¿Qué otras imágenes han participado en la procesión del Corpus Christi de Sevilla?
Durante su dilatada historia el cortejo del Corpus ha sufrido ciertas modificaciones en cuanto a la participación de los diferentes pasos
En el Corpus de 1895, con objeto de revitalizar la procesión, participaron hasta 44 pasos
El riesgo de lluvia amenaza el Corpus en Sevilla
Concierto de la Escolanía Domus Carmina en el Santo Ángel en la víspera del Corpus de Sevilla
En el imaginario popular de los sevillanos se manifiesta, de manera directa y automática, buena parte del cortejo de la procesión del Corpus con tan solo pensarlo. A la portentosa Custodia de Arfe y la reliquia de la Santa Espina acompañan otros santos estrechamente vinculados con la ciudad y que despiertan honda devoción entre los sevillanos: San Fernando (canonizado en 1671), las Santas Justa y Rufina abrazando la Giralda, San Leandro y San Isidoro o la más reciente, Santa Ángela de la Cruz. Todas ellas conforman un conglomerado de siglos concentrados entorno al romero y la lavanda que, durante estos días, alfombran la ciudad, tal y como recoge el libro del Éxodo.
Sin embargo, la procesión del Corpus -como todo en esta vida- no ha sido siempre tal y como la conocemos. La primera documentación fehaciente de una procesión eucarística en la ciudad la datamos en 1363, según María Jesús Sanz, en el Libro de Cargo y Data de la Catedral de Sevilla, si bien no es hasta 1454 cuando José Gestoso recoge una descripción de la procesión externa. En aquel cortejo, con la consiguiente sorpresa para nuestro prisma, no participaba ninguna imagen, pero sí se incluían representaciones con alto valor litúrgico: la famosa Roca (gran altar móvil donde se representaban autos sacramentales y otras funciones teatrales) o las tarascas, que terminaron desapareciendo en el XVIII.
Será tras la celebración del Concilio de Trento cuando definitivamente se impulse la participación de imágenes devocionales en la festividad del Corpus, es decir, casi trescientos años después de su génesis, cuando el Papa Urbano IV reconoció la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Ya aparecían San Fernando y otras imágenes como las Santas Justa y Rufina o San Leandro y San Isidoro, pero eran otras tallas diferentes a las actuales, que datan del siglo XVIII. En el XIX -naturalmente- aumenta el pálpito inmaculista y en nuestros días, Sor Ángela.
En cambio, echando la vista atrás, contemplamos que otras muchas imágenes han formado parte, de manera puntual, de esta procesión eucarística. Por ejemplo, en el año 1895, encontramos la presencia de la Pastora de Santa Marina. En aquel año se incluyeron en el cortejo hasta 44 pasos distintos para fomentar y revitalizar la presencia de los fieles; tanto es así que se levantaron fastuosos altares que nos sobrecogerían por su magnificencia y las calles estaban atestadas de colgaduras y arcos triunfales, en señal de reverencia y respeto al Santísimo, como se hacía desde los primeros tiempos de la humanidad en Mesopotamia o Egipto con sus respectivas divinidades.
Algunos años más tarde, en 1921, participó la Virgen del Buen Consejo, que hoy recibe culto en la parroquia de la O, y en 1928, también desde Triana, se incluyó el conjunto de Santa Ana y la Virgen, que da título a este señero templo trianero. Precisamente en aquel mismo año los sevillanos pudieron contemplar el conjunto de San Joaquín, Santa Ana y la Virgen Niña de la iglesia de la Magdalena, fechado en el siglo XVIII y atribuido a Cornejo. También han participado, por citar otros ejemplos, el Niño Jesús de la Amargura de Felipe de Ribas (1919), la Virgen del Rosario de San Marcos (1920) o incluso el Simpecado del Rocío de Triana en los años convulsos de la guerra.
Una fiesta litúrgica que, lejos de mantenerse estática, se ha ido adaptando en función de las necesidades y los tiempos.
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