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Jesús Navas, medalla de la ciudad de Sevilla

Cuando la Piedad de la Mortaja vistió gargantillas, joyas y rostrillos de orfebrería

Antonio Amián fue asesor artístico y vestidor de la corporación a principios del siglo XX

Su ingenio y su capacidad innovadora crearon estampas para la posteridad

La hegemonía de Rodríguez Ojeda eclipsó su originalidad creativa

De Piedad a Mortaja: 75 años de un estilo

La Virgen de la Piedad con rostrillo de orfebrería y tiaras / Hermandad

A mediados del siglo XIX, en 1842, nacía en Córdoba el artista -no encontramos otro calificativo semejante- Antonio Amián, prodigio del ingenio que estaba llamado a marcar una época en la estética de la Semana Santa de Sevilla. Aunque estudió el oficio de orfebre y trabajó en Madrid (en concreto, para la Casa Real) con apenas treinta años, regresó poco después a Andalucía para dedicarse a una vida más ociosa y despreocupada, cuestión que se le privaba en la capital.

En aquel tiempo, la estética romántica se desplazaba paulatinamente a un segundo plano, debido en buena medida a la irrupción de Juan Manuel Rodríguez Ojeda, cuya producción alcanzó una hegemonía incontestable durante el primer tercio del nuevo siglo, cuestión por la que, probablemente, los trabajos de Amián se vieron ensombrecidos durante décadas.

Su trabajo para Sevilla

Tomando siempre como referencia al buen amigo José de León, historiador del arte y estudioso de la obra del artista, Antonio Amián llega a San Bernardo en 1899 y se convierte en vestidor de la Virgen del Refugio, por lo que se considera el primer hombre conocido que ejerce esta función. Poco después, en 1904, la Hermandad de la Piedad de Santa Marina lo nombra como consultor artístico, aunque las fotografías nos muestran que, indudablemente, desplegó su trabajo como vestidor. Era una manera de camuflar su verdadero cometido en esta corporación, en la que desarrolló su creatividad y originalidad. Durante esta horquilla temporal consiguió establecerse como uno de los artistas más aclamados de la ciudad. Llegó incluso a decorar casetas para la Feria, que eran reseñadas y celebradas en las crónicas de la época.

El paso de la Mortaja con guirnaldas de flores en los candelabros / Archivo

En la Mortaja cambia por completo la estética general de la cofradía y de la Semana Santa, convirtiéndose en pionera de un nuevo modo de vestir: desaparece la estampa romántica, el manto se convierte en capa y se incluyen piezas de joyería que intensifican la estampa regia de la imagen. En la fotografía que ilustra el artículo observamos a la Santísima Virgen de la Piedad enjoyada al modo de Antonio Amián: con gargantillas, collares, y rostrillos de orfebrería, un estilo hoy en desuso y que en su momento se adelantó a su propio tiempo. Es más: ya en la Hermandad de los Panaderos, para la que también trabajó, utilizó mariquillas para enjoyar a la Virgen (diferentes, como es natural, a las que Joselito regaló a la Macarena).

La Virgen del Dulce Nombre vestida por Antonio Amián / ARchivo

No solo innovó en el modo del vestir; también participó en la presentación del paso en la calle, utilizando guirnaldas floreadas para unir los candelabros, a semejanza de un jardín real. Eran los “felices años veinte”. Era la siempre bellísima y arrebatadora Piedad de Santa Marina como nunca se había conocido.

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