Una plaza y un 'travelling'
El Gran Poder se convierte en el hilo argumental de la primera edición de La Caja. El recorrido visual por el cuerpo del Cachorro provoca el asombro de todos.
EL día más frío del año. Los informativos radiofónicos lo advierten. Lo constata el termómetro del coche. El mercurio apenas supera los cero grados. Son las cinco de la mañana del 6 de febrero cuando Antonio Casado, director de La Caja de la Semana Santa, sale de Sevilla Este -barrio que este cuarentón denomina como Córdoba Oeste- en dirección al punto cero de la ciudad. La plaza que pespuntea el cielo con plataneros. El alfa y omega del audiovisual que lleva por título La ciudad en el tiempo. San Lorenzo. Allí espera el equipo de La Guadaña. El de producción también es puntual a la hora de cita: las seis de la mañana.
Es viernes. Muy pronto empiezan a llegar los primeros devotos del Señor. La cabeza caliente toma varios planos de la plaza vacía. En las imágenes llega a olerse esa soledad que evocan los versos de Bécquer: ¡Qué solos se quedan los muertos! Quietud inquebrantable. Miguel Martín, capiller del Gran Poder, abre la puerta que marca el destino de varios sevillanos muy madrugadores. Al fondo, sobre el mármol rosa del camarín, se recorta el Dios de todos lo días. El de los lamentos cotidianos. Todo empieza y acaba en Él. Ésa es la idea que estructura la primera edición. La Semana Santa que transcurre a lo largo del año. Cuando se desmontan los pasos y las sagradas imágenes vuelven a recibir las oraciones diarias.
Amanece en San Lorenzo. La luz de este viernes es un auténtico milagro. Minutos antes varias nubes hacían presagiar que los planes se alterarían. Pero, finalmente, el sol vence a la penumbra, momento idóneo para satisfacer el estómago y el gaznate en El Sardinero, donde bulle la cafetera a la hora punta del desayuno. Allí, entre tostadas y humo de vasos de caña calientes, llega el jarro de agua fría: la puerta de cristal que se cayó recientemente en la sala expositiva del Antiquarium obliga a cerrar este espacio municipal, en el que iba a proyectarse el audiovisual multipantalla. El gran reto para el equipo de la primera edición es encontrar en menos de un mes una nueva ubicación con las condiciones técnicas idóneas.
Mientras se busca un nuevo emplazamiento, continúan las grabaciones. Martes 10 de febrero. Basílica del Cachorro. Del mármol rosa del Gran Poder al verde del Cristo de la Expiración. El trabajo empieza a las nueve de la noche. Allí se encuentran los priostes de la hermandad, que abren el ábside del Crucificado para que se tomen diversas imágenes. En el ánimo de todos pesa la incertidumbre sobre el edificio que finalmente acogerá la primera edición de La Caja. Las propuestas presentadas hasta ahora por el Ayuntamiento no son válidas. Así lo afirma el director comercial y de marketing del proyecto, Miguel Ángel Moreno, que ha acudido esta noche a la grabación. Horas más tarde llega el guionista (éste que escribe), quien -ignorante en la materia- acaba aprendiendo el significado del término "paraguas" en boca de un iluminador, que dista del que tiene el artilugio con el que hacen su agosto los chinos en días de lluvia.
Anécdotas que consumen los minutos hasta sobrepasar las dos de la mañana. Es el momento en el que se logra la imagen de la primera edición. El travelling del Cachorro. La cámara recorre palmo a palmo el Crucificado que cruza esa débil línea entre la vida y la muerte. El resultado es tal que provoca el asombro de todos. Una ascensión visual que marca el cénit de la producción.
La solución al enclave para desarrollar esta iniciativa llega diez días antes de la inauguración. Imprescindible resulta la colaboración del entonces concejal de gobierno, Beltrán Pérez. El lugar donde se montará la primera carpa -gracias a la cesión de Sacyr- serán las setas de la Encarnación. La Caja se hace realidad el lunes 2 de marzo. Atrás quedan las más de 100 horas de grabación en menos de un mes. Ya lo dijo Lorca: los sueños siempre van sobre el tiempo.
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