Sólo el sol se ausentó
Procesión de la Virgen de los Reyes
El arzobispo, monseñor Asenjo, se marchó e la Avenida al sentirse indispuesto.
Muchos fieles acompañan a la patrona en una fresca y gris mañana.
EL sol como único ausente. La Virgen de los Reyes Virgen de los Reyes volvió a encontrarse con su fieles devotos en una fresca mañana de 15 de agosto. Nada que ver con el calor y el bochorno del año pasado, cuando los equipos sanitarios tuvieron que realizar 17 asistencias. La única incidencia de la procesión la protagonizó el arzobispo de Sevilla, monseñor Juan José Asenjo, que se ausentó cuando la patrona llegó a la Avenida al sentirse indispuesto. El prelado se refugió en la Catedral y antes de que comenzara la misa estacional se marchó a su residencia en el Palacio Arzobispal.
Las campanas de la Giralda comenzaron a anunciar a la medianoche que comenzaba uno de los grandes días de la ciudad. La Iglesia celebra el 15 de agosto de la festividad de la Asunción, que en Sevilla lleva el nombre de la Virgen de los Reyes. Desde las primeras horas de la madrugada ya había fieles apostados frente a la Puerta de los Palos para reencontrarse con la Virgen. Muchas personas se quejaron amargamente de los macetones que el Ayuntamiento ha colocado por seguridad en el perímetro de la Catedral, cuyas plantas dificultaban enormemente la visión. El Consistorio también volvió a colocar vallas en todo el recorrido. Muy lejanas quedan ya esas procesiones retratadas por Martín Cartaya en las que el público respetuoso se situaba a ambos lados de la calle sin entorpecer al cortejo. Un hecho que cada año merece unas líneas es la gran cantidad de personas que se sitúan delante del paso sin necesidad alguna. La nube de fotógrafos, la inmensa mayoría aficionados, es cada vez más importante. Y también van muchos seglares sin misión encomendada, más allá del postureo. Es importante cuidar estos detalles para que esta procesión, la única que pervive a las modas importadas e impostadas de la Semana Santa, permanezca fiel a lo que es.
También hay otros detalles que hacen que se enciendan las alarmas. El público más joven no es consciente de estas amenazas pues está acostumbrado a convivir con ellas, pero las personas con una cierta edad llevan tiempo advirtiendo de, por ejemplo, de un cortejo cada vez más numeroso, y de otros comportamientos que son propios de las Hermandades de Penitencia que en la Virgen de los Reyes sobran. Lo comentaba hace unos días el fotógrafo Jesús Martín Cartaya, que desde los años 60 ha retratado la procesión: “Cada vez se parece más al Corpus. La Virgen de los Reyes te dejaba con la miel en los labios. Ya empieza a ser insoportable”. La procesión es vulnerable. Dicho está.
Las peregrinaciones desde el Aljarafe y otros pueblos cercanos a la capital está tomando un nuevo auge. “Este año ha sido una noche fresquita”, comentaba una de estas devotas. Sus camisetas de colores estridentes y zapatillas de deporte delatan a estos peregrinos que a las siete de la mañana están apostados en las gradas. El que puede echa una cabeza antes de la salida. Poco después de las 07:30 el repique de las campanas de la Giralda ahoga el pasacalle de la banda de música del Ejército que llega por la Plaza del Triunfo. El cortejo comienza a salir de la Catedral diez minutos después. La Banda Sinfónica Municipal, que se ha revelado como la formación profesional no militar más antigua conocida sin ningún momento de inactividad, toca el precioso Himno a la Virgen de los Reyes para adentrarse en la calle Alemanes. El público es numeroso. La procesión se mueve en los últimos años en unas cifras estables. El cortejo avanza y los turistas copan los balcones de los hoteles y cada vez más numerosos apartamentos turísticos.
“Esto es muy largo”, se queja un pequeño. A las ocho en punto la Virgen pasa bajo el dintel de la Puerta de los Palos. Repique de campanas. Cientos de móviles captan la instantánea. Twitter echa humo. A esa hora ya son tendencia #Reyes, #Virgen, #DíadelaVirgen y #VirgendelosReyes. El más respetuoso silencio sólo es roto por la coral. “Salve, Virgen María, Madre de Dios”. Ni los pájaros se atreven a piar. “¡Mira los zapatitos dorados del Niño!”, exclama una señora. Tras la primera posa, la Virgen se para en la confluencia con Argote de Molina. Los reclamos publicitarios de una pizzería y una heladería estropean las fotos. Es urgente que el Ayuntamiento cuide el entorno de la Catedral e imponga unos cánones estéticos.
A las 08:36 está la Virgen en la Punta del Diamante. Se realiza la segunda posa. Asenjo inciensa el paso y, tras llamar, se marcha indispuesto. El obispo auxiliar, Santiago Gómez Sierra, se queda en la presidencia. El sol no aparece. “Las esquinas están perfectas”, advierten unos cofrades. Un cuponero trata de vender los últimos boletos para el sorteo extraordinario de la Once. Sobre las nueve la patrona realiza el último de los giros a la presidencia eclesiástica antes de ganar velocidad por Fray Ceferino González. Los tiempos se calcan año tras año. El astro rey, que normalmente inunda el rostro de la Virgen en este tramo, apenas asoma tímidamente por la Casa de la Provincia.
Tras recorrer los últimos metros, la Virgen se posa ante el cancel de la Puerta de los Palos a las 09:29. Los macetones vuelven a molestar. El desfile de los soldados arranca el único aplauso de la mañana. Son las 09:37. La Virgen entra. Las monjas de la Encarnación observan tras la celosía. Repican las campanas. Unos turistas recién llegados a la ciudad se abren paso cargados de maletas. Muchos sevillanos se disponen a regresar a sus lugares de veraneo para retomar el descanso. Tras el reencuentro de cada año, otros comenzarán a disfrutar del suyo.
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