La procesión magna y la cultura 'woke'
Si la procesión se plantea como la sesión final de un Congreso en el que, según está previsto, se va a reforzar y profundizar en la piedad popular, con el aval de ponentes de primer nivel eclesiástico, podemos decir que es un digno colofón
Al parecer las cosas funcionan así, uno tiene que ser sevillista o bético, feminista o machista, progresista o “facha”. No hay alternativa, la elección se reduce a dos posiciones opuestas: ¿piensa usted que la Magna es el epílogo de un Congreso, o son dos acontecimientos independientes?, en otras palabras: ¿está usted a favor de la misma o no?
El entorno social nos exige simplificar la realidad en dos posicionamientos y definirnos sin ambages. Sólo se admite la brocha gorda, el trazo grueso que obliga la adscripción a un grupo desde el que enfrentarse al otro, eliminando la posibilidad de diálogo y obligándose mutuamente a la cancelación del contrario. En eso consiste, esencialmente la cultura woke, todo se reduce a un par dialéctico en el que hay que definirse, lo que lleva a algunos a no manifestar su opinión en temas supuestamente conflictivos, a autocensurarse, renunciando a su libertad personal.
Este planteamiento también se traslada a la Magna; pero no cabe dejarse arrastrar por la dialéctica Magna sí, Magna no. La cuestión no es pronunciarse a favor o en contra, tampoco intentar situarse en un punto medio descomprometido y equidistante. Se trata de no aceptar el marco de discusión propuesto y plantear otro que se aleja, por elevación, de esa supuesta dicotomía. Esto supone un pequeño esfuerzo intelectual para situarse en otro plano y no dejarse arrastrar por las corrientes de opinión dominantes.
Una de las notas diferenciales de Sevilla, en particular, y también de Andalucía, es su sincretismo, su capacidad para integrar otras culturas y creencias religiosas sin perder la esencia de su fe católica. Especialmente su sincretismo mariano, que le lleva a incorporar con toda naturalidad antiguas tradiciones ibéricas, fenicias, grecorromanas y otras precisamente para reforzar su piedad mariana.
Esa singularidad la llevó, por ejemplo, a tomar partido por los franciscanos, que defendían la inmaculada concepción de la Virgen frente a los dominicos, doscientos años antes de que la Iglesia se pronunciara formalmente, ahí están las coplillas de Miguel Cid y la asunción del voto concepcionista por el Silencio en el siglo XVII, manifestando así, además, una cierta autonomía respecto de la jerarquía eclesiástica que se resume en la conocida expresión "la Iglesia es una cosa y las hermandades otra". Una actitud que ha dado lugar en algún momento a situaciones complicadas. Todo esto cristaliza en un modo peculiar de vivir la religiosidad popular
Volviendo a la Magna y teniendo en cuenta todo lo anterior, si la procesión se plantea como la sesión final de un Congreso en el que, según está previsto, se va a reforzar y profundizar en la piedad popular, con el aval de ponentes de primer nivel eclesiástico, podemos decir que es un digno colofón, una expresión plástica irrepetible de diversas expresiones de religiosidad popular en Sevilla y provincia.
Si por el contrario se saca de su contexto, considerándola como un gran día de Semana Santa en diciembre, desligada de cualquier otro acontecimiento, será una gran ocasión perdida.
Este es el marco pensamiento en el que hay que moverse, alejados de los planteamientos propios de la cultura woke que obligan a adscribirse a un bando irreconciliable con el otro, al que ignora.
Quedan otros temas pendientes: horarios e itinerarios de los pasos, también la circulación y atención logística a una concentración de personas de la que no hay precedentes; pero éstos ya quedan fuera de nuestro interés, al menos por ahora.
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