A punta de bisturí
La piedad popular
"El amor a los hermanos no se fabrica, no es resultado de nuestro esfuerzo natural, sino que requiere una transformación de nuestro corazón egoísta. Entonces nace de una forma espontánea la célebre súplica: 'Jesús, haz nuestro corazón semejante al tuyo'" (Dilexit nos, n. 168). El Papa Francisco ha publicado recientemente la cuarta encíclica de su pontificado, Dilexit nos, sobre el amor humano y divino del corazón de Jesucristo. En ella retrata la esencia de la fe y pone de relieve la validez del símbolo del corazón para nuestro tiempo. A la vez, recuerda la necesidad de una verdadera conversión del corazón para salir de una situación de egoísmo y disponer la mirada para reconocer el rostro de Cristo en cuantos sufren.
El próximo 9 de noviembre, Sevilla será testigo de un acontecimiento eclesial histórico: la beatificación del sacerdote José Torres Padilla, cofundador de las Hermanas de la Compañía de la Cruz. Esta ceremonia litúrgica se convertirá sobre todo en un testimonio oportuno de la virtud de la caridad y del servicio que guiaron la vida del nuevo beato, de la “transformación de su corazón”, que se hizo “semejante” al de Jesús. El testimonio de amor del padre Torres dejó una profunda huella en su tiempo y sigue siendo inspirador para quienes buscan vivir de un modo auténticamente cristiano su existencia.
Entendió su vocación como un servicio absoluto a los demás, especialmente a los pobres y a los enfermos. Su experiencia de la providencia de Dios le llevaba a superar las dificultades y a mantener una actitud de audacia ante los problemas. Jesucristo era el fundamento que daba consistencia y firmeza a su vida. La unión con Cristo le permitió superar las contrariedades e integrar sus deseos y proyectos desde una relación personal con el Señor. Su existencia estuvo jalonada por el misterio de la cruz, ya que experimentó la cruda realidad de perder a sus padres a la edad de nueve años. Pero a lo largo de su vida halló siempre la fuerza para cargar con la cruz en su unión con Cristo, que se alimentaba en la oración.
La vida y misión del padre Torres en Sevilla no se puede entender sin su encuentro con la persona que cambiaría la historia de la acción caritativa en la ciudad: Santa Ángela de la Cruz. Como director espiritual de la joven Ángela, supo reconocer su vocación y su deseo de servir a los más desprotegidos. Él mismo se convirtió en un referente de caridad y entrega, y fue un auténtico padre de los pobres, un modelo de ministerio y vida sacerdotal por su vivencia de la pobreza, que le llevó a despojarse de todo a favor de los pobres y los enfermos. No daba de lo que le sobraba, sino de lo necesario. Cuando cobraba su capellanía iba a las tiendas a pagar comestibles y ropas de personas necesitadas que estaban pendientes de pago. Procuró con amor de padre socorrerlos, aliviar sus sufrimientos y heridas, ayudarles a superar sus situaciones y a llevar una vida ordenada. Experimentaba su propia nada, sus limitaciones, su indigencia radical ante Dios. A la vez, contemplaba a Cristo que se ha hecho pobre para llenarnos de la riqueza de su salvación, y era consciente de que tenía que vivir pobre como su maestro. En su pobreza, en su humildad, en su debilidad, se manifestó la gracia y la fuerza de Cristo.
La comprensión de la caridad para el padre Torres Padilla no equivalía a realizar un mero acto de generosidad ocasional, pues bien sabía él que “el amor a los hermanos no se fabrica”; era, ante todo, una forma de vida, modelada desde su “corazón”. Se preocupaba de que cada enfermo, anciano y pobre recibiera junto con la ayuda material, el consuelo del espíritu. Se encontraba cotidianamente con los más desfavorecidos, en quienes reconocía a menudo realidades difíciles: hambre, enfermedad, abandono, desesperanza. Nunca dejaba de mostrar un rostro de esperanza y confianza en la Providencia. En Sevilla fue tenido como un auténtico apóstol de la caridad, porque hablaba desde la fe y la vivía de una forma extraordinaria.
Su beatificación es el reconocimiento de la santidad de su vida y de su entrega generosa a los demás y, por ello, una llamada constante a practicar la caridad en la vida diaria. En una cultura que prioriza tanto el individualismo y la búsqueda de intereses personales, su figura emerge hoy como un modelo de entrega desinteresada. Su vida y su testimonio son una llamada para ver en cada persona necesitada al mismo Cristo, y a responder con amor y misericordia. Él vivió en una época marcada por dificultades sociales y económicas, y su vida fue una respuesta valiente a estas realidades. Nosotros también nos enfrentamos a grandes desafíos, y su ejemplo de amor y servicio a los demás nos invita a considerar la importancia de construir una sociedad más compasiva, con más corazón. Con su beatificación, Sevilla celebra la memoria de un hombre santo y reafirma su compromiso de ser una ciudad que se distinga por la caridad y el amor cristiano. Damos gracias a Dios porque la figura del padre José Torres Padilla es un faro de esperanza para aquellos que buscan vivir la caridad como verdadera entraña de la fe cristiana, aquellos que desean “un corazón semejante al de Jesús”.
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