Luz de Viernes Santo para la procesión extraordinaria de la Virgen del Patrocinio
Aniversario
La salida por los 50 años de la dolorosa del Cachorro permite contemplar de nuevo uno de los conjuntos más sobresalientes de la artes cofradieras, de una soberbia elegancia
Galería de la procesión extraordinaria de la Virgen del Patrocinio
Cachorro Orante
Una procesión que sabe a Reconquista
"Te van a amargar el día". Son las 16:46 de un domingo de noviembre cuando un veinteañero le dice a otro que deje de estar pendiente del fútbol y en concreto de su equipo, el rojiblanco. En el marcador donostiarra los vascos se adelantan con dos goles al equipo de Nervión, a la par que lo hace la cruz de guía del Cachorro por la larguísima calle Castilla. La cabeza del cortejo que abre la procesión de la Virgen del Patrocinio alcanza Chapina cuando la luz de la tarde se vuelve gris, metamorfosis que sirve de guiño a los cielos del Viernes Santo.
Por las aceras de la calle se puede andar sin demasiada dificultad en esta primera parte de la procesión. Hay quien se adelanta hasta la propia basílica. Otros deciden esperarla a pie parado, mientras siguen el partido de fútbol por el móvil. La vida pegada a la pantalla. Hacerse hueco en primera fila tampoco entraña complejidad. De las farolas cuelgan gallardetes azules con el anagrama de María. Algunos balcones se presentan engalanados. No muchos. Los que se visten con colgaduras están colmatados de público.
A lo lejos se divisa el palio. Lo preceden los bacalaos de las hermandades, las varas doradas de los hermanos mayores de las corporaciones invitadas y los que ocuparon esta responsabilidad en la cofradía trianera. El arzobispo de Sevilla, monseñor José Ángel Saiz Meneses, se encuentra en la presidencia del paso. Unos metros por delante lo hace también el delegado diocesano de Hermandades y Cofradías, Marcelino Manzano.
Viene el paso con un andar elegante, sobrio. Con ecos de marchas clásicas. La Oliva de Salteras pone los sones a una tarde que se ha vestido con ropa de otoño. Es el primer fin de semana con verdadero cambio de armario. Atrás quedó la brevísima indumentaria de entretiempo.
Cuando el paso se detiene, cuesta lo suyo fijar la mirada en un solo detalle. Es tal la magnificencia (palabra de difícil escritura y aún más complicada pronunciación) del conjunto que se requiere verlo en más de una ocasión para apreciarlo en su totalidad. Los bordados, la orfebrería, la delicada belleza de la Virgen del Patrocinio y hasta las flores que la adornan, que han abandonado para este día el color rosa pálido de los Viernes Santos.
Medio siglo de la dolorosa que talló Luis Álvarez Duarte y 100 años de un palio que encandiló a la Sevilla cofradiera de entonces y que sigue haciéndolo con la de hoy. De aquella ciudad que se reinventaba con el regionalismo a esta otra urbe de globalización digital (y muy franquiciada). Bordados de Olmo y diseño de Herminia Álvarez Udell, mujer a la que la actual (y cansina) corrección política le pondrían el calificativo de "empoderada"
Por la calle Castilla llueven pétalos desde la azoteas. Notas de color cuando el tibio sol languidece. La luz de la candelería adquiere protagonismo. El atardecer se cuela por los bordados del palio. Una celosía por donde se despide el día antes de que la Virgen llegue el Altozano. El rosario de saludos se inicia poco antes, en la parroquia de la O. Le seguirán después un sinfín de estaciones: la Capilla de los Marineros, Santa Ana, San Jacinto, la Estrella...
Los jóvenes pegados al móvil decidieron hace tiempo dejar de seguir el partido. Llevaba razón el amigo, hoy no es día de amargura, sino de Patrocinio. El amparo para la desdicha futbolística de una parte de la ciudad, tan dada a las tópicas dualidades.
Pasa el palio de la Madre del Cachorro y en el paladar queda el regusto (extasiados dirían los cursis de la palabra) por las cosas elegantes. Como el eco sonoro de aquella letra de Silvio, el rockero más hispalense que cantó a la dolorosa de la calle Castilla con su peculiar italiano de la Bética: "Patrocinio del mío existir".
Sirva tan recomendable sensación para poner punto final al muy completo y abigarrado calendario de procesiones extraordinarias en la capital (que ya provoca empacho, por seguir con la jerga sensorial). Triana, al menos, siempre deja buen sabor de boca. Quedémonos con eso.
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