
Ignacio Valduérteles
Mater Dolorosa
La Bocamanga
Un azulejo nos recibe hoy diciendo “Bienvenido a la calle Santiago. Aquí vive la Madre de Dios” y dice bien. Aquí vive María Santísima del Rocío, Madre de Jesús de la Redención, Dios hecho hombre para entregarse entre los olivos que florecieron en aquella plaza de López Pintado que hoy lleva su nombre. Hoy, un Lunes Santo más, se renueva la promesa de devoción de un barrio que no tendrá nunca mas límites ni fronteras que los de los devotos que han hecho de esta hermandad lo que es hoy en día con sus casi cinco mil hermanos. Atrás queda el aroma tostado del café de la familia Cobo, atrás un Corral del Conde de auténtica vecindad, atrás esa Quinta Avenida que es la calle Lanza, atrás quedan los talleres del Muro de los Navarros, atrás el tiempo que se fue y no volverá. Hoy ya no hay tiempo para esos tiempos, apenas queda nada del barrio popular, pero queda y siempre quedará una Virgen de nombre marismeño que vino a poner nido de amor en la Iglesia de Santiago, Rocío que refresca su dolor en las cales de su barrio cada Lunes Santo cuando el sol atraviesa la malla de su palio para hacerla saber predilecta del Altísimo, y que pronto, muy pronto, se verá coronada como una reina enjoyada con oro de Ofir para proclamarla soberana de los que le rezan con ese Ave María azul y blanco que le saluda al embocar la calle Santiago camino de la Campana.
El barrio ensancha hoy sus estrecheces mientras los balcones buscarán el abrazo de sus devociones en el intento infinito de hacer suyos los pasos de la cofradía en su recorrido. El olivo nacerá a la luz en pugna con los naranjos guardianes de la puerta de Santiago, los apóstoles apartarán sus ramas para ser testigos de la entrega del Hijo del Hombre con el beso sucio del amigo y se consumará la profecía del libro de Daniel. El Ben Adam hebreo abrirá sus manos para hacernos suyos un año más, transfigurados sus ropajes en el tisú blanco y el oro bordado, mansa su entrega en la expresión humilde de un Dios que siempre perdona. Cada Lunes Santo se consuma el apócrifo sevillano en el que Jesús está menos solo en el Huerto de los Olivos con esos cinco apóstoles que Don Eugenio quiso hacer testigos de la traición de Judas. Los cielos que perdimos volverán hoy renovados para contemplar un olivo que navega y vuela a la voz de Paco Reguera, para hacer suyos los ecos de la saeta de Manuel Cuevas, para traer el sol tras unas nubes que regaron de primavera la Cuaresma, para que todo sea como siempre fue y lo vivamos como nunca.
Santiago se llena de verde y morado, de fervor estrenado en los pequeños que hoy salen por vez primera y rezos antiguos de los que conocieron la cofradía hecha un puñado de nazarenos que jamás pensaron en llegar a ser mil quinientos como hoy. La cofradía ya llena una iglesia y un convento entero para salir y hacer suya la tarde de Lunes Santo en las ascuas benditas de unas miradas misericordiosas y unas manos abiertas para sujetarnos por siempre. Los sones de una agrupación, qué banda, tomarán el nombre de su Señor a cambio de su música, esa música de tardes y noche de ensayos, de miles de kilómetros hechos por España entera proclamando la Redención al sevillano modo. La primera marcha, siempre dentro de la iglesia, es la de las lágrimas y la emoción, la de los que ya no están, la de la renovada cita tan largamente esperada. Y allí estarán algunos para descubrir por vez primera una cofradía singular, única en su forma de vivir y expresar su sentimiento, simpar en abrir sus puertas a los que abren su corazón. Doy fe de lo mucho y bueno que ha hecho esa manera de ser anfitrión de los que luego serán servidores como ellos de su hermandad, soy el vivo ejemplo. Aquí se llega vacío por dentro y cubierto de todo lo que la vida deposita sobre nosotros y se sale lleno de Dios y desnudo de lo superficial, invitado a seguir a Jesús entre los olivos como un discípulo más.
Y Ella, la Virgen con un pétalo de rosa en la cara, lágrimas de rocío y mirada de madre pluscuamperfecta. Una diadema la cubre este año en la espera de ver sus sienes tocadas por la presea de amor que su proyecto de Autismo le está haciendo con las risas inocentes y las manos de los que más puramente la quieren, con las mañanas de trabajo en el belén o de limpieza de plata, con las meriendas compartidas y llenas de abrazos sinceros, con las visitas suyas y de sus familiares y esa salamandra que por siempre quedará prendida en el corazón de una Virgen que nos enseña a amarlos los primeros y verlos con sus ojos. No hay distinción, no la hay, aman y son amados como cualquiera, por eso la hermandad les ha abierto sus puertas y su corazón y ha llenado de comprensión y entendimiento su misión hasta cuidar que en su iglesia todo sea de ellos y para ellos con esa señalética sencilla que los acerque más que a nadie. El autismo es una expresión que no siempre entendemos pero que vivida desde el amor nos acerca a Dios y María Santísima del Rocío está ahí para llevarnos de su mano con ellos hacia Él.
Por eso, cuando las bambalinas asomen a la tarde y brille la plata nueva de su candelería y sus jarras, cuando la cera en flor proclame el reino de su luz y el bordado en seda y oro se precipite por el terciopelo verde de su manto, cuando busque nuestra mirada su rostro de nácar y clavel, todo será Rocío, Rocío de Lunes Santo, Rocío bajo los pétalos, Rocío eterno bajo palio, Rocío de dolor y amor que nos prenderá y llevará con Ella, Rocío infinita que se derrama sobre nosotros, Rocío del cielo y de la tierra, Rocío pronto coronada con el amor y por el amor de sus hijos, Rocío, Madre de Dios que vive en la calle Santiago.
Lunes Santo de La Redención, El Rocío o El Beso de Judas, como la quieran llamar. Lunes Santo en Santiago. Lunes verde y morado.
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