Ignacio Valduérteles
Hacer los deberes o Milei en las hermandades
La vida interna de las hermandades y cofradías está llena de impresionantes momentos emocionales que son los que van llevando de padres a hijos la solidez de una devoción.
Unas emociones que se encuentran en el rezo ante una estampa cuando se está muy lejos de tu ciudad, o en acariciar cada noche la medalla que cuelga del cabecero de tu cama y que ya tiene el cordón con los colores idos de los años que te ha acompañado en la estación de penitencia.
Si la religión es la fe, la cofradía es la emoción de esa fe. Son muchas las ocasiones en las que hablando con algún amigo, al que crees lejano del día a día de nuestras hermandades, descubres una nueva emoción.
Me ocurrió hace unos días tomando café con alguien con quien comparto muchas horas de trabajo. No es un capillita al uso. Como mucho vive la cofradía de su familia el día que se envuelve en el ruán negro, pero el resto del año se puede decir que apenas hace vida de hermandad, a pesar de su profundo sentido religioso.
Nuestra charla nos llevaba a compartir esos detalles profundos que no es titular de la denominada prensa morada, pero que son los que de verdad hacen sólida la hermandad. Este amigo me comentaba que su madre enferma, viendo llegar al final de sus días, había decidido hacerse hermana de la cofradía de su marido para que el día que faltara sus cenizas reposaran en el columbario de la cofradía. Un gesto de amor hasta el final de los días. Este domingo su premonición se hizo realidad y ella apagó su vida para alzar el vuelo, como dice el himno de la Aviación, de donde es patrona la Virgen de Loreto.
A sus pies y a los de Nuestro Padre Jesús de las Tres Caídas reposarán sus cenizas. Una emoción y una oración callada en ese gesto de Pepita que son de los que hacen sólidas las devociones a través de la familia. Descanse en paz quien ayer nos dijo adiós a los pies de la Virgen de la Paz.
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