A punta de bisturí
La piedad popular
Mucho se ha escrito acerca del origen de la "marcha procesional sevillana", dándose inveteradamente por sentado que la creación de ésta, en términos absolutos, corresponde a Manuel López Farfán con la creación de La Estrella Sublime en 1925. No obstante, hay un hecho que interfiere irreconciliablemente con esta explicación. Seguidamente, expondré de manera extremadamente resumida —casi superficial— los elementos principales acerca de esta cuestión, que he desarrollado en otro escrito mío más amplio.
1894. Farfán tenía veintidós años; treinta faltaban aún hasta llegar a Pasan Los Campanilleros, treinta y uno hasta la creación de la que está considerada como la primera marcha del nuevo estilo —La Estrella Sublime—, y cincuenta y cinco hasta que Gámez (que aún no había nacido) compusiera su primera saeta, cuando Tomás Bretón, una de las más grandes figuras de la música española, compone su famosa obra sinfónica Escenas Andaluzas.
Esta obra maestra, dedicada a doña Paz de Borbón, Princesa de Baviera, está articulada en los siguientes movimientos: I-Bolero, II-Polo Gitano, III-Marcha Religiosa-Saeta y IV-Zapateado. El tercer movimiento, como señala su título, es una marcha procesional de Semana Santa.
Comienza la orquesta con un aire de marcha lejana de carácter festivo, cuya intensidad va exaltándose poco a poco según el cortejo se va acercando. Ya llega la Virgen (por el estilo de la música "tiene que ser un palio") y se nos muestra claramente en todo su esplendor la marcha que veníamos oyendo desde lejos, con un primer tema brillante, rítmico, triunfal...sevillano, donde incluso, curiosamente, se escucha una idea musical muy parecida a la del comienzo de Virgen de las Aguas. El paso se arría, cesa la marcha. La escena se transfigura y surge una saeta. Una melodía flamenca de profundo sentimiento, envuelta en suaves contrapuntos que otras voces tejen en derredor suyo se eleva en la noche del Jueves Santo, mientras la imaginación parece sentir el silencio palpitante de la multitud, apenas entrecortado levemente por una plegaria emocionada, que en voz baja —casi un suspiro— alguien reza a la "Reina de la Calle Feria".
Una vez acabado el canto, se intuye la llamada del capataz. El paso se levanta, majestuoso, e irrumpe de nuevo, con toda su fuerza, exultante, el tema principal de la marcha, que ahora, según el cortejo se va alejando, también, poco a poco, se va extinguiendo, perdiéndose en la lejanía.
Así pues, tenemos en 1894 una famosa obra musical, múltiples veces grabada, con estructura tripartita (Marcha-Saeta-Marcha), que nos presenta, por una parte, en las secciones primera y última, una marcha procesional con una fisonomía muy similar a la que se atribuye a Farfán, y por otra parte, en el centro, una saeta de rasgos aflamencados, a modo de trío, cuyo estilo y estructura son básicamente los que se pensaba que había instaurado Gámez. Todo ello, considerado en su conjunto, muestra ya en una sola obra, una síntesis de estilos, un sentimiento popular, y en suma, un espíritu, muy distinto a todas las marchas que conocemos del siglo diecinueve: es ya una marcha que pertenece al "nuevo canon".
El hecho es evidente, irrefutable, y ante él, solamente cabe hacerse dos preguntas:
¿Utilizó Tomás Bretón un estilo compositivo que ya existía en la tradición de la música procesional española (el que hoy consideramos como "nuevo"), presente por aquellos días en otras marchas que hoy dormitarían ignoradas en algún cajón crepuscular, esperando la mano de nieve que sabe arrancarlas, de igual manera que los otros números de las Escenas Andaluzas —Bolero, Polo Gitano, Zapateado— exhiben el estilo musical típico de dichos aires musicales, tal y como eran en el siglo XIX; o bien estos tipos de marcha y de saeta realmente no existían, siendo originalmente creados por Bretón en 1894, formando el modelo moderno de marcha con trío, que, posteriormente, otros compositores retomarían y continuarían, haciendo de él una tradición?
Considero plausible una respuesta afirmativa a la primera pregunta, en relación a la marcha, pero no tanto acerca de la saeta, pues, si bien puede que ya estuviera presente el patrón de marcha de Semana Santa alegre y airosa, es mucho menos creíble que existiese un tipo de saeta consistente en una melodía aflamencada entretejida de voces contrapuntísticas. "Ésta última sugiere o postula, la necesidad de una creación personal". Y muy especialmente cuando consideramos la unión de ambas.
(Sin embargo, el Maestro de San Bernardo, posteriormente, sí terminaría por fijar y dar la impronta definitiva a ese tipo de marcha sevillana objeto de nuestras razones, pero fue en 1924, con Pasan los Campanilleros).
¿Hubo acaso, antes de la de Tomás Bretón, otras marchas de Semana Santa que prefiguraran a La Estrella Sublime (y otras saetas)? ¿Llegaremos alguna vez a conocerlas y volverán de nuevo a sonar?
El tiempo lo dirá.
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