Ignacio Valduérteles
Hacer los deberes o Milei en las hermandades
NO lo van a creer pero llevo media hora delante de este papel intentando volver a la nueva normalidad y escribir, una cuaresma más, mi artículo de El pinganillo.¿Y sabe qué le digo? Que me cuesta trabajo encontrarla.¿Qué será eso de la nueva normalidad? ¿Que vuelve la cuaresma? ¿Los ensayos de costaleros? ¿El ajetreo de las casas de hermandad? ¿Las colas para encargar los capirotes? ¿Eso es la nueva normalidad? Ya me hubiera gustado eliminar eso de “la nueva” y quedarme con la normalidad más absoluta.
La única verdad es que el maldito bicho nos ha robado dos años, dos cuaresmas, dos Madrugadas….Y de camino soy dos años más vieja. Para los jóvenes es una tontería, pero para los que vamos cumpliendo años, y créanme que yo los tengo, dos años es mucho tiempo, demasiado. Tengo la sensación de estrenar emociones nuevas. Cómo si no supiera lo que está por venir. Es el mismo cosquilleo que tenía cuando mi padre nos ponía en la mañana de Reyes Magos a todos los hermanos en cola detrás de él, antes de abrir el salón de casa y descubrir un mundo mágico.
Hoy, primer lunes de cuaresma, nos echaremos a las calles para ir al encuentro del Señor del Soberano Poder en su Prendimiento, de la Hermandad de los Panaderos. Y nos parecerá que paseamos por calles nunca antes estrenadas, nos envolverá el olor a incienso que llevaremos impregnado hasta casa, descubriremos en algún naranjo asomando el azahar y veremos la emoción en los ojos de quien nos rodea.
Si algo hemos aprendido todos estos larguísimos meses es a saber redescubrir la pena, la alegría, la desesperación, la desesperanza... hasta la agonía, a través de una cara cubierta por una mascarilla y que sólo deja ver unos ojos que tanto han hablado en estos largos dos años. Cuando salga esta noche a la calle, se chocará de lleno con la nueva normalidad. Que los ojos de quienes le rodeen le devuelvan lo que nunca nos debieron arrebatar.
También te puede interesar
Lo último