Ignacio Valduérteles
Hacer los deberes o Milei en las hermandades
A punta de bisturí
Cuando aun quedan en el retrogusto de los sentidos las emociones vividas hace apenas unos días por nuestras calles, se antoja como ideal el momento del análisis del cómo, por qué y para qué la realización de un evento tan grandioso, antes de sumergirnos de lleno en las fiestas navideñas.
Vaya de antemano la generalizada sensación de que a nivel organizativo ha sido todo un éxito. Una retransmisión que como muestra monumental y turística no ha podido resultar más bella, ofreciendo unas tomas aéreas y una luminosidad nunca vistas, aunque el deleite del realizador descuidara en ocasiones algunos de los momentos de fervor que nuestras grandes devociones regalaba en las calles. E impecable la seguridad, aunque para ello influyó en gran medida que desde semanas antes se estuviera advirtiendo la llegada de una masa humada superior a tres veces el Domingo de Ramos, para acabar siendo la mitad de un Lunes Santo, total, solo se falló en la previsión por un día. Incluso en las imágenes se atisbaban zonas de escaso publico, fruto del celo en los aforamientos, pero es de agradecer que la jornada, incluso por exceso de orden, acabara sin incidentes de interés. Por tanto, el objetivo de mostrar una Sevilla bella y segura para organizar eventos se saldó con una nota altísima.
Distinta es la apreciación de si el formato de una magna procesión era o no el adecuado, (que dada la glacial jornada respondería mejor a llamarse Magnum) a tenor de que se trataba de un Congreso Internacional de Hermandades sobre la Piedad Popular, pues al final la procesión devoró por completo al Congreso y todo su contenido teologal. Tan solo destacar la conmoción de conciencias que nos ofreció María del Redentor de la Cruz, que elevo el nivel del contenido de las comunicaciones desde las manos de la caridad y humildad de las dignas herederas de la vida santa de Sor Angelita. Por tanto, se ha vuelto a perder una gran oportunidad para acercar la fe al interés popular, apellido del Congreso, resultando las intervenciones y ponencias muy endogámicas, a pesar de su nivel catequético, y reduciéndose la participación de la ciudadanía a la procesión de clausura, concepto muy cesariano.
Quizás en los pasillos de Palacio debería haber en la curia voces mas autorizadas para aconsejar a nuestro pastor, para que sacar una imagen a la calle no sea el único recurso para profundizar en la fe de los laicos. Y ni que decir tiene en el órgano interlocutor entre el clero y las hermandades, que es el Consejo, pero no son tiempos de argumentos y personalidad, sino de “croquetaje y genuflexión”, que a ver qué criterios se argumentarán para rechazar peticiones de salidas extraordinarias en adelante si bajo el paraguas de la intención pastoral cabe todo.
Ni tan siquiera las propias hermandades invitadas a la gran procesión estallaban de júbilo por ello, siendo conscientes de la no idoneidad del calendario al tener que transcurrir bajo adornos navideños y entre los puestos de belenes, y el hartazgo que tiene la ciudadanía ante las procesiones extraordinarias, que lleva a muchos de nuestros ciudadanos, incluso cofrades, a buscar el descanso al calor de la lumbre en la sierra. Algún delegado del Consejo me cuestionaba en la Catedral, tras acompañar al Señor de Sevilla hasta sus naves en aquella gélida mañana, mi consideración del evento y su éxito. Pero ¿cómo voy a estar aquí entre el Señor, la Macarena, La Esperanza de Triana y el Cachorro? Por mucho que sea crítico con el formato, ¿cómo no voy a salir a su encuentro por las calles? Todos somos conscientes que la salida de nuestras grandes Devociones son garantía de muestras de fervor público sin mesura, pero para justificar una magna no hacía falta un Congreso previo, que no hay que dar excusas en Sevilla para organizarlo y ya perdimos el tren tras la pandemia.
Me quedo con la verdad de la provincia, con la devoción de nuestros hermanos nazarenos con su Madre, a la que se encomiendan cada día con el Váleme mi Señora, que es el germen de nuestra identidad cristiana…. Me quedo con nuestros vecinos de Utrera que tienen a su Madre como Consuelo de sus vidas y a la que le aclaman con sus cantos de flamencas gargantas que la llevaban en volandas hasta los Terceros,… y sobre todo me quedo con el Lucerito de la Sierra, ese fervor loreño que fue la estampa del amor sin impostura, del sentimiento autentico e identitario a su Madre, al que nadie tiene que reprocharle nada tras ocho siglos de amor sin medida.
Sevilla y su piedad popular, …, a ella ya la bautizaron con ese bendito nombre en esta ciudad, aquella mocita que habita tras el Arco del Aceite camino del Pópulo.
También te puede interesar
Lo último