El nudo ferroviario de Alcázar de San Juan

Contrapunto

Domingo de Ramos. Teodoro Molina, el niño que propició el milagro para hacer santa a Sor Ángela, y Emiliano González, el carpintero anarquista que disparó contra la Estrella, eran de la misma población manchega

Mosaico de Sor Ángela en San Juan de la Palma.
Mosaico de Sor Ángela en San Juan de la Palma. / Juan Carlos Vázquez

A la memoria de Jesusa, mujer que fue de mi amigo Tomás Carramolino, con el que coincidí en Cáceres en el servicio militar el verano de 1978 que murieron dos Papas.

EN el tiempo en el que sucedieron los dos hechos que se narran en este texto, Alcázar de San Juan, en la provincia de Ciudad Real, y Medina del Campo, en Valladolid, eran los dos nudos ferroviarios más importantes de la red española de trenes. El verano pasado llegué a la primera de esas estaciones, pero en desuso. La Alta Velocidad, la despoblación de las dos Castillas, la han reducido a la mínima expresión. Para viajar desde Sevilla, hay que pasar por Madrid. Llevaba una muda, una bolsa de aseo, un poco de ropa y el libro El hombre que fue Jueves, de Chesterton. En el andén me esperaban Tomás Carramolino, de Campo de Criptana, y Pepe Cortés, de Alcázar de San Juan, compañeros de aquel verano castrense. Con ellos y sus esposas compartí unos días en la casa que Tomás tiene en Alameda de Cervera, una pedanía de Alcázar bañada por el río Guadiana y próxima a Cinco Casas, donde ya no para ningún tren.

Alcázar de San Juan es el topónimo que une estas dos historias del Domingo de Ramos. Una de la Amargura, otra de la Estrella. Todo ocurrió en apenas veinte días del mes de marzo de 1932, segundo de la Segunda República. El 2 de marzo de 1932, muere Ángela Guerrero, la zapatera que el 2 de agosto de 1875 había fundado en un cuarto de una casa de vecinos de la calle San Luis la Compañía de las Hermanas de la Cruz. El 24 de marzo de 1932 era Jueves Santo. La hermandad de la Estrella fue la única en toda aquella Semana Santa que hizo la estación de penitencia. No salió el Domingo de Ramos, que era su día, porque no habían llegado los recursos necesarios para poner la cofradía en la calle. Entre una y otra fecha, el 17 de marzo de 1932, José Díaz Ramos, panadero del barrio de la Macarena, era elegido en el Congreso que se celebró en Sevilla la víspera del Viernes de Dolores secretario general del Partido Comunista de España. Esta noticia no tiene nada que ver con la Semana Santa, aunque recuperada la democracia, Adolfo Suárez legalizó el Pecé el 8 de abril de 1977, Sábado Santo.

La Iglesia tardó medio siglo en beatificar a Ángela de la Cruz. El proceso lo cuenta con todo lujo de detalles Gloria Gamito en su libro Santa Ángela y la sabiduría de la Cruz. Salió casi a la par que la novela Ángela, del productor cinematográfico Gervasio Iglesias. El libro de Gloria es una biografía y por tanto acaba el 2 de marzo de 1932. El de Gervasio empieza ese día, con el asombro de un concejal ateo del Ayuntamiento de Sevilla, Manuel Jiménez Tirado (en el libro se llama Alfredo Valenzuela) ante la muchedumbre que se ha dado cita para despedir a la fundadora de las hermanas de la Cruz.

La meteórica recuperación de Concepción García Núñez, a la que en 1938, con 28 años, le diagnosticaron una tuberculosis pulmonar grave, fue el milagro que propició la beatificación, después de que una amiga de la familia les llevara al domicilio de la calle O’Donnell, 16, hojitas de la novena que tenía lugar en el convento. La familia ya tenía preparada su mortaja. En su primera visita a España, el papa Juan Pablo II beatificó a Sor Ángela de la Cruz en una misa multitudinaria concelebrada el 5 de noviembre de 1982 en la calle del Infierno del recinto de la Feria de Abril. El Papa polaco la canonizó en Madrid en su quinta visita, el 4 de mayo de 2003, domingo de Feria. Pero antes tuvo que producirse un segundo milagro.

