Ignacio Valduérteles
Las hermandades no son democráticas
Sevilla acaba de vivir uno de los eventos cofradieros más importantes de su historia moderna. La procesión de clausura del II Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular ha sido un éxito organizativo y ha dejado unas estampas maravillosas que quedarán para siempre en la memoria de quienes la vivieron. Pero la llamada magna no lo fue tanto, al menos en lo que se refiere a la presencia de fieles. ¿Fracaso?
Anunciaba el Ayuntamiento que sería como tres Domingos de Ramos, ¡toma ya! Que podía haber hasta un millón y medio de personas en las calles de Sevilla para una cita histórica. Pero nada más lejos de la realidad. El público, por decirlo de manera suave, fue escaso para una cita que reunía a devociones tan multitudinarias como la Macarena, el Gran Poder o la Esperanza de Triana. No fueron tres Domingos de Ramos, de hecho, hemos vivido algunas jornadas inaugurales de la Semana Santa más complicadas y con muchas más apreturas que las de este domingo de la Inmaculada.
¿Y por qué la magna pinchó en hueso? Es evidente. Los mensajes de miedo que han lanzado machaconamente las autoridades y las Fuerzas de Seguridad han hecho mella en la población. "El tránsito de las hermandades por la calle Reyes Católicos se ha desarrollado con normalidad y sin incidentes". Las advertencias dejan entrever que salir a ver pasos es peligroso. Que hay un riesgo intrínseco a esta actividad. ¡Uf, esta vez nos hemos librado! No ha pasado nada.
Más que a ver cofradías, al encuentro con las devociones de cada uno, a rezar, a dar gracias... parece que se marcha el frente de Ucrania. "Salgan con responsabilidad". "Mantenga la calma". "Normalidad a esta hora". "Está transcurriendo todo sin incidentes por el momento". "La jornada está siendo tranquila". Yo no sé qué les parecerá a ustedes, pero leyendo o escuchando determinados mensajes a uno se le queda el cuerpo frío.
Es cierto que la seguridad debe ser una de las prioridades cuando haya grandes concentraciones de personas. Los sucesos ocurridos en Valencia con la DANA han hecho que las precauciones se extremen todavía más. Más vale prevenir que curar. Lógico. Pero, ojo al exceso de celo. Nos estamos pasando. Hemos estado cinco días hablando de piedad popular. De cómo las hermandades son un dique contra la secularización. Cómo las cofradías evangelizan, acercan la fe al pueblo... y estamos alejando al pueblo de ellas.
La espontaneidad hace tiempo que se perdió. Nuestros hijos no podrán amar a la Semana Santa como nosotros porque ya no se pueden acercar de la misma manera. Los sucesos de la Madrugada de 2000 han sido determinantes en este sentido y han decantado la balanza. Las cofradías cada vez tienen menos poder decisión sobre ellas mismas. Los cambios organizativos a escasos días de la procesión magna son el más claro ejemplo.
Ha dicho el alcalde que si hubiera sabido las cifras reales de asistentes "no hubiera tomado estas medidas". Hacía referencia a la hostelería. Yerra el alcalde. En buena parte, las cifras reales de asistentes están directamente relacionadas con estas medidas. Y, por supuesto, con los mensajes lanzados. ¿Quién va a querer venir a Sevilla si piensa que se está jugando el tipo, que no va a poder encontrar un bar para tomar un refrigerio o que no va a poder acceder a determinados sitios porque el aforo está completo (sin estarlo? "Yo lo he visto por Canal Sur que ha dado unas imágenes magníficas". La piedad popular de pantalla y mesa camilla.
Corremos el riesgo de que la piedad sea cada vez menos popular, menos del pueblo que la ha moldeado durante siglos. Seguridad sí, por supuesto, pero hay que tener mucho cuidado con los mensajes lanzados porque calan en los fieles.
Hay que salir a la calle a encontrarse con la Macarena, el Gran Poder, la Esperanza de Triana o la Virgen de Setefilla. Hay que dejar que los fieles se acerquen a sus devociones. Sin psicosis. Hay que recuperar la calle. Salir a ver pasos no es una profesión de riesgos.
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