La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
Historia
Nos atreveríamos a decir -presumiblemente sin temor a equivocarnos- que ninguna generación actual de sevillanos ha conocido a la Virgen de los Reyes en otro paso que no sea el actual. De lo contrario, habrá quien esté cerca de cumplir cien años de vida. Corría el 15 de agosto del año 1924, Día de la Asunción de la Virgen y jornada ineludible en nuestro devocionario popular. La Virgen de los Reyes estrenaba su nuevo paso de palio, al estilo de tumbilla, en una procesión realizada con motivo de la inauguración del monumento a Fernando III el Santo en la Plaza Nueva. Aquel día, y de manera excepcional, la Virgen recorrió un itinerario distinto al tradicional, rebasando las propias fronteras de las gradas catedralicias y la Avenida de la Constitución. Además, rodeó al completo la Plaza Nueva.
Diseñado por Juan Talavera Heredia, el palio de la Virgen de los Reyes se ejecutó a raíz del impulso del Cardenal Almaraz y el trabajo incansable de una Comisión organizada ex profeso para materializar un anhelo que ya existía desde finales del XIX; tanto es así, que en 1891 y 1893 Virgilio Mattoni diseñó dos palios diferentes con el mecenazgo de la infanta María Luisa, si bien ninguno llegó a buen puerto. Durante la centuria decimonónica, la imagen procesionó bajo un palio recto con cuatro varales, pero los felices años veinte modificaron aquella impronta circunstancial. En aquel tiempo el palio nuevo causaría asombro, pero lo cierto y verdad es que no era una estampa inusual si nos atenemos a los libros y a la propia historia de la ciudad. El estreno de aquel palio se consideraba como una deuda histórica y una regresión a los orígenes.
Con anterioridad al siglo XIX, la Virgen de los Reyes procesionaba precisamente bajo un palio de tumbilla, una estética habitual por aquel entonces. Durante los siglos XVII y XVIII resultaba familiar y usual que numerosas imágenes fueran cobijadas por este tipo de palio; un ejemplo clarividente es el de la Virgen de las Aguas del Salvador, que a diferencia de la patrona continuó luciendo su palio de tumbilla durante el XIX, de ahí que se extendiera comúnmente la creencia de que el nuevo palio estrenado en 1923 se inspirase en el portaba la imagen alfonsí. Como apunte curioso, y a modo de carreta improvisada, el Rocío de Sevilla lució su Simpecado bajo el palio de la Virgen de las Aguas el 10 de mayo de 1951, fecha de su primera peregrinación a la aldea almonteña.
Ahora bien, ¿por qué se denomina de tumbilla a esta tipología de pasos de palio? En primer lugar, el palio en sí es un símbolo directo que indica al fiel la presencia de la divinidad. Ocurre con el Santísimo, con nuestras imágenes marianas (puesto que la Virgen es el primer Sagrario de Cristo, y como tal representa también la presencia de la Sagrada Forma) y ocurría en otras religiones y civilizaciones, como en el Antiguo Egipto. El paso del tiempo, naturalmente, ha ido modificando la estética de estos atributos pero su significado litúrgico se mantiene invariable.
Según apuntaba Reyes Pro (licenciada en Filosofía y Letras y Geografía e Historia, además de incondicional estudiosa de nuestra ciudad) en la web ArteSacro, la tumbilla era un antiguo artilugio presente en zonas de climas fríos que se empleaba para calentar las camas y los dormitorios. Este artefacto en concreto consistía en una estructura convexa "que cobijaba un braserillo y que se metía entre las sábanas. Puede que nombre derive del hecho de que la forma podía recordar la de una pequeña tumba y que evocase la del templete o baldaquino que cobijaba la imagen de la Virgen antiguamente".
A poco más de una semana para la procesión de la patrona, en nuestra memoria se dibuja, un año más, el particular e inconfundible perfil de la Virgen de los Reyes bajo su palio de tumbilla, una obra que no solo es hija de su tiempo y de su contexto, sino que nos evoca las diferentes vías de anunciar la divinidad y la presencia que, hace siglos, gozaba en nuestra ciudad.
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