El mediador de este prodigio fue Teodoro Molina, un niño de trece años de Alcázar de San Juan. En 1987 tenía 13 años. En noviembre de 1986 había sufrido un intenso dolor en un ojo. Sus padres lo llevaron a oftalmólogos de Albacete, Ciudad Real y Madrid. Dedujeron que la pérdida de la visión era irreversible. La abuela de Teodoro, Juliana Calcerrada, escuchaba en Radio Internacional un programa de la cantante sevillana Antoñita Moreno. La misma para la que Carmen Conde, primera mujer que ingresó en la Academia de la Lengua, le escribió letras para sus canciones; la que cantó saetas en una película de Orson Welles, Mister Arkadin, ambientada en la Semana Santa de Segovia. Antoñita Moreno comentó que a Sor Ángela, a la que le tenía mucha devoción, le hacía falta un milagro para ser santa y que si conocían a alguien con una enfermedad incurable, que se lo comunicaran a las Hermanas de la Cruz.

Así lo hizo la abuela de Teodoro. El 15 de febrero de 1987 llegó a su domicilio de Alcázar de San Juan una carta de las hermanas con una reliquia de Sor Ángela. El chaval se la colgó del cuello y fue con ella a hacerse una prueba en el Hospital Ramón y Cajal de Madrid. Cuando la doctora le dilató la pupila, el paciente le dijo que con el ojo bueno veía borroso y con el de la embolia veía perfectamente los números. La Consulta Médica de la Congregación para la Causa de los Santos reconoció la curación. El Colegio de los Cardenales aprobaba por unanimidad el informe de médicos y teólogos y daba luz verde a la canonización de Sor Ángela. Uno de los que concelebró la ceremonia fue don Vicente Manzaneque, párroco de Santa María la Mayor de Alcázar de San Juan, natural de Campo de Criptana. Gamito añade que José María Javierre faltó por problemas de salud.

En la iglesia de San Juan de la Palma de la que sale la Amargura hay un mosaico de Santa Ángela de la Cruz. En esta iglesia se casó Manuel Machado, cuyo hermano Antonio nace en el palacio de Dueñas justo una semana antes de que Ángela Guerrero y las otras tres pioneras (Josefa de la Peña, Juana Magadán, Hermana Sacramento) pusieran en marcha la compañía de hermanas de la Cruz. Al otro lado del río, en la Triana donde nace la madre de los Machado, Ana Ruiz, y muere su padre, Demófilo, tenía y tiene su sede canónica la hermandad de la Estrella.

Finalmente salió el Jueves Santo de 1932 con los parabienes del alcalde, el gobernador civil y el cardenal de la diócesis. Una serie de incidentes se produjeron durante la estación de penitencia: disturbios en la plaza de la Magdalena con los huelguistas de la hostelería; lanzamiento de objetos que cayeron en la candelería de la Virgen e hirieron a un soldado que acompañaba al paso de Cristo. En la puerta del Ayuntamiento, Rocío Vega Farfán, Niña de la Alfalfa, le cantó a la Estrella una saeta que ya es historia. Un niño la vio llevada por los costaleros por la calle Sierpes. Era el futuro poeta Rafael Montesinos.

De los incidentes da cuenta Juan Pedro Recio en su libro Las cofradías de Sevilla en la II República. A las ocho y media de la tarde, la cofradía se encontraba en el interior de la Catedral y el paso de la Virgen de la Estrella se disponía a entrar por la puerta de san Miguel. Un anarquista de 21 años realizó dos disparos contra la imagen, a la que no le alcanzaron. El libro de Recio precia que el autor de los disparos se llamaba Emiliano González Sánchez, natural de Alcázar de San Juan (Ciudad Real), vecino de San Juan de Aznalfarache, carpintero que trabajaba en las obras del Hospital Militar. Una vez detenido, tuvo que ir escoltado por la calle Sierpes para librarlo de la furia de la multitud.

Fue uno de las 16 personas detenidas aquel histórico Jueves Santo de la salida de la Estrella. Fue sometido a un consejo de guerra en la sala de banderas del cuartel de san Hermenegildo, en la Gavidia y condenado a cuatro años, dos meses y un día de reclusión. El 19 de mayo de 1932 se escapó de la prisión de El Puerto de Santa María. En septiembre de 1933 fue nuevamente detenido en Badajoz, y quedó en libertad por error. Durante muchos años se le pierde la pista. El autor del libro ha podido comprobar que “años después trabajó como fotógrafo en Valencia”. Falleció en 1965, a los 54 años, en Motilla del Palancar (Cuenca).

Teodoro Molina y Emiliano González. Paisanos de Alcázar de San Juan. La recuperación visual del primero propició la canonización de Sor Ángela de la Cruz; la mala puntería del segundo evitó daños irreparables en la imagen de la Virgen de la Estrella.

stats