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Qué ver el Viernes Santo en Sevilla: el culmen de la estética

Estampa clásica de Triana: el Nazareno de la O / José Ángel García

Probablemente la exigencia de la Madrugada desafía el límite de nuestras energías, pero basta un ligero descanso para afrontar o, más bien, saborear, la jornada más completa y probablemente más hermosa de la Semana Santa de Sevilla.

Ya es otra luz, otro ánimo y otra visión, pero ahí expresamente reside la belleza de las siete cofradías que marchan hoy a la Catedral, jornada en que Cristo ha muerto (o no, habrá que preguntarlo allá por el Patrocinio) en la cruz y la matraca resuena en las alturas de la Giralda.

El misterio de la Carretería / Juan Carlos Muñoz

Todo esfuerzo merecerá la pena cuando, a primera hora de la tarde, el inmenso "barco del carbón", el de las Tres Necesidades (escaleras, mortaja y sepulcro), asome por la calle Toneleros sorteando geranios y el sol abierto de la primavera recién nacida.

Es uno de los contrastes más sobrecogedores de estos días de gozo, para recrearse en la caoba tallada del canasto y en las extraordinarias imágenes que componen este personalísimo conjunto. Mientras nos detenemos a contemplar la belleza de las túnicas de sus nazarenos, esperamos al palio del Mayor Dolor, prodigio de aires decimonónicos, entre los naranjos del Arenal sevillano, que se viste de un sabor a otro tiempo. Eso sí, el regreso en cualquier punto es de recomendación con visos de obligación.

Sin solución de continuidad nos deslizamos por las callejas hasta alcanzar la Plaza Nueva para saborear el paso de la Soledad de San Buenaventura, otra estampa clásica del Viernes Santo sevillano. Su paso por la Plaza de Molviedro, ya cercana la medianoche, es otro ritual casi innegociable para muchos cofrades.

El paso de Montserrat al poco de salir / D.S

Pero decir Viernes Santo es decir, indudablemente, Triana. No hace falta siquiera trazarlo previamente, pensarlo o sopesarlo: hoy sale el Cachorro, devoción inquebrantable de Sevilla, que busca en los cielos y en el universo una bocanada de vida postrera para expirar la misma Semana Santa. Este año, con el acompañamiento de banda de música, recuperando la estampa del Santo Entierro Grande.

Tras de sí, la Virgen del Patrocinio, que posee uno de los conjuntos artísticos más sobresalientes de la Semana Santa y nos evoca los años veinte del siglo pasado. De raso morado, en la misma calle Castilla, la Triana más auténtica y pura, la más familiar e íntima.

Sale, un año más, la cofradía de la O, la de los corrales y vecinos antiguos, la que vertebra todo un barrio desde hace casi medio milenio. Su Nazareno sobrecoge y en el paso de palio se reúnen las más calladas oraciones de la cava. El regreso de ambas cofradías, una vez cruzan el puente, es patrimonio inmaterial de la fiesta.

La Soledad por Carlos Cañal

Habrá que estudiar con detenimiento las últimas horas ya del Viernes Santo, donde hasta la noche parece mudar de color y anunciar un epílogo de absoluta belleza. Las tres cofradías que cierran la Carrera Oficial bien merecieran un artículo por separado, por lo que es de obligado cumplimiento alcanzarlas. Espadazos de oro hundirá en nuestras retinas el palio de la Virgen de Loreto subiendo la Costanilla de vuelta a San Isidoro, otra auténtica maravilla del bordado y la orfebrería.

Por García de Vinuesa marcharemos directamente al siglo XIX, a una Sevilla floreciente y esperanzada, cuando la elegancia superlativa de la cofradía de Montserrat asalte todos nuestros preceptos. Entre castillos y leones y tres cruces empezará a morir la Semana Santa.

Y, parafraseando a Machado, la Mortaja.

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