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Moreno y Ríos: "Mayoritariamente se buscan costaleros que se acoplen en lo técnico y en lo psicológico al grupo"

Entrevista

Entrevistamos a los autores del libro El oficio de capataz en la Semana Santa

Desgranamos la actualidad del colectivo y la psicología del capataz y los propios costaleros

Costaleros del palio de San Esteban una tarde de Martes Santo / Juan Carlos Vázquez

Desde su publicación hace un año, por parte de la editorial Almuzara, el libro El oficio de capataz en la Semana Santa se ha ganado el elogio y la crítica de todos aquellos que lo han leído. Partiendo de una serie de claves (qué hace, qué siente y por qué), Rafael Moreno y Moisés Ríos, doctores en psicología y estrechamente vinculados a la Semana Santa, desgranan todas las circunstancias que se dan cita en el momento que una cofradía sale a la calle, centradas especialmente en la relación del capataz con el resto del cortejo y con sus propios costaleros. Evaluamos con ellos la situación actual del costal, las diferencias entre capataces, el "boom" de las igualás y los aspirantes y el tipo de costalero que hoy día busca hueco y trabajo en nuestras hermandades.

-¿Qué tal estáis? ¿Cómo estáis viviendo estos días previos a la Cuaresma?

Estamos bien, tratando de disfrutar de las previas lo que nos permite nuestro día a día, y estando atentos a las fechas de las papeletas de sitio, igualás, ensayos, tertulias, conciertos y demás señales de que se nos acerca otra Semana Santa.

-Este año, como todo se ha adelantado, el mundo del costal ha tenido que activarse antes…

Sí, poco después de Reyes ya empezó a haber igualás y ensayos

-Un año ya de vuestro libro. ¿Cómo ha resultado la acogida? ¿Qué impacto ha alcanzado en el universo del costal y el capataz?

Pues sí, un año ya. Como empleamos casi siete años en realizar la investigación que dio lugar al libro, parecía que nunca íbamos a verlo terminado, y ahora ya hace un año que salió publicado. Del impacto no te podemos decir aún mucho, aunque en la época de Navidad y Reyes aparecía en algunos portales del ramo moviéndose en los tres primeros puestos de ventas en libros de la temática y otras próximas. Y sobre la acogida nuestras sensaciones son buenas: quienes lo han leído y nos han comentado, tanto capataces y costaleros como personas ajenas al mundo del martillo y costal pero que les gusta la Semana Santa, nos han transmitido buenas opiniones y nos han dicho que les ha gustado conocer tantas cosas de ese mundo que no se ven desde fuera. Además, personas del segundo grupo se han sorprendido de la cantidad de factores que pueden influir en el capataz y por tanto ha de gestionar en su labor: algunos son de él mismo, como su personalidad y ámbitos familiares y laborales; y otros son aportados por diferentes personas como los ayudantes del capataz, los costaleros, el fiscal de paso, el diputado mayor de gobierno y resto de la junta de la hermandad, la banda de música que acompañe el paso, el público que presencia la cofradía, los periodistas y medios de comunicación que se ocupan de la Semana Santa, e incluso otros capataces; además, hay factores como la meteorología en losdías de salida y ensayos, y el recorrido de la cofradía en sus aspectos temporales y espaciales. En definitiva, un amplio conjunto de factores cada uno con múltiples aspectos y posibilidades, que influyen de muy diversas formas en la labor de capataz que mostramos en nuestro

estudio.

-¿De qué modo ha evolucionado el capataz a lo largo del tiempo?

Aplicando lo recién señalado, a medida que a lo largo del tiempo ha ido variando la sociedad y con ella el entorno inmediato del capataz, este ha tenido que ir adaptándose a muchos de esos cambios, a la vez que se ha visto obligado a intentar intervenir de distintos modos en ellos o en sus efectos para fomentar los favorables y minimizar los perjudiciales u obstaculizadores. Quienes fueron capataces hasta los años setenta del siglo pasado tenían cuadrillas de costaleros muy diferentes a las actuales: entonces prácticamente sin relevos y ahora con dos cuadrillas enteras e incluso a veces con algún pico también; la música suena ahora casi en cada chicotá, algo que entonces no ocurría; el público y los medios de comunicación están mucho más pendientes ahora del mundo del martillo y costal, y por tanto también las juntas de gobierno; todo ello inevitablemente plantea al capataz actual presiones y exigencias, y también recompensas, que antes no existían al menos en la misma medida. En todo caso, y aunque obviamente no pudimos entrevistar a los de aquellos años, la información que hemos podido recabar es que tanto entonces como ahora el capataz suele ser consciente de la responsabilidad que tiene de cuidar tanto de la salud de sus cuadrillas como del patrimonio artístico y devocional que las juntas de gobierno ponen en sus manos, teniendo que conjugarlo

todo ello con las exigencias -no siempre sensatas- de dichas juntas y otros entornos.

