Ignacio Valduérteles
Las hermandades no son democráticas
Suena muy bien, pero decir que las hermandades son democráticas no es del todo exacto. Se trata de una democracia un tanto peculiar, tutelada por la jerarquía eclesiástica. Las listas de los candidatos que se presentan, previamente informadas por el Director Espiritual, han de ser enviadas al Delegado de Asuntos Jurídicos para las Hermandades, con el fin de que éste las apruebe o, en su caso, retire alguna persona de las incluidas en la candidatura. Una vez elegida la nueva junta y comunicados los resultados, ésta no puede tomar posesión de sus cargos hasta que esa elección haya sido refrendada por la autoridad eclesiástica, la misma que puede cesar en el transcurso de su mandato, por causa justificada, al cualquier miembro de la junta de gobierno, incluido el hermano mayor. En casos excepcionales puede cesar a la junta completa y enviar un comisionado para que éste gobierne la hermandad con plenos poderes, ayudado por los auxiliares que tenga a bien nombrar. Incluso podría suprimir la hermandad.
Así las cosas, no se puede decir que son los hermanos quienes eligen al hermano mayor y junta de gobierno, más bien habría que explicar que los hermanos eligen la candidatura a proponer a la autoridad eclesiástica para que ésta la nombre efectivamente.
Seguramente habrá quien se lleve las manos a la cabeza al poner en duda la democracia de las hermandades, sobre todo ahora en una sociedad en la que la democracia es una verdad absoluta y quien no se declare ante todo demócrata es un apestado, o peor, un facha.
Hace más de un siglo, en 1920, Ortega y Gasset, que no era de ninguna hermandad, ya opinaba sobre este tema cuando escribía un artículo en la revista El Espectador titulado Democracia morbosa, que hoy debería leerse en las hermandades: "La democracia, como democracia, es decir, estricta y exclusivamente como norma del derecho político, parece una cosa óptima. Pero la democracia exasperada y fuera de sí, la democracia en religión o en arte, la democracia en el pensamiento y en el gesto, la democracia en el corazón y en la costumbre, en la familia o en la escuela es el más peligroso morbo que puede padecer una sociedad".
Para dejarlo más claro añadía, "no es lícito ser ante todo demócrata, porque el plano a que la idea democrática se refiere no es un primer plano, no es un 'ante todo'".
Hay que partir de la base que la Iglesia no es democrática, nunca lo ha sido ni lo será, es jerárquica y así la instituyó Cristo. Explica el Evangelio ( Mc 3) que Jesús llamó a los que quiso y que en su momento nombró a Pedro jefe de la Iglesia con plenos poderes (Mat 16). Nadie le propuso al Señor que esa elección fuera democrática, que todos votaran para elegir quien debía ser cabeza de la Iglesia, y es que como la democracia es una pura forma jurídica, incapaz de proporcionarnos orientación alguna para todas aquellas funciones vitales que no son derecho público, es decir, para casi toda nuestra vida, al hacer de ella principio integral de la existencia se engendran las mayores extravagancias.
Las Normas Diocesanas, establecen un procedimiento muy riguroso y garantista para las elecciones en las hermandades, esto supone que, en ocasiones, se rebusque cualquier anomalía, real o ficticia, por mínima que sea, para echar para atrás candidaturas no deseadas por una parte de los hermanos. En la Archidiócesis de Sevilla hay unas 750 hermandades, que cada tres o cuatro años celebran sus correspondientes elecciones, lo que supone que cada año se celebren unas 200 o 250 renovaciones de juntas, Son muchas elecciones, muchas oportunidades de hacer las cosas bien o enturbiar las relaciones entre hermanos.
En algunas hermandades se viven elecciones que no tienen nada que envidiar a las estrictamente políticas, especialmente cuando hay más de una candidatura. Campañas electorales en las que se traspasan las normas de la prudencia y caridad propias de una hermandad para caer en la crítica, en alguna ocasión en la difamación, abriendo grietas que a veces no se restañan cuando pasan las elecciones, sino que se mantienen en el tiempo, trasladando el modelo poder-oposición propio de la política y que nada tiene que ver con una hermandad cuya misión es fomentar la caridad entre los hermanos.
Estas reflexiones deberían estar en la cabeza, y en el corazón, de quienes optan a un puesto en la junta de gobierno, o a hermano mayor.
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