El peso de la tradición en la santa mujer Verónica

La santa mujer Verónica está presente en la sexta estación del Viacrucis pero no en los evangelios canónicos

Montserrat
Montserrat / Jose Angel García

EL misterio rodea a Verónica, la mujer que según la tradición enjugó el rostro de Cristo durante su camino llevando la cruz al Gólgota con un paño en el que quedó grabado el rostro del nazareno. Mateo, Marcos, Lucas o Juan no hablan de ella cuando narran la Pasión de Cristo. Sin embargo, si está en la sexta estación del viacrucis, donde se recuerda el momento en que la santa mujer Verónica seca el sudor y la sangre de Jesús en su camino al Gólgota.

Hasta su nombre tiene un punto de misterio. Mientras que algunos piensan que es un desarrollo de Vera-icon (imagen verdadera) De est e modo, el paño de la Verónica está considerado como una de las reliquias que son verdadera imagen de Cristo, como el Mandylion de Edesa, la Sábana Santa de Turin o el Santo Sudario de Oviedo. Sin embargo, lejos de la tradición, los estudiosos se inclinan porque sea una derivación del griego Berenice, portadora de la victoria, un nombre que era común entonces entre los judíos. La aparición de Verónica como nombre y personaje fue cuestión de tiempo y fe.

En el paso de Jesús con la Cruz al Hombro de la Hermandad del Valle se puede ver el momento en el que la Santa Mujer Verónica se queda con el rostro de Cristo en su paño. Un retrato que cada Semana Santa es encargado a un pintor. En la colección propiedad de la hermandad hay de todo tipo de represenaciones de la Santa Faz, desde las más realistas a las que rozan el abstracto.

Este año el encargado de realizar el paño de la santa mujer Verónica es Ángel Alén. Este pintor sevillano, ha obtenido galardones como el primer premio del VI certamen internacional de pintura Manuel Ángeles Ortiz, en Jaén, o en el LXXIV certamen nacional de pintura José Arpa, en Carmona.La santa mujer Verónica del paso de Jesús con la cruz al hombro de la hermandad del Valle fue atribuida durante muchos años a Juan Martínez Montañés, aunque en realidad fue realizada por Juan Bautista Patrone y Quartin y policromada por Juan Roso en 1801. Fue restaurada en 2002.

Si bien no aparece en los textos de Mateo, Marcos, Lucas y Juan, el evangelio apócrifo de Nicodemo, o Actas de Pilato, identifica a Verónica con la hemorroísa curada por Jesús, que testifica a gritos a su favor ante Pilato en el pretorio, al serle negada como mujer la capacidad de testificar en juicio.

A finales de la Edad Media, Verónica fue situada al lado de las mujeres de las que se hace mención en la pasión de Jesús (cf. Lc 23,27), pasando a ser su encuentro con Cristo la sexta estación del ejercicio del viacrucis.

Existen tradiciones numerosas sobre el poder milagroso de Santa Verónica y su velo. En el siglo VIII el papa Juan VIIIconsagró en Roma una capilla dedicada a sancta Maria in Veronica. Entonces ya circulaba la historia de que, estando en Roma, la santa tuvo un encuentro con el emperador romano Tiberio que se hallaba gravemente enfermo. Verónica le habría hecho tocar la sagrada imagen e implorar a Dios su misericordia y Tiberio habría recuperado la salud en el acto. A partir de ese evento, la santa decidió quedarse en la capital del imperio y permanecer cerca de los Apóstoles San Pedro y San Pablo. Al morir, el velo pasó, según la tradición, a manos del Papa Clemente I . Con motivo del primer año santo de la historia, en 1300, el Velo de la Verónica se convirtió en una de las mirabilias urbis romanae (maravillas de la ciudad de Roma) atrayendo gran cantidad de peregrinos a la Basílica de San Pedro.

Básicamente, son dos, los paños que están considerados como auténticos. Uno está en Roma y el otro en un pueblo de la región de Pescara llamado Manopello. En la Historia Basilicae Vaticanae, escrita en 1160, Petrus Mallius confirma la presencia en la basílica de San Pedro del “oratorio de la santa Madre de Dios la Virgen María, llamado Veronica, donde está sin duda el sudario de Cristo”. Y siempre en esa época, en el Chronicon de Benedetto di San Andrea del Monte Sorratte,[10] se lee que el papa Juan VII “hizo el oratorio de la santa Madre de Dios [...] al interior de la iglesia del beato apóstol Pedro, que está denominado en relación a la Verónica”. El saqueo de Roma de 1527 parece que tuvo como consecuencia la venta de la reliquia “en las tabernas de Roma”; aunque posteriormente se dijo que había sido recuperada. El Martirologio Romano (Pietro Galesini, Milán, 1578) establecía su festividad el 3 de febrero.

La ubicación actual de la reliquia no se puede determinar con claridad. Se copió varias veces (alguna de las distribuidas por Europa serán probablemente las que se custodian en distintos lugares, pretendiendo ser alguna parte del velo original)

La paradoja de la multiplicidad de paños se resolvía con el recurso a la posibilidad de que Verónica doblara el pañuelo dos veces antes de que la sangre de Jesús se secara, con lo que serían cuatro las imágenes obtenidas. La palabra griega tetradiplon (”doblado cuatro veces”) se reserva no obstante para la denominación del Mandylion de Edesa. Se ha señalado la coincidencia de que en las leyendas más antiguas, Verónica aparezca citada como una princesa de Edesa.[

En Sevilla, además de la Verónica de El Valle se puede ver la conocida como “mujer Verónica” de Montserrat. Las hermanas de la corporación del Viernes Santo solicitan este puesto en el cortejo por carta dirigida al hermano mayor de la corporación. Cada año, hay dos mujeres que representan el Viernes Santo a la Santa Mujer Verónica y a la virtud teologal de la Fe en la estación de penitencia de la Hermandad de Montserrat.

En la Estación de Penitencia de 1859 formó parte del cortejo, por vez primera, una joven representando a la Santa Mujer Verónica. En el año 1865 se incorpora en la procesión la representación simbólica de la virtud teologal de la Fe, encarnada igualmente por una joven. La primera salida de la alegoría de la Fe fue el Viernes Santo de 1865. Según fuentes de la hermandad, iba encarnada por una niña de 13 años vistiendo un “lujoso traje de tisú salpicado de oro fino, manto de encaje guarnecido de oro con la cruz y el cáliz dorado”.

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