24 de marzo 2022 - 05:02

Una vez pasada la Exaltación de la Saeta que organiza el Consejo de Cofradías junto al Ayuntamiento de Sevilla y la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía he estado reflexionando sobre esta expresión popular tan flamenca. No creo que esté pasando por su mejor momento desde luego, pero sí creo que puede tener un buen futuro. Hoy que el flamenco pierde frescura y autenticidad por las cuestiones mercantiles del espectáculo la saeta no deja de sufrir, como cante flamenco que es, dicha vicisitud. Cada vez se escuchan menos saetas en Semana Santa y la calidad de sus interpretaciones y letras se resiente.

La variedad de la saeta va del original estilo judaico recogido por Écija y Marchena y cuyo máximo, y quizás último, exponente sea el incombustible Jesús Heredia, al flamenco de los seguidores de Enrique El Mellizo o Manuel Centeno que por seguiriyas, carceleras, tonás, soleás o martinetes escuchamos más habitualmente. Manuel Cuevas devolvió parte del interés que siempre tuvo la saeta con ese alarde de facultades que lleva el quejío a un infinito estos últimos años y cuya saeta a la Virgen del Rocío en La Campana ante el Rey formará ya parte de las crónicas históricas de nuestra Semana Santa. Mis mejores recuerdos me llevan a un inconfundible Sacri, a una infancia escuchando a Pili del Castillo y Angelita Yruela, al inigualable y recordado Pepe Peregil de voz rotunda rompiendo entre el bullicio de la calle y a la voz fragüera de José de la Tomasa. Conservo el deseo de escuchar algún día en Sevilla a la portentosa jerezana Elu y volver a emocionarme con la saeta de Laura Gallego en la calle Pureza en esa mañana de Esperanza cuando el sol alto del Viernes Santo ilumina la pleamar verde de Triana.

Hay futuro, claro que lo hay, la Escuela de Saetas de la Hermandad de la Cena, tan bien dirigida por José Manuel Humanes, lleva más de treinta años velando por este cante y sembrando de nuevas voces los balcones de la Semana Santa. También la Fundación Cristina Heeren trata de mantener viva la llama y de sus aulas salen nuevos cantaores y cantaoras que podemos escuchar de vez en cuando. Probablemente la falta de saetas tenga que ver con la ausencia de patrocinadores que asuman el coste de los profesionales, con la crisis económica que no terminamos de soltar desde 2008 o con la cada vez más difícil justificación en las grandes empresas del gasto. Desde luego, no es por falta de pasos ni de balcones. Hay en el horizonte nuevas y buenas voces en el flamenco, figuras reconocidas que Sevilla debe contemplar interpretando este cante y que piden algún mayordomo con sensibilidad y habilidad para hallar un benefactor que lo haga posible. Pido a los poetas y letristas que se rebusquen en los adentros, que sueñen letras y las escriban para que la memoria colectiva las haga eternas en la voz de un saetero. "Orgullo debes tener, Rocío de mis entrañas..."

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