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La procesión de la Asunción de Cantillana, la hipérbole del 15 de agosto

La bulla rodea el paso de la Asunción Gloriosa en la procesión del 15 de agosto.

La bulla rodea el paso de la Asunción Gloriosa en la procesión del 15 de agosto. / D. S.

En Cantillana, cada 15 de agosto, se vive una hipérbole. Una auténtica exageración. No hay término medio. Todo se festeja a lo grande. Nada se guarda. Ni se disimula. Desde el ornato hasta los más profundos sentimientos. Se saca a relucir todo. Es día marcado en rojo en el calendario litúrgico. Un color que en las familias asuncionistas se vuelve blanco y celeste cuando el verano atraviesa su ecuador por estas tierras. 

Quien pise por primera vez la localidad de la Vega sevillana esta jornada difícilmente podrá pestañear ante lo que pasa por sus ojos. Deben mantenerse bien abiertos para captar el máximo número de detalles que rodean a una fiesta cuya idiosincrasia se ha intentado copiar -o impostar, si somos precisos- en otros muchos pueblos, e incluso en la capital. 

La mañana comienza bien temprano y tiene su cénit en la función de iglesia, de dos horas de duración y a la que los hermanos de la Asunción Gloriosa acuden con la indumentaria propia de los días grandes. No se pueden perder de vista los complementos que lucen esta fecha las mujeres asuncionistas: mantillas, peinas, tocados y una colección de pamelas que llegan a empequeñecer hasta las famosísimas carreras de Ascot. 

Un trono ex profeso

El completísimo paso de la Asunción de Cantillana. El completísimo paso de la Asunción de Cantillana.

El completísimo paso de la Asunción de Cantillana. / D. S.

Terminado el oficio religioso, el pueblo se refugia de las horas de calor hasta que la tarde languidece. Las puertas de la parroquia ya están abiertas y el templo empieza a colmatarse de público. En lo más alto del aparato de cultos, se alza el simpecado que costearon los devotos en plena pandemia del Covid, bordado por las Hermanas Rama. La Asunción preside su paso. Un auténtico trono concebido en exclusiva para la representación del dogma mariano. La luz, el oro, el sepulcro, la orfebrería que salpica los respiraderos y la canastilla, los marfiles que asoman, el cuerpo de ángeles que talló Sebastián Santos en la nube que hace las veces de peana, la visión piramidal y ascendente del conjunto... Pocos pasos tan logrados y con sello propio existen en Andalucía para una procesión de gloria. 

La primera chicotá se produce en el interior de la parroquia a los sones de la banda de la Soledad de Cantillana. Antonio Santiago manda a sus hombres. Empieza el éxtasis. Las manos abiertas mientras se lanzan vítores y exclamaciones. Un delirio al compás del vaivén de los abanicos. Accesorio indispensable para aportar aire al asunto. Las pinturas de Ocaña se hacen de carne y hueso.

Las calles engalanadas también merecen la atención. Banderas blancas y celestes, reposteros (muy costeados) en los balcones y una iluminación muy característica: la que aportan las antiguas bombillas antes de que se impusiera la sostenible moda de las lámparas led. Una luz de fiesta antigua, de pueblo, que la hace especial estos días y que aguarda en la calle Martín Rey su punto culmen. 

Pólvora y convivencia

Las casas viven también su solemnidad particular. De puertas abiertas. Las hay hasta con servicio de camareros. Botellines a punto de congelación que saben al maná de los dioses cuando el calor empapa chaqueta y camisa. La gula esta noche goza de indulgencia plena. Platos de jamón, queso, carne mechada, anchoas y hasta gambas de tamaño XXL que obligan al trabajo continuo de los dedos para degustarlas. 

No olvidemos la pólvora. La que estalla en los cielos y se hace visible desde municipios cercanos. Fuegos de artificio y cohetes. Muchos cohetes. Como una mascletá valenciana en plena tierra de Curro Jiménez, aquel mítico bandolero del XIX que fue antes barquero por estas tierras y que se hizo famoso en los 80 por la serie de televisión protagonizada por Sancho Gracia (cuyo nieto también acapara estos días horas de informativos y magacines pero por asuntos menos agradables). 

El 'prime time' de la noche

Cuando el 15 de agosto está a punto de expirar se produce el momento de mayor audiencia de la procesión. La Virgen entra en Martín Rey, calle engalanada con gallardetes rojos que estrena dos arcos con lámparas de araña y pinturas en las que se reproduce la Titular mariana y al Rey San Fernando, quien trajo al municipio la devoción asuncionista hace casi ocho siglos. Se trata de uno de los primeros proyectos puestos en marcha por la junta de gobierno que dirige José Antonio Ortiz Muñoz, el cual se irá completando los próximos años.

La Asunción Gloriosa bajo uno de los arcos estrenados en la calle Martín Rey. La Asunción Gloriosa bajo uno de los arcos estrenados en la calle Martín Rey.

La Asunción Gloriosa bajo uno de los arcos estrenados en la calle Martín Rey. / D. S.

Todo se desborda en esta calle, donde la sagrada imagen es recibida con 21 cohetes, en recuerdo del número de salvas que se lanzan cuando las más altas autoridades llegan a un país. Comienza el ritual. Se canta el Himno Asuncionista, se sube el paso a pulso y luego viene la lluvia de flores. Aunque aquí más que de lluvia cabría hablar de auténtica dana (por hacer uso de la novelería meteorológica) que cubre las pantorrillas de quienes aguardan desde hace horas presenciar este momento. Luego continúan los cantos propios. Hoy el mundo contempla a María... Y así hasta llegar al Arco de las Veredas, otro momento destacado en el prime time de la noche. 

De todo ello da cuenta Blogosur, que acomete uno de los despliegues mediáticos más importantes para retransmitir la procesión, ya sea a pie de calle o desde los balcones, como el de Asunción Meléndez, situado en primera línea de esta urbe celeste y blanca. A esta cantillanera, siendo niña, su abuela le pedía que cuando la llamase tardara tiempo en contestar, para así ver colmado su deseo de repetir hasta tres veces su nombre. Honor de generaciones. 

El arco de la sonrisa

La Asunción Gloriosa, a punto de atravesar el Arco de las Veredas que le dibuja una sonrisa. La Asunción Gloriosa, a punto de atravesar el Arco de las Veredas que le dibuja una sonrisa.

La Asunción Gloriosa, a punto de atravesar el Arco de las Veredas que le dibuja una sonrisa. / D. S.

La bulla llega a la Plaza del Llano. La noche presenta ecos cernudianos. El escritor sevillano, en su obra Ocnos, afirmó que "para un andaluz, la felicidad aguarda siempre tras un arco". En este pueblo ese arco tiene nombre propio, el Arco de las Veredas. Y la felicidad, un efecto inigualable, el de la sonrisa de la Asunción, auspiciada por la luz de las bombillas.

La procesión continuará por la calle Real, Antonio Machado y la Cuesta del Reloj, hasta llegar de nuevo a la parroquia. Desde los balcones seguirán alzándose las manos (perfectamente enjoyadas) en un ademán identificativo de las mujeres de esta tierra, que hicieron de ella un sólido matriarcado, hasta el punto que los vítores que proclaman sus gargantas entrañan claves sólo entendibles dentro de la religiosidad popular de este pueblo. Es Cantillana. Es 15 de agosto. Una hipérbole devocional. Propia. Intransferible. 

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