A punta de bisturí
La piedad popular
El costalero interino. Microrrelatos de Semana Santa
Nadie repara en ellos en la madrugada de cada Domingo de Resurrección. Avanzan entre la tristeza de los que van de vuelta —corbata aflojada y cálculos de los días que quedan para el año siguiente—, entre la alegría litúrgica de los que salen de la vigilia pascual y la alegre impaciencia de los nazarenos del Resucitado que a esa hora están preparando su túnica. Son unos discretos funcionarios municipales que empiezan su trabajo apenas ha entrado la Soledad. A la luz de un antiguo farol, van recogiendo esas calles y pasajes que no harán falta hasta el año que viene. Luego las guardan, bien enrolladas y por riguroso orden alfabético (Abades, Angostillo, Arguijo, Atienza…) en el almacén municipal.
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