La ventana
Luis Carlos Peris
Reventa y colas para la traca final
Todos y cada uno de nosotros tenemos nuestro particular rito cuando amanece el Domingo de Ramos, pero hay un gesto de emoción impagable: descorrer la persiana y descubrirte a ti mismo ante una nueva mañana de palmas tras todo un año esperando.
A partir de entonces el reloj comienza una cuenta atrás -o hacia adelante- en el que todo puede suceder y nada es para siempre. Simplemente, como diría Núñez de Herrera, fructifica y grana, nada ha existido hasta ahora mismo.
Es un día, como decimos, de costumbres particulares: por la familia, por el barrio, o por puros gustos, pero nosotros recomendamos siempre acudir a las salidas de casi todas las cofradías. A mediodía todo es clamor en el Porvenir, donde la ciudad inaugura su Semana Santa cuando se abren las puertas de San Sebastián.
La Borriquita convoca a decenas de cofrades en el Salvador, un momento que es santo y seña de la Semana Santa contemporánea. Compleja y emocionante es la salida de Jesús Despojado, aunque su regreso por la calle Gamazo es el punto más íntimo y en el que más se saborea la cofradía, así como su discurrir por la Carretería. Luminosa y clara es la salida de la Hiniesta, aunque no tiene desperdicio la belleza que se origina en Doña María Coronel ya de vuelta.
Con respecto a la segunda parte del día, si nos atenemos a la nómina oficial, podemos acompañar a la Cena en su novedoso recorrido de ida por la Plaza de San Andrés o García-Tassara, ideal para contemplar con detenimiento sus tres pasos. Eso sí, será necesario acudir con cierta antelación por la estrechez de la zona.
La señera cofradía de San Roque nos cita a todos en el entorno de Imperial y Caballerizas, aunque es muy sugerente la luz que irradia el palio a media tarde camino de la Encarnación. Nos restan las tres restantes cofradías de la jornada, que en buena medida vertebran las últimas decisiones del cofrade.
Con el adelanto horario la Amargura ha ganado en luz y, aunque este año anochece antes, ver la cofradía antes del ocaso bien merece una postal y una escapada por la atmósfera que se origina. Aún así, los más clásicos prefieren acompañarla en su regreso por Santa Ángela y la entrada, con los cirios gastados y con puro sabor a Domingo de Ramos.
Caso similar con el Amor que, aunque su salida es muy emblemática, la entrada es punto de encuentro firme. Aún así, su discurrir por Cuna o Javier Lasso es más cómodo y práctico antes de afrontar el tramo final de la noche, que reservamos para el regreso a Triana de la Estrella, insignia del Domingo de Ramos que agoniza entre sus manos. Un año más.
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