El Señor de los dudosos
El abrigo
No es sólo un problema de cantidad, hay que repensar el modelo, sin olvidar el sentido religioso de todo esto
En busca del arca perdida. In memoriam Alberto Ribelot

Hace casi cincuenta años que desapareció uno de los establecimientos que caracterizaron la calle Sierpes durante más un siglo: Almacenes El Águila, una tienda de varias plantas, con ascensor, dedicada a la confección, innovadora. Ocupaba un edificio singular, que aún pervive, en la esquina de Sierpes con Jovellanos.
Allí compraban a los niños su primer abrigo. Una compra con vocación de permanencia en el tiempo. Eso suponía comprarlo uno o dos tallas más grande, para que le sirviera cuando creciese. El resultado era que los siguientes tres años el niño llevaría un abrigo grande; los tres siguientes le caería más o menos bien y los últimos las mangas apenas le cubrirían el antebrazo. Luego pasaría a su hermano.
En la segunda mitad del siglo XVIII salían una media de diez cofradías. En el siglo XIX, tras un pequeño descenso, crecieron hasta llegar a treinta y cinco. A partir de ahí el número fue aumentando; hoy son setenta, de las que sesenta hacen estación de penitencia a la Catedral y otras diez, de vísperas, recorren el barrio.
Dos datos más: la obligación de ir a la Catedral, impuesta por el Cardenal Niño de Guevara a principios del siglo XVII, se organiza como carrera oficial y cristaliza en su configuración actual hace ahora cien años. En lo relativo al cortejo penitencial, resultado de una larga decantación de cuatro siglos, se nos presentaba como la síntesis más perfecta de equilibrio entre sus diversos elementos; sin embargo el aumento del número de nazarenos que acompañan a sus titulares ha crecido de tal forma que el equilibrio se ha descompensado.
Esta era una Semana Santa pensada para un casco urbano reducido, y Triana, con menos hermandades y con cuerpos de nazarenos bastante más reducidos. También contaba con un pueblo que poseía una visión de la Semana Santa más enraizada en la religiosidad popular, que no en la brillantez y lucimiento de las cofradías. Sin contar con que antes eran unos pocos miles los espectadores que se repartían por las calles de Sevilla y hoy son masas de cientos de miles de personas.
Se ensayan algunas reformas: acotar los tiempos de paso, que los nazarenos desfilen de tres en tres, apretar los tramos, modificar recorridos y otros remedios que intentan paliar el problema, pero, por mucho que se esfuercen los responsables, la situación ya es insostenible. No es sólo un problema de cantidad, hay que repensar el modelo, sin olvidar el sentido religioso de todo esto. No creo que exista una solución eficaz, completa e inmediata, pero sí se pueden ofrecer criterios para buscarla. No son recetas de un libro de autoayuda, sino identificar actitudes necesarias para abordar el problema con la suficiente libertad de espíritu.
No se puede vivir instalados en el pasado, sino aprender de él, retomando la dirección de nuestros planteamientos y decisiones, para diseñar el futuro, ajustando nuestra conducta y modelos de pensamiento, con el fin de que nuestras decisiones nos acerquen lo más posible al objetivo previsto. No se puede vivir el presente sin analizar una historia que nos permita saber de dónde venimos, ni ilusionarse con un futuro al que dirigirse si no se plantea. Se trata, en síntesis, de aprender del pasado, diseñar el futuro y actuar en el presente. Comprarle al niño un abrigo que le dure, al menos cuarenta o cincuenta temporadas más, al de ahora ya le estallan las costuras.
El remedio ha de ser disruptivo, sin caer en ese adanismo del que hacen gala algunos, que ignoran todo lo anterior y creen que el mundo empieza con ellos; pero la afirmación de las raíces no es la reinterpretación del pasado como una época dorada, sin sombras, atendiendo sólo a lo superficial, cayendo en ese “bucle melancólico” del que habla un pensador contemporáneo, que lleva a interpretar como una agresión cualquier opinión que no se ajuste a sus cánones, entendiendo las hermandades como algo subjetivo basado en la experiencia personal mal digerida.
Entonces ¿cuál es la solución propuesta?, la que resulte de un trabajo extenso y profundo realizado desde las actitudes comentadas. Un tema complejo y laborioso, pero urgente.
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