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"Soluciones locales para problemas globales", era el lema de aquella empresa de seguridad. Así que, ante el miedo a la okupación de pisos vacíos en el centro, ofreció un servicio prémium durante la Semana Santa. El Domingo de Ramos, cuando la bulla tomaba la calle, las persianas del piso vacío se levantaban ante la vista de todos, y aparecían cinco señores enchaquetados, dos niños con pantalón corto y raya repeinada, un saetero y una cohorte de señoras con mechas enarbolando croquetas y torrijas. Varios dueños de pisos vacíos contrataron el servicio, uno de ellos con petalada de regalo, y fue un éxito. Salvo en aquel balcón que hacía esquina con Cerrajería. Sin duda, algo había fallado en la selección de personal. Porque el equipo, cuando probó las bondades de aquel balcón mágico, acabó quedándose de okupa la semana completa.
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