En busca del arca perdida. In memoriam Alberto Ribelot

Encontré mi arca perdida, la que contenía las Tablas de la Ley. Ahora no se trata de esconderlas en un lugar oculto, como en la película, para que nadie tenga acceso a ellas

La Agenda 2030 en las hermandades

El profesor Alberto Ribelot.
El profesor Alberto Ribelot. / M. G.

17 de febrero 2025 - 11:01

El año 1981 el director Steven Spielberg resucitó el genuino cine de aventuras. Hace ya más de cuarenta años que se estrenó y cada vez que la reponen en televisión, y lo han hecho varias veces, En busca del arca perdida obtiene un buen rating, es decir, que la ve mucha gente. Tiene todos los ingredientes del género: el héroe, valeroso y simpático, que sale airoso de todas la situaciones; la heroína, guapa, atrevida y protegida por el héroe, una situación que hoy resulta políticamente incorrecta; el villano, que al final pierde, y el motivo de la aventura, generalmente un tesoro al que todos aspiran, en este caso nada menos que el Arca de la Alianza.

Con mucha menos épica, me faltaban la heroína y el villano, llevaba algún tiempo detrás de mi particular tesoro. Los buenos oficios de un amigo y catedrático emérito de Derecho me han llevado a él: un manual, ya agotado, del Dr. Alberto Ribelot, profesor titular de Derecho Canónico en la Universidad de Sevilla: Las Cofradías y su mundo jurídico, editado por El Giraldillo, Librería Universitaria, en agosto de 2008. La edición se hizo a título póstumo, ya que el profesor Ribelot, había fallecido en diciembre de 2007, ocho meses antes.

El manual es una compilación ordenada y comentada de toda la legislación, eclesiástica y civil, que afecta a las hermandades. Al final de cada capítulo incluye un comentario que enriquece la obra, que se completa con cinco estudios sobre temas que siguen siendo de actualidad. Ese material era el utilizado en una asignatura de libre configuración con el mismo título, creada por él.

Salvo pequeños detalles -hace referencia a las Normas Diocesanas de 1997,entonces vigentes, no a las posteriores de 2016, y alguna disposición publicada después de su edición- el manual sigue siendo plenamente actual.

En el profesor Ribelot se daba una circunstancia muy especial: además de ser un gran especialista en el mundo jurídico de las hermandades, era también un cofrade “de los de siempre”, sus hermandades de la Sagrada Mortaja y la Cena así lo confirman, también sus colaboraciones en el Boletín del Consejo.

No era una persona maleable, mantenía su opinión, fundamentada, aunque no resultara cómoda: en su tesis sobre la cesión institucional del Palacio de San Telmo, que él consideraba un contrato de compraventa, y en el recurso presentado en el Vaticano en representación de la Hermandad del Gran Poder sosteniendo que las hermandades era asociaciones privadas de fieles, que no prosperó, expone razonamientos muy rigurosos, bien argumentados, aunque en algunos ambientes resultaban incómodos.

Desde hace años la facultad de Derecho organiza unas jornadas académicas para honrar su memoria y difundir y actualizar su pensamiento. sobre el amplio mundo jurídico de las hermandades.

Encontré mi arca perdida, la que contenía las Tablas de la Ley. Ahora no se trata de esconderlas en un lugar oculto, como en la película, para que nadie tenga acceso a ellas. Una de las conclusiones del II Congreso de Piedad Popular, que fueron presentadas al Papa, recogía: "Es preciso impulsar la creación de un observatorio como espacio de estudio y reflexión permanente sobre la piedad popular". La obra del profesor Ribelot debería incorporarse a ese “observatorio” que ya está funcionando, en silencio, sin sede, ayudas públicas, ni organigrama; pequeños núcleos dispersos de excelencia que van creando la masa crítica necesaria para sostener a las hermandades en sus bases jurídicas, teológicas, sociológicas, económicas, culturales, artísticas e históricas, siempre para reforzar la religiosidad popular.

Como se dijo en el Congreso: "¡La Iglesia necesita a las hermandades!"; pero unas hermandades robustas. Me consta que hay mucho camino recorrido. Sin publicidad ni subvenciones, simplemente con la sociedad civil en acción.

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