Hacer los deberes o Milei en las hermandades

¿Y ahora qué?, porque algo habrá que hacer para que el Congreso suponga un punto de inflexión y no se reduzca al amable recuerdo de una brillante procesión de clausura

¡Ya pasó!

Una de las celebraciones eucarísticas por el Congreso.
Una de las celebraciones eucarísticas por el Congreso. / D. S.

22 de diciembre 2024 - 11:23

Ya se acabó el Congreso, se apagaron las luces y recogieron las sillas, las imágenes volvieron a sus templos y los que asistieron a la Procesión de Clausura ya entraron en calor, incluso el Nuncio. Ahora todo el mundo se felicita por lo bien que hacemos las cosas en Sevilla, especialmente los que no han trabajado en la organización y gestión del Congreso.

Es el momento de sacar conclusiones e incorporarlas a la vida diaria de las hermandades. Afortunadamente uno de los aciertos de la organización fue articular las distintas ponencias de manera que fueran completando un relato único, con el fin de concretar y definir la identidad de las hermandades y su influencia en el ámbito personal, en la Iglesia y, consecuentemente, en su entorno.

Las ideas base a extraer de ese relato son las que ya expuse aquí hace unos días: el reconocimiento formal por la Iglesia de la piedad popular como una expresión de fe sencilla y profunda; su confianza en las hermandades, expresión genuina de esa piedad popular, para recuperar el sentido de la Liturgia, reforzar la familia y evangelizar la sociedad. Todo empapado de Caridad, de participación en el amor a Dios. Para todo esto resulta imprescindible una intensa actividad de formación.

¿Y ahora qué?, porque algo habrá que hacer para que el Congreso suponga un punto de inflexión y no se reduzca al amable recuerdo de una brillante procesión de clausura.

En las conclusiones está la respuesta. Algunas de esas conclusiones están expresadas de forma poco concreta y difícilmente evaluable, pero hay una en la que merece la pena detenerse: "La creación de un observatorio como espacio de estudio y reflexión permanente sobre la piedad popular". Damos por supuesto que ese observatorio ha de ser algo dinámico, no la simple observación de lo que ocurre para luego comunicarlo.

Haciendo un triple mortal creo que pueden extraerse algunas conclusiones aplicables a nuestro caso repasando lo hecho por Milei en

Argentina. Según los analistas las claves de su éxito son tres: su amplia y rigurosa formación académica como economista; estudiar y analizar exhaustivamente la situación que pretende enmendar y ser propositivo, ilusionar a los demás con propuestas de actuación claras y concretas; por último tener la suficiente capacidad de liderazgo para llevar a cabo esas propuestas.

También aquí sería oportuno identificar cuáles son los fundamentos doctrinales, sociales, incluso económicos, en que se apoyan las hermandades, a partir de ahí analizar la situación actual y proponer acciones a desarrollar allí donde haga falta.

Para eso no hace falta crear nuevas estructuras, ni ocupar espacios físicos, tampoco dotarlo de personal. Simplemente identificar a los “cofrades intelectuales” que supuestamente tienen algo que decir, animarlos a trabajar en determinados temas e ir colgando esa producción en un repositorio digital, con la necesaria revisión y coordinación.

Suele ocurrir que el intelectual cristiano es un espíritu libre que no acepta el marco de discusión establecido en la sociedad y mantiene el suyo propio, asumiendo, eso sí, la responsabilidad de lo que hace o dice. El mantenimiento de esa actitud no resulta fácil ni cómodo, provocando desconcierto incluso en el seno de las hermandades, en las que, cuando los sentimientos producidos por la tradición son fuertes y obstinados, la convicción se transforma en prejuicio. Todo esto supone ir a contracorriente, pero como explicaba Benedicto XVI "no se puede dimitir de la libertad de espíritu, de la osadía de defender los principios, buscando incluso la confrontación cuando sea preciso".

Esto requiere una rigurosa fundamentación académica sobre la naturaleza y fines de las hermandades; la divulgación de las propuestas de acción derivadas de este cuerpo doctrinal y el liderazgo necesario para ejecutarlas en su hermandad, con la necesaria colaboración del director espiritual.

En resumen: es necesaria la irrupción definitiva de las hermandades en el mundo de la cultura. Ninguna institución mejor posicionada en nuestro entorno para esa síntesis entre fe y razón que consolide una cosmovisión a la medida del hombre.

Es hora de empezar ya a hacer los deberes, no dejarlos para más adelante, como los malos estudiantes.

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