El Señor de los dudosos
Quo vadis?
La hermandad debiera diseñar una planificación estratégica a medio y largo plazo y enfocarse hacia ella desde hoy
Los croqueteros

En unos días las cadenas de televisión empezarán su programación de Semana Santa y repetirán Ben-Hur; Los Diez Mandamientos; La Túnica Sagrada; Barrabás y la imprescindible Quo Vadis? De esta última, basada en una novela del Premio Nobel Henryk Sienkiewicz, se han hecho varias versiones, la que se suele emitir es la de Robert Taylor y Deborah Kerr. El argumento se extrae de unos textos apócrifos que relatan la vida de San Pedro en sus últimos años en Roma. En la persecución de los cristianos decretada por Nerón (63 a.C.) San Pedro deja Roma, para salvar la vida. Al poco de salir se le apareció Jesucristo cargado con la cruz: Quo vadis?, ¿dónde vas?, le preguntó Pedro. “A Roma, para que me crucifiquen de nuevo”, contestó Cristo. San Pedro, abochornado, regresó a Roma, a afrontar su responsabilidad como jefe de la Iglesia.
Fue Roma, en su decadencia, quien realmente destruyó el imperio romano, no los pueblos bárbaros. Las grandes civilizaciones no se conquistan, se autodestruyen. También hoy podemos afirmar que a Europa la está haciendo caer Europa misma. A nadie se le escapa que nuestro entorno está sufriendo una gran transformación cultural y moral. De una sociedad fundamentada en la persona y su dignidad se pasa a un proyecto laicista fundamentado en un transhumanismo que plantea al ser humano como un ente mejorable y que propone el uso de la tecnología y la ciencia para el perfeccionamiento de la cultura, proyecto al que refuerzan instituciones como Davos o programaciones como la Agenda 2030. A todo esto se suma un planificado intento de islamizar Occidente, como ya venía advirtiendo Oriana Fallaci desde finales del siglo pasado.
¿Qué tiene que ver esto con las hermandades? Las hermandades son organizaciones que forman parte de la sociedad civil, desde su singularidad, y participan de los mismos problemas que el resto de la sociedad. A ellas compete de forma especial contribuir a la recuperación de Europa, por lo que no pueden segregarse creando una realidad paralela. Si una hermandad no defendiera, de forma pública y ordenada, el cristianismo y su modelo cultural y moral se diluiría socialmente. En ese caso habría que preguntarle también: Quo Vadis?, dónde vas?, ¿por qué rehúyes tu responsabilidad: por comodidad, por miedo a señalarte, por incompetencia?
Todas las organizaciones, las hermandades también, han de tener una visión a largo plazo para fijar su posicionamiento en el futuro, su misión. A todas se les presenta el mismo reto: desarrollar sus fines en un entorno que se prevé lleno de problemas, pero también de oportunidades. Las hermandades no pueden adivinar el futuro, pero sí abrir procesos de análisis y reflexión sobre los posibles escenarios que se pueden encontrar en los próximos años y planificar los objetivos para desenvolverse en esos escenarios. Se vislumbra un futuro en el que las hermandades no tendrán fácil el desarrollo de su misión culto, formación, fomento de la Caridad y, como consecuencia, tampoco la mejora de su entorno.
La hermandad debiera diseñar una planificación estratégica a medio y largo plazo y enfocarse hacia ella desde hoy. Es decepcionante comprobar, lo estamos viendo ahora, cómo cuando surge algún hermano mayor que plantea con fundamento el futuro de la hermandad y planifica su visión estratégica con rigor, ésta se pierde ahogada en luchas internas por el poder que debilitan la hermandad y agotan el proyecto. Es preciso mantener el proyecto en el tiempo, la hermandad no puede ir dando bandazos, supeditada al cortoplacismo de los respectivos hermanos mayores, cada uno con su concepto de hermandad y su proyecto, para que al terminar su periodo venga otro a desarrollar el suyo. Estos vaivenes van desnaturalizando a las hermandades, que terminan encapsulándose, ajenas a su entorno, viviendo esa realidad paralela a la que aludíamos.
Una pregunta a cada hermandad: Quo Vadis?, ¿cómo te planteas el futuro a medio plazo?
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