Mena Martagón asumió el encargo de recopilar toda la información pertinente de los lugares en los que se rendía culto a la Esperanza y se comenzaron a reunir todos los datos necesarios y a solicitar las adhesiones oportunas.

Mediado el año 1962 la hermandad ya sospechaba que las gestiones iban por buen camino. “A principios de 1963, las noticias que se recibían de Roma confirmaban la creencia de que la coronación se llevaría a efecto, aunque la solicitud, firmada por todos los miembros de la junta de gobierno el 20 de diciembre anterior, con los tres preciosos volúmenes sobre la petición, no fue presentada hasta el 16 de febrero. Al día siguiente, el Capítulo de San Pedro aprobó por unanimidad la coronación canónica de la Virgen de la Esperanza Macarena, comunicada por monseñor Altabella al cardenal Bueno Monreal, y éste al Hermano mayor, el 14 de marzo. En un sólo día Roma había aprobado lo que tardó casi 10 años en tramitarse en Sevilla”. La fecha de la coronación canónica de la Virgen de la Esperanza se fijó para el 31 de mayo de 1964 y el escenario elegido fue la Plaza de España.

La coronación

La hermandad ya venía trabajando desde antes que fuera oficial la coronación canónica de la Esperanza, pero una vez concedida, se crearon diversas comisiones para llevarlo todo a buen término. La hermandad, con buen criterio, decidió que la Virgen fuera coronada con la presea de oro que diseñó Juan Manuel en 1913, enriqueciéndola con brillantes y piedras preciosas. Se decidió hacer unas nuevas caídas para el palio, bordadas por Esperanza Elena Caro siguiendo la traza de las anteriores. Fernando Marmolejo diseñó la diadema que la Macarena portaría antes de la coronación y el nuevo manto, conocido como de la coronación, que también bordó Esperanza Elena Caro. Rodríguez Buzón fue el pregonero y Grosso el autor del cartel anunciador.

A las siete y media de la tarde del 27 de mayo, la Macarena partió en procesión hacia la Catedral. Iba ataviada con la diadema de Marmolejo, el manto de tisú y unas azucenas en su mano. En la Plaza de San Francisco fue recibida por el alcalde, José Hernández Díaz, quien junto a Inmaculada Rodríguez Guzmán, una joven alumna de las Hermanas de la Cruz, serían sus padrinos. Acompañada de una gran multitud, la Macarena llegó a la Catedral, donde se celebró los días siguientes el triduo preparatoria presidido por monseñor Añoveros, obispo de Cádiz; monseñor Cantero arzobispo de Zaragoza; y monseñor Cirarda, obispo auxiliar de Sevilla. A las seis de la mañana del día 31, la Virgen tenía que haber sido trasladada a la Plaza de España para la ceremonia de la coronación, que iba a ser emitida a todo el país por televisión. La lluvia hizo que los actos se trasladaran a la tarde y a la propia Catedral. El entonces jefe del Estado, Francisco Franco, junto a su mujer y su hija, las princesas Esperanza de Borbón y doña Ana de Francia, así como numerosas personalidades no quisieron perderse el histórico momento en una Catedral atestada de fieles.

La lluvia retrasó el regreso al barrio hasta el miércoles 3 de junio. Siete días estuvo la Macarena en la Catedral. Siete días de gozo.

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