-¿Cómo es el capataz de nuestros días? ¿Tiene un perfil definido o varía?

Como sucede en todo grupo humano, la variedad es la norma y más cuando resulta posible plantear perfiles desde criterios muy diversos. Si hablamos de personalidad, entre otras dualidades que podríamos añadir hay capataces más distantes y otros más cercanos, unos introvertidos y más secos y otros más expresivos y afectuosos. Si hablamos de gestión de la cuadrilla, unos son más autoritarios o rígidos y otros están más dispuestos a escuchar peticiones o sugerencias de sus cuadrillas. Si hablamos de motivos, son capataces por diversas combinaciones de devoción a las imágenes que llevan, identificación con la hermandad que sacan, con la ciudad y su Semana Santa, vinculación afectiva con los miembros de su cuadrilla, gusto por los aspectos técnicos de su labor u oficio, y el reconocimiento externo que pueden recibir por ello. Derivado de los motivos con más fuerza en cada capataz, también se puede señalar la diferencia que se va conformando claramente en las décadas más recientes entre quienes solo sacan las hermandades a la que pertenecen y no se ven sacando otra, y quienes disfrutan en una variedad más amplia de pasos, para lo que trabajan con costaleros de cada hermandad a la que llegan, pero a la que también suelen llevar un grupo de más o menos

costaleros de confianza. Así podríamos seguir enumerando diferencias atendiendo a otros parámetros con los que podrían establecerse a su vez perfiles muy variados entre sí.

Costaleros de San Benito al poco de salir un Martes Santo / Víctor Rodríguez

-¿Cuál es, o debería ser, esencialmente la labor del capataz y sus obligaciones?

A diferencia de la variedad de perfiles, en los muchos entrevistados para nuestra investigación encontramos una práctica unanimidad en que la parte más visible del capataz -la de conducir el paso evitando que sufra algún golpe o daño- es considerada importante, pero no la más complicada de su labor. Mencionaban otros aspectos que calificaban como fundamentales y más exigentes o laboriosos, destacando sobre todo la gestión de las cuadrillas, a veces con números elevados de costaleros, que han de conjuntar técnica y psicológicamente partiendo de una variedad muy considerable en ellos de personalidades, niveles culturales y económicos, procedencias geográficas, situaciones laborales y familiares, gustos, motivaciones y otros muchos aspectos. Y todo ello como decíamos antes, teniendo que hacerlo en el marco de un conjunto muy amplio de factores, algunos favorables y otros muchos que dificultan considerablemente su labor, y no siempre de manera similar y previsible, ante los cuales han de saber reaccionar adecuadamente tomando las decisiones que consideren más adecuadas, y con el riesgo continuo de cometer errores que a veces podrían llegar a tener consecuencias graves, como lesiones en costaleros o daños a imágenes o pasos de un valor más allá de lo material.

-El capataz entiendo que está legitimado para sentir emociones.

Bueno, como ser humano no solo está legitimado a sentirlas, sino que inevitablemente las va a tener. La labor o función de capataz es una interrelación continua y de doble dirección entre su propio comportamiento y los numerosos factores que ya hemos mencionado. Y cuando hablamos de comportamiento nos referimos a lo que hace de manera visible para los demás, pero también a lo que piensa y siente privada o íntimamente en todas esas relaciones y respecto a ellas. Por eso, uno de los objetivos de nuestro estudio era averiguar y dar a conocer lo que hacen, piensan y sienten en y por su labor. Y por eso en nuestras entrevistas mencionaban, y a veces también manifestaban, toda la gama de emociones humanas: por ejemplo, alegría y orgullo por hacer su tarea como entienden que deben hacerla o por lograr cumplir con el encargo recibido de las juntas de gobierno; tristeza y enfado con ellos mismos o con otras personas cuando las cosas no se hacen bien o no reciben afectos de personas a quienes han procurado cuidar; vergüenza y a veces también culpa cuando se han cometido errores; y recelo y responsabilidad, o incluso a veces algo de temor, cuando hay amenazas de circunstancias adversas y no queda otra que tomar decisiones complicadas. Emociones, en

definitiva, que algunas ayudan y otras suponen dificultades adicionales a las externas que hay que superar, como ocurre cuando han de mantener e imponer tranquilidad los días que les sorprende la lluvia con el paso en la calle y el entorno es presa del nerviosismo.

-Los capataces tienen cada vez más problemas debido a la ingente cantidad de aspirantes. ¿Esto qué supone para el mundo del costal, qué impacto tiene?

