Teoría de la conspiración

Ponemos en marcha el plan, según lo previsto, cuando la cruz de guía alcanza la calle Tetuán esquina con José de Velilla. El aroma a boquerones en adobo, con su potente onda expansiva, se cuela inmisericorde bajo los antifaces. Luego, en la Campana, nuestros dos agentes bajitos, Peláez y Gamboa, perfectamente camuflados con calcetines blancos de encaje, pantalón corto y pelo repeinado con una mezcla secreta de Nenuco y Patrico, miran impávidos a los nazarenos, mientras devoran cartuchos de avellanas y docenas de latas de cocacola. Otros agentes, perfectamente sincronizados, cumplen su cometido con las torrijas y pestiños en Sierpes, al igual que los apostados con bandejas de pasteles en los palcos. Varios más en la Avenida, también de los bajitos y repeinados, rematan esta fase enarbolando cucuruchos de dos bolas ante la misma cara de los nazarenos. Más tarde, por la noche, entran en acción los comandos de barrio, armados de cervezas, soldaditos de pavía y serranitos. Interviene por último el escuadrón de fumadores, que se sitúa con el cigarrito junto a los que evidencian signos de nerviosismo al mostrarles el paquete de tabaco.

Como resultado del trabajo anterior, este año los micrófonos instalados en las casas de hermandad han detectado en las primeras palabras de los nazarenos al quitarse el antifaz un 70% más de “el año que viene va a salir Rita la Cantaora”, y un 80% más de “necesito una cerveza ya, por Dios”. Pero no lancemos las campanas al vuelo, que, como ya advertimos en informes anteriores, de nada sirve nuestro trabajo si no se boicotean igualmente los programas cofrades, boletines, tertulias y suplementos morados (ojo también con las conversaciones en círculos aparentemente inocentes en la playa), que arruinan luego durante el año nuestra esforzada labor de una semana.

Firmado: Agente Paniagua. Comandante en jefe del CARNNAZ (Comité de Acciones para la Reducción del Número de Nazarenos).