Momentos del Martes Santo: La Virgen del Dulce Nombre de regreso a San Lorenzo

Decenas de cofrades se citan a altas horas de la mañana en Jesús del Gran Poder para acompañar a esta cofradía

La Oliva interpreta un repertorio elegante en el discurrir de la dolorosa hasta su sede canónica

El palio de las Tristezas de Vera Cruz estrenará respiraderos y faldones en la Semana Santa de 2024

La Oliva interpreta Cachorro, saeta sevillana a la Virgen del Dulce Nombre // Banda

A pesar de las reestructuraciones, los cambios de orden, los itinerarios y las correcciones en los programas de mano, el cofrade suele ser un "animal de rito", un ser ávido y necesitado de cumplir ciertas pretensiones que configuran su identidad y su propia vida. Durante la Semana Santa, tendemos a reservar un espacio tanto para la sorpresa y la improvisación, pero resultan intocables algunos instantes que, por infinitas y verosímiles razones, son absolutamente imperdonables.

La noche del Martes Santo, sobre cuya atmósfera asoman las alas de un tiempo diferente, alberga ciertas promesas aprendidas/heredadas/imitadas que se renuevan pasada la medianoche y que, en algunos casos, son hasta compatibles en tiempo y forma. Por el Rectorado, por la Calzá, por la Alianza... Y por San Lorenzo. Tejera ha sellado en nuestros sentidos las partituras de Font y de Cebrián, en una confusión de melodías que nos acompañan por la Plaza Virgen de los Reyes. Ni el chasquido fugaz y desacompasado de las sillas nos reactiva del impacto. Por última vez -quizás sea la última, jamás lo sabremos- devolvemos la mirada al palio de Santa Cruz que se sumerge en las oscuridades verdes de unos naranjos mudos y soldadescos.

Nazarenos del Dulce Nombre de vuelta a su templo
Nazarenos del Dulce Nombre de vuelta a su templo / M.L.R

La Plaza Nueva, Tetuán, la Campana, la Gavidia... Hasta que, súbitamente, un martillazo lejano despierta los tambores centenarios de la Oliva. La trasera es inconfundible, el diseño es reconocible a la Sevilla iberoamericana y en el cortejo se desdibuja la impronta de una cofradía hecha a sí misma, heredera de una ciudad rejuvenecida y focalizada en un futuro ilusionante y prometedor. Puro regionalismo, puro Amián, puro San Román que abrigó entre sus muros el renacimiento de esta cofradía. Vuelve a San Lorenzo la Virgen del Dulce Nombre, sumida en el espejismo de nosotros mismos. Hemos regresado a sus costeros y en sus costeros, como polizones en la bodega del navío, remontamos el empedrado de una ciudad queda y dormida. Todo está aquí: el que nunca falta, el que ya no faltará el año que viene, el que ayer abrazaba y hoy aqueja la soledad en los ojos y en los labios, el que observa las bambalinas como un metrónomo de oro, al que le duelen en los costados la belleza de unos carrillos tiznados de madrugadas.

Se cerrarán las puertas de San Lorenzo y volveremos a nuestro propio ser. En la memoria quedarán los últimos compases de la saeta sevillana de Laserna. Y suspiraremos. Y en ese suspiro estará la Semana Santa.

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