Está claro que es un signo de los tiempos; un hecho que no tenían al menos a ese nivel los capataces de hace setenta u ochenta años, que también recogemos en nuestro trabajo; algo que les ha tocado vivir a los actuales, y que afrontan de maneras diversas. Hay quienes prefieren que haya muchos aspirantes para tener más opciones de elección en las igualás, y hay quienes preferirían no tenerlos para evitarse el mal trago de decirles que no hay sitio, quebrando con ello tantas ilusiones. También hay capataces que en la abundancia de aspirantes prefieren elegir costaleros con experiencia, especialmente si consideran que el paso es de los duros, mientras que otros prefieren a veces admitir a aspirantes con menos bagaje porque así pueden amoldarlos más fácilmente a la idiosincrasia de la cuadrilla y del propio capataz.

-Cada capataz busca un perfil propio de costalero, imagino.

Con matices como los recién comentados, sí; pero mayoritariamente buscan costaleros que se acoplen en lo técnico y en lo psicológico al grupo, y no metan cizaña con los compañeros ni con el capataz y su equipo de ayudantes. En tal sentido, suelen decir que el buen costalero es antes que nada buena persona. Y en ello incluyen entre otras características la lealtad a la cuadrilla y al capataz y su equipo, la responsabilidad, humildad y honestidad. En cuanto a la fuerza física, suele bastarles con que tengan un mínimo que les permita hacer su trabajo, sin buscar superhombres que bajo el paso no existen porque, como suelen decir, nadie puede llevar el paso solo.

-Actualmente hay dos cuadrillas casi por cada paso. ¿Puede esto variar el físico o el comportamiento del costalero?

Este hecho tiene algunas consecuencias. Por un lado, el tiempo que pasan debajo del paso es menor que el que pasaban cuando había una sola cuadrilla, incluso a veces con huecos como en los finales de los asalariados y comienzos de los llamados hermanos costaleros. Aquellos tiempos eran duros en lo que se refiere al esfuerzo requerido, lo que hacía que los costaleros mostraran una capacidad de sufrimiento que según opiniones no tiene el actual. Sin embargo, y como nos lo señalaban algunos capataces, no podemos tener certeza de que los costaleros actuales no tengan esa capacidad, dado que con tantos relevos como hay ahora no se les da la oportunidad de mostrarla. En cuanto a las condiciones físicas, las del costalero actual no son necesariamente peores que las del costalero antiguo; es cierto que este solía trabajar en sitios que le daba mucha fuerza, pero también lo es que la alimentación y salud general es mucho mejor ahora que antes, y que hay muchos que se preparan físicamente durante el año o al menos unos meses antes de la Semana Santa. En lo que se refiere al comportamiento del costalero, el hecho de que haya dos cuadrillas o más dificulta en alguna medida que se conozcan entre ellos y compartan momentos que facilitan la unión del grupo, algo que consideran fundamental y que por ello procuran fomentar muchos de los capataces que hemos entrevistado. Además, dado el alto número de aspirantes que existe actualmente, consideran un privilegio saberse miembro de una cuadrilla, lo que a muchos les hace vivir con intensidad cada ensayo y salida procesional.

-¿Qué futuro puede tener el boom de costaleros que actualmente se registra?

Posiblemente dependerá de las decisiones sobre limitaciones que tomen las hermandades. En Sevilla no es fácil entrar en una cuadrilla y muchos aspirantes están buscando huecos en otras localidades mientras esperan el suyo en alguna hermandad de la capital. Un grupo este al que, además, están empezando a añadirse las mujeres que aspiran también a ocupar un lugar en las cuadrillas de Sevilla, al igual que ya lo hacen en muchos otros lugares en los que sacan todo tipo de pasos conjuntamente con hombres, sin que ello esté produciendo ningún tipo de problema de los que a veces se aducen aquí para cerrarles el paso. En cualquier caso, ante el hecho de que los nuevos estén entrando muy poco a poco, pueden aparecer dos actitudes diferentes en los que están en espera según la personalidad de cada quien u otras circunstancias externas: o terminan abandonando si pasan los años sin poder entrar, o esa espera les hace mantener o incluso aumentar la ilusión por lograr lo que desean, aprendiendo ellos y mostrando a otros que perseverando aumentan las posibilidades de lograr su objetivo; lo abundante de esta segunda opción parece asegurar un futuro al menos a corto y medio plazo con suficientes costaleros.

-Conclusiones sobre el estado de salud del mundo del costal.

A la vista de todo lo comentado hasta aquí, entendemos que el estado de salud al que te refieres es satisfactorio en cuanto a que hay costaleros suficientes, cada vez mejor preparados técnicamente y sabiendo lo que física y psicológicamente se les pide, al igual que ocurre en el colectivo de capataces; por ambas cosas es por lo se dice con frecuencia que los pasos actualmente van mejor que nunca. Ello no quita que pueda haber o haya determinadas afecciones que, sin ser graves hoy por hoy, deberían cuidarse para tratar de minimizarlas y que no vayan a más.

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